Juan Pérez : "Lo mejor que me ha dado Los Cuartelillos son los amigos y sentirme tan querido"
Entrevista
Tras cincuenta años tras la barra de uno de los bares más emblemáticos de la capital, Juan se jubiló y se ha dedicado a la divulgación de la cultura onubense.
Enamorado de Huelva, la lleva siempre por bandera y es uno de los más fieles defensores que tiene nuestra ciudad
Juan Antonio Pérez Diaz, más conocido como Juan el de Los Cuartelillos. Entrevistarle en La Temporada, local adyacente a Los Cuartelillos y fusionado con él, ha sido un movimiento arriesgado. Son apenas las diez de la mañana y el barrio respira vida. Gente que llega a tomar un café, otros que van y vienen de hacer compras y otros que simplemente pasean. Todo el que cruza esta acera tiene un saludo, un gesto o unas palabras de cariño para Juan. Y es que cómo el mismo dice, es el tito de media Huelva. Los 50 años que ha pasado tras el mostrador del bar que le vio crecer le han reportado una cantidad ingente de amigos y conocidos que, con el tiempo y el roce, se han convertido en sobrinos. Hoy son sus sobrinos, los de verdad, los que continúan el legado de todo un emblema de Huelva, Los Cuartelillos. Esta taberna en las lindes del Barrio Obrero ha sido durante años el punto de encuentro de muchas generaciones, que han crecido y compartido momentos en torno a un tercio bien frío. El bar ha sido su vida. Huelva su amor verdadero. Su colección de 40 camisetas con motivos onubenses así lo avalan. Firme defensor de todas las causas que luchan por esta ciudad, en el balcón de su casa, justo arriba de Los Cuartelillos, ondean dos banderas, una de la lucha contra los fosfoyesos y otra en la que puede leerse SOS Cabezos. Una casa que, cómo él cuenta, está llena de cuadros, todos ellos de pintores onubenses. Porque el arte y la cultura de esta tierra son su otra gran pasión. Habla de la cultura onubense y a través de sus ojos parece tan bonita que dan ganas de sumergirse en ella por completo, de conocer lo que en muchos casos se ignora, se pasa por alto o no se valora lo suficiente.
-Juan, ¿cómo se siente habiendo sido parte fundamental y precursor de uno de los sitios más importantes no solo de la hostelería onubense, sino de la sociedad de Huelva en general?
-Yo me siento muy afortunado por el reconocimiento de la gente. Soy millonario en amigos. Me están reconociendo la labor que he realizado durante tantos años en el bar y ahora desde mi jubilación. Me han hecho ya tres homenajes en vida.
-¿Cuándo se convirtió Los Cuartelillos en lo que todos conocemos hoy en día?
-A partir del año 79 u 80. Cuando yo estudiaba magisterio empecé a traerme a los estudiantes, y poco a poco empezaron a venir chavales jóvenes. Los Cuartelillos era una taberna, había cuatro mesas chiquititas, donde se ponían los viejos a beber su botella de vino, y la gente empezó a irse al muro. Se corrió la voz y el boca a boca hizo que cada vez viniera más gente. Aquí se estaba de puta madre. Con un entorno idílico, patrimonio artístico nacional, como es el Barrio Obrero, buenos precios, buena calidad y la cerveza super fría. Además yo siempre he tenido la buena costumbre de que la gente aquí se sintiera como en casa. A mí me encanta llamar a la gente por su nombre.
-¿Es eso lo que hizo de este un sitio emblemático?
-Sí. El secreto era que los clientes, que más que clientes siempre han sido conocidos o la mayor parte amigos, se sintieran cómodos y estuviera a gusto. La gente podía llegar sola, pero nunca se iba sola. Aquí las mesas se compartían. Si en el muro había 300 personas en un día normal, éramos como una gran familia, nos conocíamos todos. Pero también quiero hacer mucho hincapié en que gran parte y la artífice fundamental de Los Cuartelillos fue mi madre Salomé. Mi padre era el cabeza visible, pero el alma mater de Los Cuartelillos siempre ha sido ella, con sus tapas cojonudas. El chef más reputado que haya en España no le llegaba a mi madre ni a la altura de los zapatos. Y no es porque fuera mi madre, lo decía todo el mundo, tenía una mano especial para la cocina. Siempre ha sido una trabajadora nata, llevaba el trabajo del bar y de su casa adelante.
