Hans Matthöefer, el mecenas teutón de la UGT
El ministro de Hacienda del SPD alemán ideó el programa de trabajo para catapultar al sindicato ugetista · Hoy cuenta con 15.000 afiliados



Cuando el doce de agosto de 1888 veintiséis hombres tomaban asiento en el Círculo Socialista de la calle Tallers de Barcelona, la Cuenca Minera de Huelva explotaba en llamas como aquella tormenta desatada por los odios raciales en Arde Mississipi. La treintena de nombres representaba a 44 sociedades de oficios, aquello a lo que los dictadores y dictadorzuelos llamaron después y despectivamente masones, y a más de cinco mil afiliados de los que 1.391 eran tipógrafos. !Cuánto se escribía (y leía) entonces!
Seis meses habían pasado desde que la Cuenca Minera se levantara contra el imperialismo inglés y contra el servilismo español encarnado en una alternancia que paseaba a Cánovas y Sagasta por los sillones patrios. Aun no sonaba el nombre de Pablo Iglesias Posse, fundador de la Unión General de Trabajadores de España, cuando Huelva ya marcaba el paso de las organizaciones obreras aunque fuera a base de brutal represión sellada a sangre y fuego.
No sería hasta 1911 cuando Pablo Iglesias interviene ante los atropellos cometidos contra los obreros de Riotinto y aterriza por tanto el sindicato en Huelva. Bien lo recuerda en su paseo por la historia de UGT Félix Sancha, que rememora en su libro 'Retazos de Libertad' algo más que los últimos treinta años de actividad. Porque en 1912 se creó aquí una sección de la Federación Nacional de Ferroviarios adscrita a la UGT que amplió su área de acción a Nerva y Riotinto. Casi cien años pues de aquel logro del agitador arocheno Félix Lunar.
Numerosos pueblos como Calañas, El Cerro, Cumbres Mayores y la Cuenca tienen ya sociedades obreras extendidas por cantinas y tabernas al amparo de la lucha socialista.
El desarrollo del movimiento obrero en las comarcas mineras no pasó desapercibido para Pablo Iglesias que dio cabida en su seno a la Federación Minera, un brazo esencial en la historia de UGT que desembocó ya en la democracia en el todopoderoso Soma-UGT. Eran tiempos en los que el sindicato contaba con 13.581 afiliados en la provincia onubense de los que casi 9.000 eran mineros.
La muerte de Pablo Iglesias en 1925 traslada la responsabilidad de UGT a tres figuras de nuevo cuño: Indalecio Prieto, Julián Besteiro y Largo Caballero. Y es precisamente aquí donde surge el divorcio o matrimonio indisoluble, según se mire, que siempre ha perseguido a UGT. Besteiro no es partidario de implicar a UGT en política, al contrario que Prieto y Largo Caballero. Un desacuerdo histórico que ha circulado hasta hoy y que basta con mirar la lista de secretarios generales que UGT ha tenido en Huelva para visualizar la 'historia onubense' del sindicato y su apego o desapego al PSOE. Treinta años de historia reciente cosidos al despacho sindical de Carlos Navarrete, José Antonio Marín Rite y Javier Barrero.
Sancha 'convierte' a Navarrete en el "gran arquitecto" de la creación de UGT en Huelva. Curioso y masón adjetivo. Un Navarrete que es elegido en 1976 miembro de la ejecutiva ugetista en el XXX Congreso Nacional y también consejero de Trabajo autonómico con Fernández Viagas y que solamente diez años después, en 1986, decía que UGT era la única oposición que tenía el PSOE de Huelva, incluso los comparaba con Batasuna. Unos años en los que el sindicato se convierte en trampolín político para una infinidad de nombres onubenses: Montaner, Amalia Periánez, Barreda, Seisdedos, Manuel Eugenio Romero, Pavón o Gaztañaga... Se puede aplicar aquella estrofa de Celtas Cortos que dice: "Recuerdas aquella noche en la taberna del Turco/las risas que nos echábamos allí todos juntos/hoy ya no queda casi nadie de los de antes/ y los que están han cambiado... han cambiado.
