Huelva

Huelva, el sitio donde la industria debe estar

  • Las plantas de la provincia emprenden un camino sin retorno hacia una producción a coste medioambiental cero que supondrá la transformación definitiva a las actuales instalaciones

Imagen del polo industrial de Huelva en los años 80.

Imagen del polo industrial de Huelva en los años 80. / H. I. (Huelva)

La industria de Huelva se enfrenta al cambio más profundo desde la implantación del Polo Químico. Será una transformación integral que, aunque llevará su tiempo, maneja unos plazos relativamente cortos para lo que se estila en este tipo de iniciativas, ya que se estima que los primeros frutos pueden comenzar a verse a partir del año 2030, es decir, apenas a siete años vista. La espita que lo encendió fue la presentación el pasado mes de enero del plan de hidrógeno verde de Iberdrola en alianza con Fertiberia para producir hidrógeno verde. La confirmación vino de la mano del plan estratégico de Cepsa que, por un lado puso fin a la incertidumbre y, por otro, supuso la confirmación de lo estratégico de Huelva como lugar para establecer los cimientos de la nueva industria.

Si el proyecto de Iberdrola no llega sería malo; si Cepsa se llega a ir de las instalaciones que en la actualidad tiene en la provincia, o hubiera reducido su capacidad de refino o la cantidad de petróleo que desembarca en la monoboya, el efecto hubiera sido devastador. La imagen de Huelva como un lugar del que la industria se escapa y busca nuevas localizaciones, hubiera tenido un efecto dominó con imprevisibles consecuencias.

La idea de instalar en Huelva un complejo industrial data de 1870 por parte de José Monasterio Correa, quien pretendió aprovechar las posibilidades de los muelles mineros y de los terrenos recientemente creados como suelos industriales. No fue hasta 1964 cuando se creó el Polo de Promoción Industrial en esos terrenos, una iniciativa que pretendía compensar la falta de desarrollo de toda la provincia, la enorme tasa de desempleo y servir también como base para aprovechar la actividad minera del norte onubense. La primera empresa importante que se ubicó en la zona fue la Compañía Española de Minas de Río Tinto, y su posterior sucesora la Unión de Explosivos. La década de expansión hasta los años 80, conoció entidades como Gulf, Ertisa, Foret, Odiel Química, Fertiberia o Derivados del Flúor, para pasar diez años más tarde el testigo a Atlantic Copper, CLH (antigua Campsa y ahora Exolum), Ence,Cepsa o Repsol.

Desde entonces la laxa legislación medioambiental, así como la falta de innovación aplicada a los procesos industriales que lastraron la llegada de nuevas iniciativas a las ya conocidas –básicamente repetían modelos ya conocidos– dejaron el polo industrial a merced de su propio éxito. Tenían productos necesarios en el mercado y, aunque desde hace unos años las exigencias derivadas de los acuerdos de Tokio y París, así como el convencimiento de las empresas de implementar sistemas más sostenibles y menos agresivos con el entorno, supusieron mejoras técnicas que incidían en esos mismos procesos sin el componente de innovación asociado a la implantación de nuevas tecnologías.

Imagen del polo industrial de Huelva en los años 80. Imagen del polo industrial de Huelva en los años 80.

Imagen del polo industrial de Huelva en los años 80.

En eso llegó la pandemia

Las consecuencias de la crisis sanitaria y, en especial la necesidad de productos básicos con los que hacer frente a las necesidades básicas de la población y más recientemente la guerra en Ucrania (aunque en este caso los nuevos planes ya estaban en marcha), han puesto sobre la mesa ese factor que se echaba de menos. No será sino de la mano de la innovación y de la tecnología más avanzada, cuando la industria acometa un cambio más que significativo.

En la provincia comenzó la extensión de huertos solares, que aprovechan la situación geográfica que le permite ser uno de los lugares con más horas de sol anuales; la minería reaccionó con proyectos mucho menos agresivos con el entorno en el que se desarrollan y las propias empresas se dieron cuenta que el camino que debían emprender era otro. Atlantic Copper presentó el proyecto CirCular, una planta que pretende llenar el vacío en la recuperación de los metales que se encuentran en los aparatos electrónicos y que hasta ahora o eran desechados o se enviaban a otros países para su recuperación.

El 21 de enero, Iberdrola encendía la mecha. El hidrógeno verde, una materia prima inagotable y renovable que puede ser utilizado como base para la fabricación de fertilizantes o como combustible directo o para fabricar amoniaco que también tiene usos similares, ponía las primeras cifras sobre la mesa: 2.000 millones de euros de inversión y más de 20.000 puestos de trabajo entre directos, indirectos e inducidos. En alianza con Fertiberia, aspira a producir 600 megavatios de electrolizadores en dos plantas en Palos.

Hace unos días, Cepsa mejoró los números: una planta de biocombustibles capaz de llegar a los 2,5 millones de toneladas anuales de unos productos que suponen el 90% menos de contaminación de los que utilizamos en la actualidad; 2 gigavatios de producción de hidrógeno verde en otra planta cercana a las instalaciones que en la actualidad ocupan en Palos. Todavía falta por determinar la inversión concreta (que será en miles de millones) y los puestos de trabajo que se crearán con esta nueva estrategia, pero supone un espaldarazo a esta nueva industria que comienza a dar sus primeros pasos.

Recreación de las plantas previstas por Cepsa en Huelva dentro de su plan estratégico. Recreación de las plantas previstas por Cepsa en Huelva dentro de su plan estratégico.

Recreación de las plantas previstas por Cepsa en Huelva dentro de su plan estratégico.

El camino por delante

Lo que queda ahora es aprovechar la oportunidad, porque es más que probable que no vuelva a pasar. El Gobierno deba agilizar la concesión de los más de 250 millones de euros previstos en ayudas de impulso al hidrógeno verde y el resto de fondos Next Generation para la transformación tecnológica. Las empresas pondrán el resto con planes que están listos para ser aplicados de manera inmediata.

Con ellos llegarán la cantidad de empresas asociadas a los mismos, desde potenciales consumidores (Navantia o CAF pueden ser dos buenos ejemplos) o como compañeros de viaje necesarios, desde la construcción de hidrogeneras a sociedades de ingeniería que desarrollan parte de estos nuevos métodos de producción de energía no contaminante.

Los cambios llegan mucho más rápido de lo previsto. La necesidad de encontrar la independencia energética permite no descuidar las fuentes tradicionales de su generación, es decir, los combustibles actuales desde la gasolina o el diésel al gas natural que seguirán satisfaciendo las necesidades de suministro tanto para los vehículos como para la generación de calor o electricidad, aunque no cabe duda de que tienen los años contados (al menos en nuestro mundo desarrollado) y que deberán ser mucho más sostenibles.

En la presentación del consejero delegado de Cepsa, Marteen Wetselaar, hubo otro detalle que pasó casi desapercibido, cuando se refirió a los condicionantes medioambientales en la financiación de las empresas. En efecto, la concesión de créditos para de manera ineludible por un plan de sostenibilidad y su cumplimiento estricto. Hasta ahí llegan los cambios.

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