Gentes de aquí y de allá

José María González Azcona, caballero aparejador

  • Realizó obras en Córdoba, así como el cementerio viejo de Punta Umbría, la iglesia del Rocío en Isla Chica o el cine Palacio en la capital onubense 

José María González Azcona, en su despacho.

José María González Azcona, en su despacho. / M. G.

En algunas ocasiones me he referido al momento en el que me incorporé a los servicios técnicos municipales del Ayuntamiento de Punta Umbría. Conmigo, que era el nuevo, éramos cuatro técnicos, además de Toñi Fortes, nuestra administrativa. Los cinco formábamos una pequeña familia dentro del consistorio.

Los técnicos éramos Manuel Leal Muñoz, con quien hice una gran amistad que aún conservamos; su esposa Marily, María Dolores Jiménez Bravo, una de las primeras mujeres que en Huelva obtuvo el título de ingeniera técnica industrial; y completábamos el grupo José María González Azcona y yo.

A José María le voy a dedicar hoy unas letras por merecimientos propios. Fue el último al que conocí porque en aquella época él solo venía un par de días por semana y si yo estaba midiendo por la calle o por el campo, pues no coincidía con él, tan solo oía hablar de don José María. Hasta que por fin lo conocí, al decano, como nos gustaba llamarlo a Manolo Leal y a mí, ya que era el mayor de nosotros y además el que más tiempo llevaba en el ayuntamiento.

Una vez que se regularizó la situación y que él ya venía diariamente, ya nos organizamos mejor y hacíamos muchos trabajos conjuntamente. Y como el roce hace el cariño, también nos hicimos grandes amigos, incluso con la diferencia de años. Y es que mientras que nosotros no llegamos aún a los 30 años, él ya alcanzaba los 50. Por eso José María era para nosotros como un gran maestro que tenía una gran experiencia en todo, en la vida y en la profesión, y aprendimos mucho de él. Manolo, José María y yo nos hicimos inseparables, todos los días desayunábamos juntos en bar El Trasplante o el bar de la calle Fragata de Paco Perdigones.

José María González Azcona. José María González Azcona.

José María González Azcona. / M. G.

Nació en Madrid, pero siendo muy pequeñito se vino a Huelva ya que su padre, Cándido González, notable constructor, se trasladó a nuestra ciudad a construir los llamados “muelles definitivos”, que era una obra muy importante en la ciudad porque suponía acabar con los muelles de madera. Nuestra capital se modernizaba y en esa Huelva llegó José María. Enseguida nació su hermano Alberto, a quien también he tenido la suerte de conocer y de tratar, siendo también un gran hombre, al igual que sus hijos.

Aquí hizo su bachiller en la Escuela Francesa, como se le solía llamar en aquella época. Luego, cuando estudié yo, le llamábamos Colegio francés. Y más tarde, al estudiar mis hijos y hoy en día es el Colegio Molière. Posteriormente se fue a Madrid a estudiar la carrera de ingeniero de caminos, la cual tuvo que abandonar porque su padre enfermó y le aconsejaron que hiciese una carrera más corta para poder ayudarlo en las obras de nuestra ciudad. Pero no fue así, ya que el célebre arquitecto onubense Juan Miguel Rodríguez Cordero le ofreció llevar la dirección de obra en Córdoba.

Fueron miles de viviendas las que se construyeron en aquella época en la ciudad de los califas y todas las dirigió nuestro compañero y amigo José María. Cuántas anécdotas nos contaba de aquellos años, sobre todo de las tardes cuando regresaba al hotel Don Simón en el centro de Córdoba y se iba con los amigos a tomar unos vinitos de Montilla. Y por cierto, al catavino que utilizaba él le solía poner dentro un rosquillo de pan para saber cuál era su copa, un detalle curioso que también he visto yo cuando en Punta Umbría salíamos a tomar algo. Porque aunque era un gran e incansable trabajador, no despreciaba nunca la oportunidad de pasar ratos con sus amigos y, si en algún momento había que hacer una paella, allí estaba él para hacerla. Y por cierto, le salían estupendas.

José María González Azcona. José María González Azcona.

José María González Azcona. / M. G.

José María era siempre muy elegante y muy bien vestido. Acudía al ayuntamiento siempre con traje y corbata, o al menos de chaqueta azul. Recuerdo una vez que un concejal que tenía más o menos su misma altura le pidió que le dejara su abrigo porque tenía que ir a Madrid a ver a un ministro. Era un abrigo verde elegantísimo y tan contento que fue a la capital aquel teniente alcalde porque José María no dudó en prestárselo.

Era muy simpático y trabajador, pero tuvo roces con algunos constructores a los que no les permitía hacer algunas obras que se salían de la normativa. Esas personas intentaban “puentearlo” hablando con algunos concejales o con el mismo alcalde y al final lo que conseguían era enfrentamientos entre todos. Eran momentos muy difíciles de la vida municipal pues no existía un Plan de Ordenación aprobado y adoptamos ciertas medidas para al menos tener una herramienta con la que poder trabajar. Por ejemplo, las alineaciones de las calles o la anchura mínima. Y así trabajamos hasta que por fin se aprobaron las Normas Subsidiarias de Planeamiento, aunque ya a él le cogió jubilado y no pudo disfrutar de este documento tan importante y necesario.

José María conoció a la que iba a ser su mujer en 1964 y al año siguiente se casaron. Enseguida la familia aumentó porque tuvieron cuatro hijos: Chiqui, María, Rocío y Nacho; y dos nietos, a los que no pudo conocer, ya que a los 84 años falleció. Fue en 2007, precisamente el día de su santo, el 19 de marzo. Él disfrutaba mucho de sus hijos y, como le gustaba mucho la cocina, les preparaba unos platos exquisitos.

Participó con el arquitecto Juan Miguel en obras por toda la provincia. Por ejemplo en Isla Cristina, en Aracena, en Cartaya y otros pueblos. También en Huelva en obras como la de la Iglesia del Rocío en la Isla Chica o el cine Palacio, hoy sede de las oficinas de la Seguridad Social. Y como no, en Punta Umbría, por ejemplo en el ayuntamiento viejo y también en el cementerio viejo, unas auténticas joyitas de la arquitectura.

Sabía aceptar las bromas que le gastaban sus buenos amigos, como la que le gastó el arquitecto Paco Gallego, que me la contaba y aún se reía al hacerlo. Tuvieron que ir a Córdoba a visitar unas obras y tenían que ir al Gobierno Civil, y como allí tenían amigos pudieron prepararle una broma con ayuda de las fuerzas de seguridad que allí prestaban sus servicios. Al entrar en esas dependencias tuvieron que identificarse y entregar sus DNI y, al ver el suyo, le indicaron que tenían que detenerlo porque José María González Azcona es una persona buscada por la Interpol por ser el conocido terrorista Azkonita. El pobre de mi amigo supongo que pondría una cara de susto y asombro, y más cuando lo llevaron a una habitación y lo encerraron, muy poco tiempo, afortunadamente, ya que enseguida le abrieron y le pidieron perdón diciéndole que había sido un error.

Sin embargo, aceptó la broma y no paró de reírse en varios días. Y es que él fue durante toda su vida un gran amigo de sus amigos, un gran padre, un buen marido y un magnífico compañero y yo doy fe de ello. Por eso no dudo en llamarlo “Caballero aparejador”.

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