Estamos ya, 'cuéntame como pasó', en 1978, año en el que se celebra el primer congreso de la UGT de Huelva. Desde entonces hasta hoy once cónclaves provinciales celebrados y nueve secretarios generales que en algunos momentos parecen sacados del manual de elección de los Reyes Godos por su cortísima y traumática duración.
Los primeros secretarios generales de la UGT de Huelva fueron Aurelio Barreda (1978-1979) y Tomás Seisdedos (1979-1982) que optaron por el camino del PSOE y no por la opción sindical. Una transición que en muchas ocasiones ha ahogado al sindicato en luchas internas que impedían su avance. La UGT de Huelva ya no era en 1978 aquel sindicato fuerte admirado en España y al que Pablo Iglesias visitara en la Cuenca Minera para llevárselo al huerto.
Con la llegada del PSOE y Felipe González al poder en 1982 y la reubicación del cuadro político socialista en la Administración pública se produce precisamente el despegue de la UGT en Huelva. Un metalúrgico llamado Francisco Orta Bueno, afiliado al SPD de Willy Brandt y Helmud Scmith y al poderoso sindicato teutón IG Metal, traductor al alemán de textos y pleitos y líder de la comunidad obrera española en aquellas tierras nibelungas se hacía con las riendas ugetistas. Sus conocimientos alemanes, su experiencia sindical y el apoyo del Partido Socialdemócrata a la causa de González obraron el milagro.
Una obra que tomó cuerpo cuando el ministro de Hacienda alemán, el socialdemócrata Hans Matthöefer, decidió desde su retiro estival en Matalascañas dar cobertura a la UGT onubense a través de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación Ebert).
En un informe realizado para las memorias del ex ministro Matthöefer, se reconoce el padrinazgo alemán de la causa sindical onubense. Una provincia que tenía en 1977 una población activa de 118.000 personas con sectores agrícolas, pesquerías, química y minería importantes y donde la UGT contaba con 2.000 afiliados pero carente de estructuras y mínimos medios.
Las austeras cifras impulsaron a Hans Matthöefer a apoyar un programa de trabajo que comenzó en 1980 con la liberación de cuatro ugetistas, Orta y Antonio Ramírez Almanza, entre ellos, la edición de un boletín y una batería de cursos de formación sindical centrados en el sector metalúrgico, minero y químico.
Los resultados tras aquel apoyo alemán fueron espectaculares. En 1980, UGT aumentó su número de delegados en un 72% respecto a 1978 y se convirtió en el sindicato mayoritario (54%) en Huelva.
Apenas dos años después, en 1982, Huelva se convertía en la provincia española que alcanzó el mayor nivel de voto socialista y con ello modelo sindical como lo fuera ya en 1888, cuando Pablo Iglesias tenía a su sindicato en pañales.
Casi un siglo después se había dado la vuelta a la historia.
En un rinconcito de las memorias de Matthöefer, Orta escribe: "Esta situación, sin duda mejorable, hemos podido conseguirla gracias al trabajo de muchos compañeros, pero muy particularmente a la inestimable ayuda y a los consejos del compañero Hans Matthöefer".
Recogidas las mieles del triunfo el PSOE le pone la proa a la UGT de Nicolás Redondo tras advertir éste que no estaba dispuesto a tolerar más trampolines políticos de nadie y que le desmantelaran el sindicato cada vez que había elecciones. Así que el PSOE de Huelva cambió a Francisco Orta Bueno por otro Francisco Orta, pero Bonilla. Sería para despistar al electorado. El uno, un formado sindicalista amamantado por el SPD; el otro, un desconocido que a partir de ese momento hizo carrera política en la Diputación y en San Juan del Puerto.
Y de ahí a la discordia. Fueron los tiempos en los que el sindicato fraterno le convocó una huelga general a Felipe González, el 14-D de 1988, fecha que por cierto guardaba toda una simbología. Era el centenario de la UGT. La ruptura de Redondo y González estaba consumada y Huelva no fue ajena.
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