A ti y a la Hermandad de los Judíos
Acariciando a parasceve

Son las 3,44 horas del día 27 de marzo de este 2022, noche de cambio horario, y a pesar de tener mi artículo de opinión para este próximo lunes, escrito, con una temática diferente, ante la insistencia de una persona querida, me vuelvo a encontrar ante una página en blanco, que con alguna que otra palabra, he de entregar en la mañana de este domingo.
¿A qué me refiero con esa insistencia? Pues a la conversación mantenida durante la cerveza y cena de rigor, tras que María Santísima de los Dolores regresara a su casa, el pasado sábado. Conversación que paso a resumir:
Ella: “Te ha gustado lo que has visto y vivido”.
Yo: “Sí, pero ya hablé de vuestro Vía Crucis en un artículo anterior. No me gusta reiterar.”
Ella: “En ese defendías que el Vía Crucis se llevara a cabo con mi Virgen, pero no hablabas de estos dos días.”
Yo: “Pero, ¿de verdad que me vas a hacer que pierda más horas de sueño? …Apenas he dormido estos días”
Ella: “Sí…Sí”.
Y tras esos síes, cincelados con nuestras miradas…va por ti y lo vivido:
Ciertamente, todas las hermandades que han organizado el Vía Crucis Cuaresmal del Consejo de Hermandades, se han volcado en dicho acontecimiento, ofreciéndonos momentos irrepetibles, pero la Hermandad de los Judíos, permitidme esa nomenclatura, coloquial y acostumbrada, ha mostrado un saber estar y una exquisitez, dignas de mención.
Se eligió un maravilloso marco, esa plaza de San Pedro, lugar encantador para la celebración del Vía Crucis, y con ello se ha llevado ese barrio de la Merced a ese barrio alto, para conmemorar la historia que ello conlleva.
El clasicismo y buen hacer de la hermandad se han hecho palpables desde el minuto uno del pasado viernes. A pesar de la salida tardía, ese día, por la presencia de la lluvia, y por ello, el rezo de los seis primeros Dolores de la Corona de los siete Dolores en el interior de la Santa Iglesia Catedral, lo Judíos llegaron al Feudo de San Pedro, cumpliendo con su palabra de rezar el séptimo Dolor en el interior de la ermita de la Soledad, tras la invitación cursada por mi Junta de Gobierno del Santo Entierro. Con prisa, por la presencia del agua, pero con calma regia, la hermandad llegó a la Mayor, con la magnífica educación de visitar cada una de las capillas de las tres hermandades, que en la misma, tienen su sede canónica.
María Santísima de los Dolores, ha lucido radiante con los ternos elegidos para los diferentes momentos de esos dos días. Y, ¿qué decir del altar montado para la reverencia a la Señora? Maravilloso el detalle de esos dos querubines con las medallas que sostenían.
Admirable el hecho de que los portadores de María Santísima de los Dolores no se hayan limitado a los componentes de las cuadrillas de costaleros, sino que han tenido cabida, todos los hermanos y hermanas de la hermandad que desearon tener sobre sus hombros a la Señora, así como algún que otro cofrade ajeno a la hermandad, que pidió portarla. Quizás, en el rezo del Vía Crucis, me faltó “el terminar de aprovechar la novedad”, que suponía este acto, con esta titular mariana, ya que se diluyó un poco ese rezo del Vía Crucis de la Virgen Dolorosa. Pero en todo momento, actitud cercana y sencilla, que es lo que atrae a propios y a extraños…¡Chapeau!
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