Entrenar la empatía sin confundirla con la simpatía

Gente Inteligente

La gente inteligente sabe diferenciar cuándo ser o no simpática y cuándo tomar la decisión de ser empática, y por eso disfruta de relaciones interpersonales de gran calidad

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Huelva/Tener más o menos predisposición a la empatía es posible, y ser más o menos simpática o simpático es igual de posible, y sobre todo es más evidente. Pero la empatía y la simpatía no son la misma cualidad personal. No saber distinguirlas nos resta eficacia en nuestro desarrollo personal, y saber diferenciarlas nos hace mucho más hábiles en las relaciones con quienes nos rodean. ¿Sabe cuál de las dos competencias tiene usted mejor? ¿Sabe cuál es cuál?

Lo oigo bastantes veces. Muchas personas dicen que son empáticas cuando se les pide que se describan. Sin embargo, cuando al ‘soy empática’ le añaden ‘si veo a alguien llorar, lloro’, me doy cuenta de que en realidad no están diferenciando la simpatía de la empatía.

Dos competencias diferentes

La simpatía no es sólo el hecho de ser socialmente ameno o divertida. Con ese significado social lo usamos, es cierto, pero en su sentido más estricto, la simpatía es la habilidad que tiene el ser humano para conectar espontáneamente con otros seres humanos.

Es una competencia muy selectiva. Para simpatizar con otra persona es necesario que exista una valoración previa más o menos consciente de esa persona, tras la que concluimos, o no, que se comparten gustos, estilos, creencias o valores. Esa aprobación, casi siempre mutua, genera una corriente de atracción emocional en la que es muy fácil inundarse con las emociones de la otra persona, y por eso el contagio está prácticamente asegurado.

Es por eso que, cuando vemos llorar a una persona con la que simpatizamos, posiblemente nos inunde la misma tristeza y nos den ganas de llorar también. Sin embargo, la empatía no implica ese contagio emocional, y esa es una de sus mayores ventajas.

La empatía tampoco implica que hagamos valoración o juicios sobre la otra persona, porque no necesita saber si compartimos algo que nos conecte como en la simpatía. Eso nos permite comprender incluso a quien no nos unen valores, opiniones o creencias. Porque mientras el objetivo de la simpatía es conectar, el de la empatía es simplemente comprender, y eso requiere apagar los prejuicios y los sentimientos propios, para percibir con mayor claridad lo que las demás personas piensan y sienten, sin tener que compartirlo y sin tener que contagiarnos emocionalmente.

La empatía implica el hecho de escuchar sin interrumpir los pensamientos de la persona con la que hablamos.
La empatía implica el hecho de escuchar sin interrumpir los pensamientos de la persona con la que hablamos.

Así que la empatía es una decisión que tomamos con el objetivo de comprender de verdad. En eso se parece a la escucha, que tiene debajo la capacidad de oír, pero es la voluntad y el afán por comprender lo que nos lleva a decidir que, además de oír, queremos escuchar.

Ahí encontramos otra diferencia, porque mientras la empatía es una decisión, la simpatía no necesita voluntad, se da de forma espontánea.

¿Qué es mejor y cuándo?

Mi muy añorado Pau Donés lo diría mucho mejor que yo: depende. Hay momentos para la simpatía y momentos para la empatía.

La empatía es uno de los fundamentos básicos de la inteligencia emocional.
La empatía es uno de los fundamentos básicos de la inteligencia emocional.

Para hacer amistades, para ir de viaje o en una fiesta, dejarse llevar por la espontaneidad de la conexión y el contagio emocional suele ser la mejor opción, pero… ¿Se imagina estar en un hoyo emocional y que la persona en la que va a confiar profesionalmente para que le saque resulta muy simpático o simpática con su problema, se contagia y se mete en el hoyo con usted? Necesitarían que una tercera persona venga a sacarles del hoyo, mejor con empatía y sin contagiarse.

Cada competencia tiene su sitio, y el de la empatía es ser una de las habilidades fundamentales de la inteligencia emocional. Es la que nos permite comprender a todas las personas, incluso cuando estamos a años luz de cómo se conducen, qué opinan, en qué creen o cuáles son sus valores. Y por eso no se me ocurre mejor forma de mejorar la convivencia social, de defender la paz mundial o, como mínimo, de mejorar las relaciones interpersonales.

Entrenar la empatía

Si no es usted todo lo simpático o simpática que le gustaría, pruebe a modelar a quienes le rodean que sí lo son, esa es una buena estrategia siempre. Pero empiece entrenando la empatía, porque además de ayudarle a dar los primeros pasos hacia la simpatía, le permitirá mejorar su forma comunicarse, la calidad de sus relaciones personales y profesionales, su estilo de liderazgo, su habilidad para trabajar en equipo, y muchas cosas más.

Y para afilar su empatía, céntrese en escuchar sin opinar, sin interrumpir y sin pensar en cómo responder. Entrene con las personas más cercanas. Ponga conciencia en su escucha, sin prejuicios, sin suposiciones. Simplemente escuche. Le puede venir bien tirar de reloj y marcarse límites como cuánto esperar para interrumpir o para intervenir, por ejemplo.

Además, ejercite mucho la observación, especialmente de la conducta no verbal de las personas: sus tonos de voz, sus gestos, sus posturas, sus silencios, sus miradas… Ya sabe a qué dedicar un poco de tiempo la próxima vez que se vea esperando en una cola. También le puede venir bien leer algún libro de lenguaje no verbal, ni se imagina lo divertido que será a partir de ahora el transporte público.

Puede entrenar su empatía también refrenando sus ganas de aconsejar, sermonear o sentar cátedra cuando otra persona le cuenta lo que le pasa. Evite en su lenguaje los ‘tienes que’ y los ‘deberías’. Sólo eso, ya obra maravillas.

Y aprenda a preguntar por las emociones más que por los hechos. Mejor un ¿cómo te sientes? a un ¿qué has hecho? o un ¿qué quieres hacer? Y descubra el poder de un ¿qué tal estás? sincero, que es el que va seguido de silencio suficiente para permitir que las personas se expresen con libertad. Después de esto, si además es usted simpático o simpática, ¡gracias!

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