Cortés: "No hemos rehabilitado nuestra vida, la hemos tenido que fabricar de nuevo"

La familia mantiene intacta la habitación de Mari Luz y recibe aún tratamiento psiquiátrico

El cuarto de Mari Luz sigue intacto, tal y como lo mostró su madre.
R. Rendón / Huelva

16 de septiembre 2012 - 01:00

Cuatro años y medio han transcurrido desde que Mari Luz desapareció para siempre. Sus padres, Juan José Cortés e Irene Suárez, y sus dos hermanos, Juanjo y Daniel, quisieron romper con todo, escapar al dolor de pasar cada día por la "cuchilla" de la esquina donde vivía su asesino, Santiago del Valle, y se trasladaron a vivir a Sevilla. Sin embargo, las pasadas navidades se vieron obligados a volver: "Mi hijo Dani lo ha pasado mal porque al drama de perder a su hermana, a la que estaba muy unido, ha tenido que sumar el alejarse de todo su entorno, de sus amigos, su familia y no lo ha llevado nada bien". Le han dado varias crisis de ansiedad. Después de la última, Juan José Cortés le dijo a su mujer que había tomado la determinación de volver a Huelva, "cargué todas nuestras cosas en una furgoneta y de un solo viaje nos volvimos a El Torrejón. Ahora vivimos en una casa que nos ha dejado mi suegra".

Los Cortés se han visto obligados a recomponer su cotidianidad desde cero. "No hemos rehabilitado nuestra vida, la hemos fabricado de nuevo", sentencia Juan José.

Antes de la tragedia "tenía mi vida resuelta y bien planificada: entrenaba a un equipo de fútbol, que era mi afición, tenía mi empresa en la construcción; Irene estaba en el mercadillo, porque había perdido a su padre un año antes de perder a Mari [Luz] y cayó en depresión y el mercado la ayudó a levantarse".

Con la mirada perdida, el padre de la pequeña rememora cómo era él quien se encargaba de llevarla al colegio y esperarla a la salida. "Me preocupé mucho de tener el despacho cerca del colegio de mis hijos, en Santa Marta". Iba a buscarla a las dos y la llevaba con él a la oficina. Mientras ultimaba el trabajo, "ella se sentaba en la mesa de reuniones y se ponía a dibujar en un papelito, porque le gustaba mucho pintar". Conserva muchas de aquellas ilustraciones infantiles de su hija.

La tragedia lo cambió todo. Meses después del asesinato intentó retomar su trabajo en la construcción, pero cuando volvió al despacho "no pude entrar: miré a la mesa y ella no estaba". Las lágrimas asoman a los ojos del hombre tranquilo que es Juan José cuando recuerda, "me tiré al suelo, revolcado, llorando... y vendí todos los muebles, cerré la oficina y acabé con la empresa".

La madre de Mari Luz tampoco ha tenido fuerzas para regresar al mercadillo. A la niña "le gustaba mucho ir para allá, estar con la familia y se ponía a pregonar para mí; me gustaba verla tan feliz, tan llena de vida... la echamos mucho de menos", exhala entre suspiros. La familia conserva recuerdos "preciosos" de ella. Juan José se queda con un instante en la piscina del chalé de sus padres, dice esbozando una sonrisa. "Ella me llamaba papi y era tan coqueta, tan femenina, tan tierna, tan hermosa; era una niña muy buena, fuerte a la vez que miedosa, con carácter, por eso sé que le resistió a Santiago del Valle".

Mari Luz era la octava nieta de sus abuelos, la única niña. "La quería todo el mundo, ha sido un impacto muy fuerte para nosotros perderla, no nos vamos a recuperar nunca". Los Cortés sólo regresan a su domicilio de la Plaza Rosa cuando es estrictamente necesario. La habitación de la cría sigue "tal y como ella la dejó, no hemos tocado nada". Sus juguetes y su colcha de princesa, sus dibujos colgados de las paredes. Y el insoportable silencio. "En la casa nueva no hemos sido capaces ni de tener fotos de ella, tenemos que intentar recuperarnos aunque no la olvidamos ni un minuto", confiesa Juan José.

Su mujer todavía se medica "y yo algunas veces también". Han sido años de insomnio y pesadillas, de psicólogos "que nos han servido de escape; ahora Irene está en terapia de grupo con otros padres que han perdido a sus hijos". Sin embargo, Cortés tiene claro que "esto es para toda la vida, no creo que nos recuperemos del golpe". En diciembre o enero serán abuelos de una niña, la primogénita de su hijo Juanjo y, "a la vez que nos ilusiona, nos da mucho miedo, no queremos que le pase nada".

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