virgen de la cinta | traslado de vuelta

Huelva arropa a su Patrona

  • Multitudinario regreso popular de la Virgen Chiquita desde la Catedral hasta su santuario

  • Numerosas petaladas y oraciones cantadas acompañan a la imagen durante el recorrido

Decía la oración cantada que "quién fuera rosa temprana para perfumar el camino de mi Cinta Coronada". Y a las rosas se sumaron ayer los nardos, las flores de promesas y la lluvia de un mar de pétalos que inundaron con su aroma el caminar de la Virgen Chiquita. El perfume se contagió con el tenue viento que arrastra septiembre. Lo hizo suavemente con el vaivén lento, poderoso e insaciable de las caderas de los costaleros. Una mecida que hizo navegar un año más a la Virgen de la Cinta en su traslado popular hasta su santuario.

Huelva volvió a sentir un 8 de septiembre. Reapareció una masa de devoción cintera que aglutinó a miles de onubense en torno a su Patrona. La arropó de principio a fin. La quiso como siempre y la rezó como soñó. Lágrimas, oraciones, cantos y vivas se sucedieron en cada latido de plata que crujía bajo sus trabajaderas. Y Huelva, perpetuamente a su lado.

Un cielo de flores de papel engalana parte del camino de vuelta a la Reina del Conquero

El templo catedralicio aguardaba minutos antes de las 19:00 el indefinible nerviosismo de una cita que cerraría los corazones en amor y cariño hacia la Virgen de la Cinta. El paso arriado en el lateral de la Catedral, los costaleros que ajustaban su ropa, la Banda de Música Nuestra Señora de las Mercedes (Bollullos) afinaba sus instrumentos, y los devotos de a pie que esperaban con la calma tensa para vivir otra tarde-noche para el recuerdo.

El grupo Onuba canta a la Virgen de la Cinta antes de su salida.

"Yo soy de Huelva y quiero a Huelva sencillamente porque sí, porque es distinta", fue la primera de las muchas plegarias que se escucharon durante el recorrido. Onuba calcó otro año su devoción por la Virgen de la Cinta, casi a las puertas de la Catedral y ante el embudo humano que no quiso perderse ni un detalle del traslado cintero. El canónico de la Catedral y párroco de La Merced, Víctor Bermúdez fue el encargado de dar la primera levantá. Marcaron las agujas las 19:10 cuando el paso de plata cruzaba el dintel de La Merced. Cuando el brillo de la luz todavía se quiso apaciguar en el rostro de la Virgen. Cuando los cohetes anunciaron la salidad de la Patrona entre vítores y las notas de Corazones Cinteros, que compusiera Abel Moreno.

Bajo un cielo de flores blancas de papel, en las que trabajó el Grupo Joven de la hermandad, la Virgen Chiquita comenzó su caminar envuelta en un abrazo de su gente. Como si quisiera quererla más y más como ocurre cada 8 de septiembre. Colores vaticanos en banderas, guirnaldas y banderolas azul cielo, y balcones engalanado con su imagen fueron las estampas que escenificaron los primeros pasos de la Patrona de Huelva. Siempre con elegancia y el racheo de sus costaleros a las órdenes de José Ramón Romero.

Un ramo de flores le esperaba a las puertas de la Universidad tras cruzar el porche catedralicio. Y para que siguieran los cantos, las sevillanas y plegarias que derramaron más lágrimas y vivas a la Madre de Dios. Todo eran miradas para la Virgen Chiquita, quien desde su paso de plata reflejaba las promesas de los enfermos que esperaban sentados a los lados del recorrido. Reflejaba también los ojos de los niños que la veían por primera vez y las de sus padres, que inculcan desde muy temprano un amor eterno a la Virgen de la Cinta.

La Patrona, a su paso por Las Colonias.

El Paseo de la Independencia se convirtió en un mar de devotos que arroparon a la Patrona en su traslado. Allí, desde varios balcones se escucharon más cantos en honor a la Virgen y el rasgueo aterciopelado y flamenco de la seña de identidad onubense.

El traslado continuó bajo intensas coloridas petaladas como a su paso por la fábrica de harina; y se rememoraron emotivos momentos en su entrada en el Barrio de la Navidad o a su llegada a la parroquia de Los Dolores, donde su Virgen ya espera su soñado momento de recibir la Medalla de la Ciudad. El camino se abrió paso por la barriada del Carmen ante los ojos devotos de sus vecinos y su visita a la parroquia que da el nombre a ese núcleo onubense. El itinerario llegaba a su fin en el Humilladero con la subida hasta su santuario. Una última parada para perderse en el tiempo un año más. "¡Viva la Virgen de la Cinta!".

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