Huelva

Huelva llena de luz los caminos

  • La Hermandad disfruta de un peregrinar tranquilo y sin incidentes. El buen tiempo acompaña a los romeros hasta su multitudinaria entrada en la aldea almonteña.

El día comenzó temprano para los peregrinos de la centenaria Hermandad de Huelva. Con los primeros rayos de sol de un día que prometía ser tan benigno en lo referente al clima como el anterior, cuando miles de personas partieron desde la capital onubense rumbo a la aldea de El Rocío, los romeros, ya listos para la partida, cumplían con el rezo al Simpecado en el monolito que señala el paraje de La Matilla, lugar de pernocta de la hermandad desde el año 2010.

Muchos, la mayoría de ellos, habían pasado la noche en el enclave, y el cansancio por el camino recorrido durante la jornada previa y por haber vivido una noche de mucha convivencia y poco sueño se dejaba notar en las caras. Otros, aquellos que decidieron volver a Huelva para descansar y también muchos peregrinos que realizan sólo la segunda jornada de camino, llegaban en esos momentos en coche hasta el cruce de la carretera que viene de Huelva con el camino que se adentra en Doñana y que les ha llevado a cumplir, un año más, el sueño largamente esperado de estar frente a la Blanca Paloma.

En sus márgenes, grupos de amigos y familiares se preparaban para soportar mejor los rigores del camino. Protección solar, pañuelos cubriendo el pelo o la boca -así como mascarillas que permiten respirar cuando la polvareda es demasiado intensa-, y sobre todo, buen calzado para evitar las heridas que los muchos kilómetros de espesa arena suelen provocar en los peregrinos, resultan imprescindibles.

También se adelantaban los vehículos de los servicios de seguridad y emergencias sanitarias y los de la hermandad que proveen de agua y sombreros de paja a los romeros y que portan las mochilas y otros enseres de quienes hacen el camino a pie junto al Simpecado. Una organización perfecta dentro de un caos aparente.

Con todo listo para empezar de nuevo a caminar, finalizó el acto religioso, cargado de gran intimismo y como es costumbre con una explosión de vivas por parte del presidente, Juan Ferrer, y del hermano mayor, José María Ruiz, "a la hermandad, a los rocieros y peregrinos de Huelva y a la Madre de Dios".

El momento hizo brotar las primeras lágrimas de emoción de la jornada frente a un Simpecado que celebra este año su 75º aniversario y que, cuidadosamente protegido, salió de La Matilla rodeado por una vorágine de peregrinos, la mayoría onubenses pero muchos otros venidos también desde diversos puntos de España. "Nosotros somos de Toledo y de Ciudad Real", confirma un grupo de amigos que se prepara para sumarse a la comitiva. "Venimos todos los años hasta Huelva y allí nos unimos a la hermandad para hacer el camino", cuentan.

En el cruce, breve parada para mirar atrás y despedirse de las vivencias de la pasada noche, tan benigna como ha sido en general todo el camino para la Hermandad de Huelva. "Todo va muy bien", certifica el hermano mayor. "El tiempo está siendo muy bueno y estamos teniendo un camino sin problemas", comenta José María Ruiz, radiante por la jornada que se abría ante la hermandad, que no dudó en calificar como "el día". Así, a paso fuerte, atravesando un hermoso paraje de pinos, arena y retama, avanzó la Hermandad de Huelva hacia su siguiente parada, un par de horas después de salir del lugar de pernocta.

Por el camino, durante el que se recuerda constantemente al peregrino su obligación de cuidar y respetar el privilegiado enclave que está atravesando, tantas situaciones como personas diversas concita El Rocío. Desde mujeres que, arropadas en los carros, se arrebujan unas a otras y aprovechan para descansar tras una noche larga, hasta niños mucho más despiertos que disfrutan de unos días en libertad en plena naturaleza; cantes y bailes desde bien temprano o el silencio de quien va todo el trayecto rezando junto al Simpecado, sólo interrumpido por los sonidos que emiten las bestias.

Se encuentran peregrinos que afrontan el camino solos, meditando una promesa, y otros que lo viven rodeados de familiares y amigos; carros profusamente decorados y otros tremendamente sencillos; romeros que, rendidos, se sientan al borde del camino y juran no poder más, mientras otros sacan fuerzas para llegar hasta Gato, donde les espera el descanso del almuerzo y el sesteo. Desde allí, un último tramo, dicen que el más hermoso, hasta la aldea almonteña, destino final que, por fortuna, un año más, alcanzó la Hermandad de Huelva sin incidentes a las diez de la noche.

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