-Pero llega un día en que el muro que tan popular había hecho el bar se convierte en un problema, ¿no?
-Me lo prohibieron porque al haber tanta gente, hizo efecto llamada a gentuza. Me refiero a los canis, los burracos, a los coches discoteca… Esa gente ni siquiera entraban al bar, pero se fue generando otro tipo de ambiente. Hubo un altercado entre dos personas y el dueño de la casa de enfrente, y desde la Asociación de Vecinos se dio parte al Ayuntamiento. Entonces, como está prohibido beber fuera de los sitios habilitados, los veladores, empezaron a ponerme sanciones y se prohibió beber en el muro. De eso hace once años.
-Parecía que sería el fin de Los Cuartelillos, pero aquí sigue...
-Así es. Los Cuartelillos ha tenido sus altibajos, como todos los negocios, pero hemos sabido resurgir cual ave fénix. Hemos tenido tres épocas muy malas pero, a pesar de que nos quitaron el muro, teníamos los veladores. Yo pedí una ampliación de veladores y la gente se trasladó allí. Hasta ahora. Ya la cosa ha cambiado mucho. Hemos pasado la pandemia, pero seguimos para delante, Resistimos ahora con la tercera generación cuartelillera, mis sobrinos Juanjo y Alberto, que son quienes llevan ahora La Temporada y Los Cuartelillos. Mi otro sobrino, Gonzalo, y mis hermanas Salomé y Manolita también han sido fundamentales y me han ayudado muchísimo.
-¿Cómo ha cambiado Los Cuartelillos desde esos años del muro hasta ahora?
-Ha cambiado mucho. Sigue conservando el nombre, y todo lo emblemático pero ya no tiene nada que ver con lo que era antes, obviamente. Sigue siendo un sitio de referencia en Huelva. Sigue viniendo gente. Por aquí han pasado cinco generaciones de personas, de hecho incluso tengo una fotografía de cuatro generaciones juntas. Ya no es el mogollón de gente que había antes pero seguimos. Seguimos poniendo buena calidad, buena cerveza, su famoso montadito de carne mechá que es emblemático. Cuando nos entregaron el Solete de la Guía Repsol, la referencia decía que el montadito de carne mechá de los cuartelillos es patrimonio de Huelva, y así es.
-Fue el artífice de los famosos Martes Cuartelilleros, ¿Cómo surge esa tradición?
-Mi madre era una persona que le gustaba siempre tener en casa flores naturales, y los martes pasaba por aquí un señor empujando un carrito vendiendo flores. Yo le compraba todos los martes dos ramos de clavellinas y media docena de claveles. Y uno de esos martes estaban aquí unas amigas mías, así que le dije al hombre que me diera un ramo más de clavellinas y se lo regalé a ellas. Al martes siguiente había más mujeres aquí y volví a regalarles clavellinas a todas. Así poco a poco se convirtió en una tradición. Por eso es lo de los Martes Cuartelilleros, por que es cuando pasaba el hombre con las flores. De esto hace ya camino de los 37 años y solo se ha roto el año duro de la pandemia, el 2020. Ya mis sobrinos han vuelto a retomarlo. Antiguamente era muy raro que las mujeres pisaran las tabernas, eran un sitio de hombres. Poco a poco fue cambiando, afortunadamente, y ahora le hemos dado la vuelta a la tortilla, hay mas mujeres que hombres en los bares.
-Sin embargo en el momento de corrección política que vivimos actualmente, hay gente que puede pensar que tiene una connotación machista, ¿qué opina?
-No tiene ninguna connotación. Tu le das una flor a una mujer y al 99% le agrada. Hay un 1% que no le gusta por el motivo totalmente lícito que sea. Sin embargo tu le das a un hombre un clavel y no le suele gustar. No se si eso es lo que lleva la connotación machista como diciendo “que yo no soy ninguna mujer”, pero no les agradaba. Hay algunos hombres que sí les ha gustado y se les ha regalado, pero normalmente ha sido a las mujeres. ¿Lo único que le agradaría a todo el mundo? Que les invitara a una cerveza, pero claro, los negocios están para negociar.
