Emilio Molero Monís o los sones de la ría (I)
Historia menuda
Tuvo que ponerse a trabajar al morir su padre y con once años dio su primer concierto en una sala de fiestas de Cardeñas l En los años 40 estaba considerado uno de los mejores pianistas de Andalucía
EMILIO Molero Monís nació en la onubense calle José Nogales, 8 el día 15 de julio de 1914, en el seno de una familia bien acomodada económicamente, formada por Fidel Molero Soto, industrial, nacido en 1872, y Lucrecia Monís Quintero, que vio la luz en Huelva tres años más tarde. De esta unión nacieron, además de Emilio, Elena (1906), Rafael (1910), Isidoro (1911) y Concepción, que era la benjamina, todos de Huelva.
La saga de los Molero Soto estaba muy bien posicionada en la sociedad huelvana. Así, a través del diario La Provincia del lunes 26 de julio de 1920, vamos a conocer datos de su tío Emilio, a través de la información alusiva a su fallecimiento:
"A las seis de la tarde, falleció en nuestra capital don Emilio Molero y Soto, encargado que fue durante muchos años del depósito de minas de San Miguel. El finado, por sus excelentes dotes de inteligencia y probidad, gozaba de general aprecio tanto en dicha mina como en Huelva…".
Cuando apenas tenía 7 años, la Parca visita la casa del niño Emilio: el día 15 de julio de 1921, a los 11 años de edad, fallece su hermano Rafael. El diario La Provincia se hacía eco del fatal desenlace ese mismo día:
"Esta tarde falleció víctima de larga y penosa enfermedad el joven don Rafael Molero Monís hijo del conocido y acreditado industrial de esta plaza, don Fidel Molero Soto".
Emilio Molero no tuvo por la música una predilección decidida hasta los 9 ó 10 años. Y es que a los 10 años no se tiene predilección por nada que no sea jugar. El que diga lo contrario es un pedante. Pero, poco después, de improviso estalló su afición por la música con vehemencia y decidió dedicarse en cuerpo y alma al arte musical, enseñándole un maestro, del cual ignoramos su nombre, a tocar el piano, instrumento que fue su inseparable compañero. Después, sufría periódicos exámenes de solfeo y piano que, dado su tesón, eran superados en Sevilla con las notas más elevadas.
Con muchas penalidades, ya que su padre falleció cuando tenía 11 años de edad, con voluntad y trabajando enormemente en otros quehaceres ajenos a la música, empezó a estudiar la técnica pianística y el solfeo y llega a tener una preparación sólida, que luego la aplicaría a múltiples facetas musicales.
En el libro de Domingo Martín titulado Callecedario nos dice su autor:
"… Enamorado de la música clásica, soñaba con ser concertista, pero la muerte de su padre y los problemas económicos de la familia le hicieron ponerse a trabajar a los 11 años dando su primer concierto en una sala de fiestas situada en la barriada de Cardeñas…".
Los primeros éxitos que tuvo Emilio Molero los vivió formando parte de la Orquesta de Conchita Piquer.
Con respecto a lo que hizo o dejó de hacer Emilio Molero Monís durante la guerra civil española sólo tenemos información de que continuó sus actividades musicales, en gran parte de ella, dirigiendo a aquella cohorte maravillosa como fue La Tarumba, constituida en nuestra capital en el verano de 1936 y cuya primera actuación la tuvo en octubre del citado año en la bella localidad de Ayamonte. Este grupo, del que formaban parte varios jovencísimos enamorados de la Cultura, como el poeta Rafael Manzano (1917-1998), el ilustrador y dibujante Julio Pérez Palacio, el excelente periodista huelvano Francisco Montero Escalera (1899-1935), el pintor José Caballero (1915-1991), el gaditano Sancho Dávila y Fernández de Celis (1905-1972), Manolo de la Corte… tejió su leyenda con sus célebres representaciones llamadas Pliegos de Romance que representaron en diversas localidades onubenses.
Este grupo le propuso a la escena andaluza y, por extensión, a la nacional, una nueva expresión, en la que se incluían diversos artes y en la que sus miembros no se olvidaban de la realidad en que vivían. Los miembros de La Tarumba captaron de inmediato que colectivamente, aunando esfuerzos y saberes, podrían lograrse con más facilidad los objetivos culturales que individualmente.
Y termina la contienda. En aquellas fechas, en nuestra opinión, los pasodobles y otros bailables le hacían mucho daño a la música española: primero, porque los músicos serios se sentían atraídos por los monetarios beneficios de las salas de baile y no se adentraban en la música grande y seria y segundo, porque los musiquillos sin consistencia se refugiaban en los sones populacheros y desviaban el gusto del público. En contrapartida, ¡cuántas noches maravillosas pasó bailando una juventud que necesitaba alejarse, aunque fuera por unas horas, del ambiente de pobreza que se enseñoreaba de Huelva durante los años de la postguerra!
