Fallece Carmelo Romero Núñez, alcalde de Huelva de 1974 hasta 1979
Obituario
Fue el impulsor del Plan de Ordenación Urbana que ha permitido el desarrollo urbano.
El día 2 de noviembre falleció en Sevilla, donde residía desde hace más de 20 años, Carmelo Romero Núñez, quien fue alcalde de Huelva desde 1974 hasta 1979.
Era licenciado en Derecho y corredor colegiado de Comercio (hoy equivalente a Notario), ejerciendo la profesión primero en Ayamonte, donde dejó infinidad de amigos y todavía se le recuerda y aprecia. Posteriormente ejerció en Huelva, donde se caso con la onubense Inmaculada Domínguez-Roqueta, y por último ejerció en Sevilla hasta su jubilación.
Había nacido en Cañaveral de León en el mismo límite de Huelva con Badajoz y quizás ese hecho le suponía una magnífica combinación entre la alegría andaluza y la sobriedad y sencillez de extremadura.
Era un hombre simpático, extraordinariamente humano, sencillo y profesional y, sobre todo, de una bondad a prueba de bomba y, al mismo tiempo, lo que es poco común, con una gran inteligencia práctica, pues podíamos decir en el lenguaje coloquial "que las cogía al vuelo".
No era en absoluto político y cada vez que en una reunión salía el tema o se marchaba o con una broma, pues era hombre de gran sentido de humor, relajaba el ambiente y acababa con la discusión.
En 1974 no tuvo más remedio que aceptar (y soy testigo presencial) la Alcaldía de Huelva a instancia de su gran amigo el gobernador Matías Valdecanto, coincidiendo con la etapa de transición política que se tuvo que tragar enterita sin generar grandes problemas, ni con los unos, ni con los otros.
Ejerció su profesión dedicándose al Ayuntamiento como si en el resto del país no sucediera nada, y así pudo llevar la ciudad adelante coincidiendo además con una etapa de fuerte crisis económica.
Fue el impulsor del Plan de Ordenación Urbana, que ha sido con la continuación de los que le sucedieron el eje central que ha permitido el desarrollo urbano convirtiendo a Huelva casi de un pueblo grande algo destartalado a una capital cómoda y moderna.
Era un hombre honesto, que jamás perdía el sentido de la realidad y de la oportunidad, sabiendo estar en su sitio huyendo de falsas complicaciones sociales y sin el menor atisbo de vanidad.
A los pocos meses de estar en Huelva, visitó por primera vez nuestra ciudad el Rey don Juan Carlos, que también casi estrenaba cargo. Carmelo le soltó un discurso bastante reivindicativo para la época, que fue muy bien acogido incluso por los sectores más progresistas, entonces absolutamente antimonárquicos. Durante el almuerzo oficial, el Rey le invita a que le acompañara en helicóptero a Río Tinto y Aracena, y Carmelo, que no perdonaba una siesta por nada en el mundo, "calculó bien los tiempos" y mientras el Rey estaba en La Rábida, Palos y Moguer, se escaqueó, se echó su siesta y, ya totalmente despejado, se fue a Moguer y siguió la jornada real.
La única vez que se perdió la siesta fue el día que mi mujer tuvo un grave accidente de circulación, lo que no olvidaré nunca. Decía de broma que la siesta debía estar recogida como un derecho constitucional y muy especialmente en el Estatuto de Andalucía.
Siempre veía el lado bueno de las cosas y jamás se arrugó en situaciones extremas. En los momentos más difíciles solía salir adelante con una feliz ocurrencia. Un día le fueron a ver representantes de una barriada extrema para decirle que por las noches les robaban gasolina y que mandara a una dotación de municipales. Carmelo les contestó que lo haría, aunque después a los ladronzuelos le tuvieran que dar la laudeada.
Ante la extrañeza de los visitantes, les explicó que si a los terroristas de ETA, Grapo y de otras organizaciones de la época y a los grandes delincuentes comunes, se les había puesto en libertad, algunos chavales que cogían dos litros de gasolina para dar un paseíto con su novia, había que premiarlo de alguna forma.
Fue también ejemplar y sin ningún tipo de incidente entregó el poder a la nueva Corporación (con una gran mayoría de izquierda por cierto) elegida democráticamente en las primeras elecciones municipales en marzo de 1979, lo que le he oído comentar a varios de ellos.
Su larga enfermedad la llevó con el optimismo y ausencia de molestias a terceros, como siempre había sido el norte de su vida.
El entierro fue una auténtica manifestación de afecto y cariño, donde se unieron el recuerdo del amigo perdido junto a muchos sevillanos y onubenses, amigos de otros lugares donde por distintas razones lo querían y había dejado su impronta de hombre de bien, sencillo y cordial.
3 Comentarios