Huelva

Gente Inteligente: Menos prejuicios, más comprensión, más comunicación

  • Para ver y entender más en la vida, además de mirar mejor, es necesario controlar la cantidad de juicios de valor que hacemos, para predisponernos menos y comprender más

  • ¿Sabemos dar malas noticias?

Gente Inteligente: Menos prejuicios, más comprensión, más comunicación

Seguro que ha escuchado alguna vez eso de que ‘vemos lo que esperamos ver’. Los mapas mentales que generamos nos condicionan y filtran la realidad que percibimos, y también nuestras creencias. Es decir, que ‘su’ realidad es el producto de pasar lo que usted oye, ve o siente por esos mapas y por su sistema de creencias, que son todos esos pensamientos que ha adquirido a lo largo de la vida y que muchos ya ni siquiera recuerda que tiene, pero ahí están. Por esos, entre otros factores, su realidad no es exactamente la misma que la de otras personas, y por eso, es importante no prejuzgar tanto. Hoy le traigo algunas estrategias para conseguirlo.

Sus creencias pueden ser más o menos profundas, y cada cual tiene las suyas propias como ‘La familia es lo más importante’, ‘La amistad es para toda la vida’, ‘El trabajo implica esfuerzo’, ‘El éxito sin esfuerzo no es valioso’, ‘La ignorancia es más cómoda’, ‘Las mujeres son complicadas’, ‘Los hombres son de instintos primarios’… Hay también creencias más cotidianas, pero igual de poderosas, como ‘Llegar tarde es desinterés’, ‘Las personas que se cuidan mucho son superficiales’, ‘La gente con perro es más solidaria’, ‘El verano es más divertido’, ‘Las aplicaciones de citas son para gente desesperada’… Y así, miles y miles de pensamientos, algunos muy importantes y otros más livianos, más o menos conscientes, todos mediatizando su realidad, pero no todos ciertos.

Además del sistema de creencias, tenemos los mapas mentales, con los que nuestra mente selecciona lo que percibe buscando siempre darle a usted la razón. Y esta capacidad que le hace más efectivo o efectiva, porque selecciona lo que más le interesa, es una de las peores trampas que nos ponemos sin ayuda de nadie. Y es que, si usted piensa que va a tener un día de mierda, adivine lo que va a ver sobre todo ese día… Exacto, todos los ‘marrones’ que le den la razón a su pensamiento.

Es como si lleváramos una gafas muy tupidas, cada cual la suyas, haciendo difícil que veamos lo mismo. Y, sin embargo, eso es justo lo que esperamos, que ante ciertos desencadenantes o estímulos las demás personas se sientan como nos sentiríamos, digan lo que diríamos o hagan lo que haríamos. Eso complica la comprensión y la comunicación. Por eso, ser capaz de matizar los filtros, e incluso eliminar los que no nos apoyan o descubrimos que no son ciertos, es lo que más poder nos da para influir en nuestras vidas, y, sobre todo, lo que más nos abre los ojos en las relaciones con las demás personas. En menos palabras: para ver y entender más, hay que presuponer menos.

Cómo evitar los juicios

Lo primero es darse cuenta de cuántos hace y cuándo. Va a necesitar observarse y escucharse muy bien, lo que de hecho puede representar un reto muy alto para muchas personas, porque no tenemos demasiada costumbre de hacerlo. Sin embargo, es muy edificante coger lápiz y papel y registrar sus pensamientos, al menos durante una semana. Identifique en qué situaciones tiende usted a juzgar más a las demás personas. Guíese reflexionando sobre los momentos de cada día en los que no se sintió del todo bien, le ayudará a identificar los pensamientos que le hacen daño.

Lo segundo: piense si eso que le está molestando de otras personas está conectado de alguna forma con usted y su propia forma de ser. Muchas veces, más de las que pensamos, nos miramos en el espejo de quienes nos rodean, y muy en el fondo proyectamos carencias propias o ciertas envidias: de aspecto físico, de personalidad, de conductas… ¿Por qué le molesta realmente? Sea honesta u honesto.

En tercer lugar, aunque parezca obvio, merece la pena recordar que para evitar juicios también hay que evitar darles pábulo. No dé credibilidad demasiado rápido a los rumores o chismes malintencionados que le puedan contar, e incluso procure ponerlos en duda de forma evidente a quien se los cuenta.

Como cuarta propuesta para evitar los juicios, le sugiero que pregunte mucho más. Las personas demasiado críticas suelen preguntar poco, y escuchar menos. Así, si se atrapa llegando a conclusiones poco fundamentadas, pregunte: ¿qué quieres decir realmente?, ¿cómo debo entender eso?, ¿qué significa para ti eso que dices o eso que haces?

La quinta pauta a tener en cuenta es entrenar su capacidad para observar el lenguaje no verbal de las personas. En nuestros gestos, nuestro tono de voz y nuestras posturas es donde más claramente comunicamos nuestro mundo emocional. Téngalo en cuenta tanto o más que las palabras que escucha.

En sexto lugar, practique la empatía y piense cómo actuaría usted o qué diría en una situación parecida a la que está enjuiciando, o compárela con reacciones diferentes que pueda haber conocido de otras personas. Tener en cuenta más opciones le ayudará a aumentar su capacidad comprensiva.

Y, por último, en el mágico número siete, le propongo lo más efectivo de todo: busque lo que le acerca a esa persona que le inspira el juicio. Encuentre similitudes con ella, varias a poder ser y por muy complicado que le parezca: yo también reaccioné parecido en tal ocasión, yo también tuve problemas con mi forma de hablar en tal otra, a mí también me costó superar algo, yo también me equivoqué… Desarrolle así la poderosa autocompasión de reconocer sus propios errores y defectos, que los tiene. Esa autocompasión le ayudará a ser más compasivo o compasiva, y a entender mejor.

En síntesis, busque cómo poner en duda sus prejuicios, hágalo de forma consciente siempre que pueda, y deje que el resto lo haga el tiempo. A veces no es necesario preocuparse tanto, sino permitir que las cosas simplemente pasen y, entonces sí, ocuparse. Sin prefijos, sin prejuicios.

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