Jubilación forzosa y dorada
diputación El hasta luego de una veterana del PSOE
Petronila Guerrero se va al Senado sin poder recuperar ni la sede de La Merced, ni el Gran Teatro y tras ser 'expulsada' del Hotel París · El AVE y el aeropuerto, sin horizonte
Alonso del Castillo (siglo XIX) y Jaime Madruga (XX) han sido los presidentes de la Diputación Provincial de Huelva menos duraderos. A esa lista habrá que añadir ahora el nombre de la primera mujer que llegó a presidir una institución de tan rancio recuerdo decimonónico , Petronila Guerrero (Conil, Cádiz-1953). La paradoja se encuentra en el caso de Castillo, que salvó a La Rábida de ser subastada en plena Desamortización de Mendizábal, y Guerrero se irá dejando a medio acabar, talar y sembrar el proyecto Redescubrir, que también pretendía salvar La Rábida del olvido pero que se le ha encasquillado entre lindes palermas pertenecientes a la Virgen de los Milagros y el deseo de convertirlo en Patrimonio de la Humanidad.
Lejos de clases de historia, la etapa de Petronila Guerrero será recordada por los altos listones que ella misma se puso y que al final ha tenido que abandonar por imposibles: recuperar la co-gestión del Gran Teatro de Huelva (ir a medias con el Ayuntamiento, vamos) y el edificio noble de la Universidad en La Merced, el antiguo Hospital Provincial. No se percató de que tal pretensión chocaba con la cesión que hiciera en su día su propia casa provincial a favor de la Universidad de Huelva (UHU) y por 50 años. Sin dejar a un lado su forzada salida, o desalojo, del Hotel París, empujada por Izquierda Unida y el PP tras perder el PSOE la mayoría absoluta en la Diputación en los pasados comicios municipales de mayo. Y sin olvidar que la crisis que está cayendo convierte en un abuso pagar 7 millones de euros por 7 años de alquiler por unos metros cuadrados de oficinas y salas de exposiciones, por mucho que estén en el centro de Huelva. A la fuerza ahorcan, dice el dicho.
Rebobinemos el ripio. Petronila Guerrero llegó con muchos bríos al Palacio Provincial allá por el verano de 2007. Su misión era suceder al valverdeño José Cejudo y traía la bendición del todopoderoso Manuel Chaves y la unción de Luis Pizarro. Cómo para decirle ni mú.
Montó un elegante pleno de investidura en el patio de La Merced para reafirmar la propiedad del edificio e invitó a lo que se llama las fuerzas vivas de Huelva para que escucharan su buena nueva política. Allí mismo le espetó al alcalde, Pedro Rodríguez, que el Gran Teatro era también de la Diputación. Eran los tiempos de la mayoría absoluta y no tenía que dialogar con nadie para nada.
Entró en la Diputación por la puerta grande, la de los toreros, gracias a la mayoría absoluta heredada de los comicios de 2007, de momento los últimos de los tiempos de gloria socialista.
En los primeros días de su estancia en la Casa de la Gran Vía tomó tres decisiones que marcaron época. La primera fue cargar, ante los ojos atónitos de su extensa comitiva, con una alfombra vieja y pesada porque no le gustó ni el sitio que ocupaba ni el polvo que acumulaba. Y era cierto, oye.
La segunda idea fue acabar con todo vestigio que recordara los tiempos de Manuela Parralo, la culta diputada de Cultura que fue candidata a la Alcaldía de Huelva por el PSOE y aspirante a su trono. Así que ordenó quitar la estatua de una mujer desnuda, sentada en el suelo, que presidía la escalera de acceso al salón de plenos. Naturalmente la escultura había sido colocada por la finezza de Parralo. De ella, de la estatua, nunca más se supo.
Y la tercera acción fue encargar al servicio de Obras y Arquitectura una moderna reforma de la primera planta, donde se celebraban los plenos. Así que convirtió el salón señorial de muebles de caoba, frases de Alberti y prima-donnas en un hall de afán zen.
Hasta ese momento todo le fue bien.
Pero he ahí que se acercaron las elecciones municipales de 2011 y el Partido Socialista de Huelva no tenía candidato ni candidata para luchar contra Pedro Rodríguez. Así que el PSOE la propuso como cabeza de cartel y la convenció para intentar arrebatar el poder al alcalde eterno. La dirección no la tiraba sin red. Si fallaba en el intento, como era previsible y por mucho que dijeran que se quedaba hasta 2015, caía en el colchón mullido de la Presidencia de la Diputación, otra vez.
Era la primera vez en su larga trayectoria política (entró en el PSOE en 1976) que daba la cara como cabeza de cartel. Siempre había estado en las sombras, en los despachos de la antigua calle La Palma, incluso se había hecho cargo de las finanzas del partido, en la Mesa del Parlamento andaluz. Pero falló.
No pudo superar al entonces en horas bajas Pedro Rodríguez. Perico volvió a sacar mayoría absoluta y la relegó al banquillo municipal. Pero Petronila no es mujer de segundos platos. Así que tiró de sus apoyos y el PSOE la repuso como presidenta de la Diputación con todos los honores.
Con las aguas revueltas era demasiado premio para alguien a la que las urnas le acababan de jugar otra mala pasada.
Pero aún le quedaba un as de oro y brillantes en la manga, una especie de jubilación madrileña que seguramente pondrá el broche de oro a su larga y lustrosa carrera política, que nadie podrá quitarle por mucho que critiquen su baraka y su maestría para buscarse sitio en la mesa camilla más exitosa que ha tenido el PSOE, hasta 2011 claro.
Ese as era el Senado. Quién le iba a decir a Petronila que ahí también iba a fallar. El partido le allanó el camino del abecedario. Apartó de la B a Paco Bella y puso de primera en la lista a la G de Guerrero, Petronila. Y de número tres, como para que no hiciera mucho ruido, a un alcalde serrano desconocido más abajo de Aroche, Antonio Muñiz.
Llegaron las elecciones y pasó el 20-N. Se contaron los votos y se supo la verdad incómoda: Petronila Guerrero era la única de la terna senatorial del PSOE que conseguía acta para el Senado. Y otro dato curioso: ha sido la senadora menos votada de la serie histórica del PSOE de los tiempos gloriosos y no tanto.
El PSOE ya ha anunciado su relevo al frente de la Diputación. Será sustituida por Ignacio Caraballo, ex alcalde de Chucena y secretario de Organización de los socialistas, uno de los testigos que vio a su ex jefa mover aquella pesada alfombra empolvada y repleta de ácaros.
Se irá a Madrid, sí, pero no lo podrá hacer en ese AVE al que preparó hasta el bonito nombre de una estación llamada Zenobia. Ni tampoco podrá irse en avión desde Huelva, desde ese aeropuerto impulsado por la Diputación que no se ha llegado a comenzar.
Lejos de la frase aquella de Julio César "Veni, vidi, vici" (Llegué, vi y vencí) Petronila Guerrero se va a los madriles como diciendo "Llegué, vi y... perdí". Allí la espera el Senado más azul que pudo imaginar jamás.
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