Sor María trabajó en el Hospital de La Merced y en la Casa Cuna de Ayamonte

Gómez Valbuena, única imputada en España por su relación con el robo de bebés, recaló en la provincia a finales de los 60 · Aquí se instruyó antes de dirigir los servicios sociales de la madrileña clínica Santa Cristina

Sor María Gómez Valbuena, el pasado 12 de abril, tras acogerse a su derecho a no declarar ante el Instrucción 47 de Madrid.
Sor María Gómez Valbuena, el pasado 12 de abril, tras acogerse a su derecho a no declarar ante el Instrucción 47 de Madrid.

Pocas presentaciones le hacen falta a la hermana de la Caridad Gómez Valbuena. Pese a las precauciones tomadas para que su rostro no se difundiera a través de los medios de comunicación, la prensa logró sorprenderla el pasado 12 de abril, cuando abandonaba los juzgados madrileños después de negarse a prestar declaración ante el titular del Instrucción 47, el magistrado que investiga uno de los casos de robos de bebés por el que atribuye a sor María -como es conocida- la comisión de un delito de detención ilegal. Es la primera religiosa imputada por las desapariciones de recién nacidos durante el siglo XX.

Huelva Información ha podido confirmar a través de testigos que prefieren permanecer en el anonimato que la hermana, de 87 años y que era conocida en media España como "la monja que daba niños" (según los propios padres adoptivos de la criaturas), trabajó durante un lustro en nuestra provincia, donde hasta el día de hoy los afectados han presentado sesenta denuncias por el presunto robo de neonatos. Eso sí, ella no figura en la documentación de ninguna de víctima onubense.

Llegó aquí a finales de la década de los 60, cuando contaba unos 43 años. Según indicaron las fuentes consultadas por este diario, María Gómez Valbuena recaló primero en la capital, concretamente, en el Hospital Provincial de La Merced.

Por los pasillos del edificio que en la actualidad alberga la sede de la Universidad de Huelva se movía, ataviada con el característico sombrero blanco de las Hijas de la Caridad, sor María Gómez Valbuena. Lo hizo durante unos tres años. Desarrolló en el centro hospitalario las labores propias de las religiosas de la época y se preparó a fondo para lo que sería su trabajo en el futuro. Y mantuvo, claro está, relación directa con médicos, matronas, enfermeras y el resto del personal de La Merced.

Cuando estaba a punto de expirar la década de los 60, la congregación decidió destinarla a la Casa Cuna de Ayamonte. Allí los niños acogidos, de ambos sexos, acudían a clase para recibir un completo sistema educacional que iba desde párvulos, pasando por la enseñanza elemental y la superior, para terminar con los talleres escuela de carpintería, zapatería, sastrería, herrería y pan. En este marco se encuadra sor María Gómez Valbuena, que se encargó en el hospicio ayamontino -entre otros asuntos- de dar clases a las niñas hasta los albores de los 70.

En la Casa Cuna, que en la época comenzó a denominarse Hogar Infantil Provincial José Antonio, eran acogidos no sólo los niños huérfanos o expósitos, sino también aquellos cuyos padres eran pobres y se veían obligados a dejarlos bajo la tutela de la congregación de la Caridad temporalmente o hasta que alcanzaban los 18 años.

En aquel enclave onubense sor María se movía como pez en el agua y aprendió todo lo que debía saber sobre el funcionamiento de la institución y que más tarde pudo poner en práctica en la clínica madrileña de Santa Cristina.

Existen en España varias denuncias relacionadas con las casas cuna en las que padres que habían dejado temporalmente a sus niños en los orfanatos se topaban con una amarga y dolorosa realidad al reclamarlos de nuevo: la institución los había dado en adopción sin su consentimiento. Ése podría ser el caso de Manuela Yerga Carrasco, de 62 años, residente en la localidad de Fuente de Cantos (Badajoz) y que inició en 2011 la búsqueda de su familia biológica en Huelva, tras conocer que fue adoptada días después de nacer en la casa cuna de Ayamonte. Desconoce si fue entregada voluntariamente al ser alumbrada o si fue robada a sus padres biológicos después de que los médicos les informaran de que había muerto. Lo que sí sabe Yerga es que sus padres adoptivos "pagaron" al hogar infantil onubense para hacerse con ella.

Testigos de la época relatan que las monjas organizaban en los hospicios auténticos "desfiles de candidatos" en los que los adoptantes escrutaban a los críos a conciencia (pelo, dientes, arqueo de piernas...) antes de elegir.

La Casa Cuna de Ayamonte fue el trampolín para esta mujer "fría, calculadora, como Jekyll y Hyde, cruel y altiva", según la define Luisa Torres, la madre que logró encontrar a su hija robada y en cuyo caso reza como imputada Gómez Valbuena. De tierras onubenses viajó a Madrid, donde acabó dirigiendo los servicios sociales de la maternidad Santa Cristina, al tiempo que colaboraba con la clínica San Ramón que capitaneaba el ginecólogo Eduardo Vela y con la maternidad O'Donnell.

El que fuera presidente de la Asociación Española para la Protección de la Adopción (AEPA), Gregorio Guijarro -ex fiscal de Tribunal Supremo y padre de dos gemelas adoptadas-, declaraba a El País en 1980 que sor María "tenía un buen fichero de adoptantes" y que ella misma se jactaba de que en tres años habían pasado por sus manos 3.000 solicitudes de adopción. Además, dejaba claro que "el sistema más rápido y eficaz para conseguir un niño en adopción es meterse en el bolsillo a asistentes sociales, monjitas, encargadas de maternidades, etcétera; si se logra caer mejor que los demás de su lista, el resto es fácil".

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