Pero sigamos con la biografía del maestro: En los años 40 del siglo pasado, Emilio Molero estaba considerado como uno de los mejores pianistas de esta parte sureña andaluza. Junto al maestro Fulgencio Prat y Primitivo Lázaro formaban un trío que alcanzó grandes éxitos. Emilio Molero no se lo pensó: a partir de 1941, y durante muchos años, dedicará plenamente su carrera de pianista y sus dotes de dirección a la Orquesta que estaba constituyendo en aquellas calendas y que llevaría su nombre, se llamaría Orquesta Molero. Pronto debutaría en aquella época de La Terraza en donde brillaban astros rutilantes de las variedades musicales como la Orquesta Alaska, El negro Rafael, Aldey, simpático y popular humorista español; Antoñita Márquez, notable bailarina; Alí de la Rosa, gentil canzonetista; la hermosa vedette española, Mary de Soto y… Antonio Machín, divo entre los divos, al que le tocó el 7 de junio de 1945 en La Terraza. En este sentido, el maestro Molero, generoso hasta el desprendimiento y amigo de los amigos en un grado casi inconcebible en el mundillo artístico, cosechó amistades con figuras de la categoría de los ya citados Antonio Machín y Concha Piquer, con Macarena del Río, Marifé de Triana, Lola Flores, Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Pilarín Tavira, Maruja Flores, Maruja Gracia… Pero, sigamos con el célebre conjunto musical. En la Orquesta Molero tocaban nueve músicos, como se llevaba entonces. Así, actuaba además de Molero al piano, Mier (violín y saxo), Medel (trompeta), Pepe Vélez (saxo), Pepe Guerrero(contrabajo), Fernando Vargas (batería), Pepe Chenoll (trombón)... Como vocalistas Pepe Vázquez, Salvador Urreta y Manolo Sosa. En los años 50, poco a poco fue entrando el órgano eléctrico, el saxofón, la guitarra eléctrica y comenzaron a imponerse los nuevos ritmos.
Durante estos años, Emilio Molero simultaneó sus actuaciones con algunas composiciones. Así, el día 6 de marzo de 1946, el diario Odiel hacía hincapié en sus páginas de la presentación de una de sus creaciones:
"Esta tarde se presentará ante el público de Huelva, el espectáculo Romances, fantasía lírica original de nuestros queridos colaboradores Domingo Manfredi y Alejandro Wilke, con música del maestro Emilio Molero, en el que harán su presentación como estrellas las artistas onubenses Maruja Flores y Marujita Gracia, con la colaboración de los más destacados artistas de Sevilla y Huelva. Dada la valía literaria de los autores esperamos que el estreno de Romances constituya un gran éxito en el mundillo artístico de nuestra ciudad, con resonancia en el ámbito teatral de toda España…".
Al día siguiente, el mismo cauce informativo proclamaba el éxito de Romances:
"No vamos a decir, porque parecería interesada la información, que Romances es algo extraordinario; pero sí podemos asegurar, como si Mandredi y Wilke no fueran de Odiel, que lo que ayer vimos supera a muchas cosas similares que, con elementos profesionales, van por los escenarios el mundo…".
El día 19 de abril de 1960, el diario Odiel anunciaba que, el día anterior, había fallecido en nuestra capital, Lucrecia Monís Quintero, a los 75 años de edad. Este fallecimiento supuso un duro revés para Emilio Molero, ya que a su madre la tenía puesta en el relicario de sus amores.
Emilio Molero no sólo actuaba en nuestra capital, en el Círculo Mercantil y Agrícola, en las casetas de las Fiestas Colombinas y de la Feria de la Cinta, sino que también se desplazó a Punta Umbría, al salón que se situaba junto al viejo muelle; Isla Cristina, Ayamonte, al Club Raúl y a todas las ferias de los pueblos onubenses, algunos sevillanos y gaditanos, Portugal (Molero siempre recordaba los Carnavales de Lisboa donde disfrutó de un ambiente excepcional), Marruecos, Alemania, Hispanoamérica (en Puerto Rico estuvo una larga temporada), en el resto de España… Centrándonos en estos lares, podemos afirmar que todos los pueblos de la provincia contaron con la presencia del conjunto melódico onubense. La Orquesta Molero, con la que obtuvo éxitos de público y críticas muy lisonjeras para su labor, cesó en su actividad en septiembre de 1978.
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