Fallece Pedro Gamero

OBITUARIO

Eduardo J. Sugrañes

10 de noviembre 2017 - 02:06

Pedro Gamero Luque llegó a Huelva en los años cincuenta, cuando aquí todo era una gran efervescencia con la creación de la nueva Diócesis. Por ahí están las fotos de los jóvenes curas que recién salidos del Seminario se apuntaban a este gran proyecto de la mano de Pedro Cantero Cuadrado, primer obispo de Huelva. Nacido en Estepa (Sevilla), en 1927, cursó estudios eclesiásticos en el Seminario hispalense, donde fue ordenado presbítero en 1951.

Un largo y fructífero recorrido en este tiempo y durante una larga vida de 90 años. La mayor parte de su apostolado lo dedicó a la parroquia de San Sebastián, llegó en 1960 prácticamente cuando comenzaba a andar. Lo mismo que un barrio joven y moderno, de una Huelva que dejaba las casas de vecinos y los corralones. Un barrio de familias jóvenes y era el cura de nuevas generaciones de onubenses que crecían al amparo de la parroquia del Patrón de Huelva. Nacidos en el hospital Manuel Lois El Agromán y bautizados en la parroquia de San Sebastián. Una vida dinámica en torno a los salones parroquiales, a las actividades de los grupos y a la de las dos hermandades, la de Mutilados y Estudiantes. Estuvo en Arroyomolinos de León y en Trigueros y fue profesor del Seminario y del Colegio Francés. Cuando en 1992 deja la parroquia es nombrado canónigo mayordomo emérito de la Santa Iglesia Catedral de Huelva. En 1994 es asistente eclesiástico de la Hermandad del Rocío de Huelva y está junto a ella en proyectos importantes.

A partir de 2001 vive una etapa muy distinta en un lugar tan especial como es el santuario de la Cinta, como el mejor de los retiros posibles. Acompañó al Patrón de Huelva en su etapa de párroco y desde 2001 a 2015 junto a la Patrona de la ciudad, Nuestra Señora de la Cinta, a la que ayer se le encomendaba en este tránsito.

El obispo de Huelva, José Vilaplana, presidió ayer en la Catedral su funeral y recordó cómo hacía tan solo unos días lo visitaba y le dijo que ofrecía su sufrimiento por la Iglesia Diocesana y les trasmitía a todo el presbiterio la gratitud por acompañarle durante estos años y le encomendaba que les felicitara. José Vilaplana recordó que se lo dijo con entusiasmo y emoción, sabiendo que eran sus últimos días. Le recordó que era filósofo, una persona de inteligencia fresca y de una mente abierta, que ayer se encontraba con la esperanza final cuando en la Catedral se escuchaba el Resucitó. Descanse en paz.

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