-¿Qué es lo mejor que le ha dado Los cuartelillos?
-La cantidad de amigos y el orgullo de sentirme tan querido. Una satisfacción personal impresionante. Sobre todo el cariño de la gente.
-¿Y lo peor?
-Ha habido muchas rachas malas. Yo he tenido mis momentos muy malos, he estado metido en todas las vorágines que ha habido. Pero siempre procuro quedarme con las cosas positivas. Porque si te ha pasado algo malo y te han dado palos, al final te queda la gente con la que sabes que puedes contar. ¿Que he tenido cosillas malas? Sí. Pero me quedo con la cantidad inmensa de gente que me ha apoyado y ha estado a mi lado. Yo he estado trabajando 50 años detrás de un mostrador, y no de un mostrador cualquiera, y eso físicamente te pasa factura. Todos los excesos que cometes cuando joven, arrastrar cajas de tercios, subir barriles… han hecho que tenga la espalda jodida, la circulación de las piernas y otros achaques. Sin embargo me quedo con lo bueno.
-Hace poco más de dos años se jubila y decide darle un cambio a su vida, ¿Cómo ha sido?
-Sí. Me he enfocado en la cultura, lo que me ha gustado siempre pero que el bar no me permitía hacer porque yo echaba un promedio aquí de 14 y 15 horas diarias. Cuando terminaba, entre hacer compras y preparar cosas para el día siguiente, no tenía vida. Por aquí ha pasado todo el mundo cultural de Huelva. Todos los grandes pintores, escritores, poetas… Yo en mayor o menor medida me he hecho amigo de ellos, los conozco a todos. Y desde que me he jubilado he ido ampliando ese círculo de amistades en el mundo cultural. Hice magisterio por Historia del Arte y cuando cogía vacaciones e iba de viaje por el mundo en todos los sitios lo primero que hacía era visitar los museos. Yo no pinto, no soy escritor, pero me encanta el arte y me encanta leer.
-¿Qué le parece el trabajo de la concejalía de Cultura de Huelva?
-El concejal Dani Mantero es amigo mío y me parece que está haciendo una labor bastante buena. Es digno sucesor de mi gran amiga Elena Tovar, que tiene gran parte de “culpa” del levantamiento de la cultura en Huelva. Ambos son amigos míos desde hace muchos años. Me parece muy encomiable la labor que está haciendo y está muy bien asesorado.
-¿Qué tiene que decir de Cantera Cultura?
-Es un grupo que se dedica a la gestión cultural que conocí cuando me jubilé, y desde el minuto en que me enteré que estaban haciendo cositas empecé a ir a todo. Conciertos, presentaciones de libros, recitales de poesía... Iba a todo y lo divulgaba. A raíz de eso empezamos a conocernos y ellos me propusieron que los apadrinara. Yo encantadísimo, para mí es un placer. Ellos me han regalado la camiseta que llevo puesta totalmente personalizada y en la que aparece todo el grupo. Cristina la presidenta, José Luis Pavón, Martina, Rocío Gálamo y Luna. Yo no soy gestor cultural ni nada de eso, lo que hago es apoyarles en todo lo que hacen. Ahora están empezando a hacer unos estatutos para constituirse oficialmente. Todo se hace por amor al arte, nunca mejor dicho. Han traído a gente muy válida a Huelva y hacen una labor muy necesaria.
50 años de barra
Juan Antonio Pérez Díaz nació en Bonares, el 31 de mayo del año 1955. En el año 1957, cuando tenía 17 meses sus padres se vinieron a Huelva y montaron Los Cuartelillos en barrio del Matadero, en la esquina de la antigua calle Moguer con la calle Valverde. Una pequeña taberna de barrio en la que su padre servía el vino que el mismo vendimiaba de un pequeño terruño que tenían en Bonares, y su madre cocinaba las tapas más típicas, pero más exquisitas de todo el barrio. En el año 1974 el bar se trasladó hasta donde está hoy en día.
Juan trabajó durante 50 años en Los Cuartelillos, un establecimiento que consiguió convertir en todo un icono de Huelva. Sin embargo su verdadera pasión es el arte y la cultura. Estudió magisterio por historia del arte y ahora, una vez jubilado, dedica su vida a la divulgación de la cultura onubense que tanto ama.
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