En Nicaraguara los americanos no querían sacerdotes extranjeros, así que presionaron ante el Vaticano; el padre Oliva se quedó sin diócesis, tuvo que volver a España en 1985 y regresó a Huelva, "que había sido siempre mi refugio". Aquí empezó a trabajar con jóvenes, lo curioso dice que eran muy pocos los de colegios religiosos, le sirvió de mucho el proyecto de Pueblo de Dios. Tenía iniciativas para mover a los jóvenes, excursiones por el litoral, del Guadiana al Guadalquivir, o de Riotinto a Huelva por el río, las misas en la playa de Punta Umbría al caer la tarde. "La gente cambió mucho", se alegra. Su experiencia en latinoamérica le sirvió de base para con los jóvenes onubenses, "hoy aquellos chavales están en temas sociales, de ayuda a drogadictos, inmigrantes, comercio justo..., es fruto de lo anterior, de aquellos diez años maravillosos, cuando incluso teníamos casas en las que vivían unos quince chicos y chicas, algunos se les ayudó a sus estudios, a adquirir sus vivienda, era un estilo nuevo".

El tiempo le sonrió de nuevo con la mirada puesta en el horizonte de la otra orilla. Así que volvió a Paraguay en 1995, ahora espera que el gobierno democrático de un giro. El padre Oliva sigue trabajando con los jóvenes y con las capas sociales más necesitadas. Es una persona que goza del respeto de todos, ha puesto en marcha el proyecto de Parlamento joven en el que vienen participando unos tres mil jóvenes. Becan a unos 400 chavales del Bañado Sur desde séptimo grado de primaria hasta la universidad.

Asegura que en América latina vale la pena seguir luchando porque está todo por hacer, en ebullición. "Hay que dar esperanza, pero no ilusiones, esperanza real de cosas posibles". Ahora se ha publicado en Huelva Pa´i Oliva. Una vida en dos orillas, un libro en el que se habla de fe y compromiso en la mirada de Paco Oliva, un sacerdote con una intensa actividad social y política, mirando siempre en los más jóvenes como proyecto de futuro.