Colón a las puertas de las fiestas

3 de agosto · en el titán

El coloso de la Punta del Sebo se convierte de nuevo en la proa de tantos acontecimientos que vive Huelva Es un monumento al almirante que, por esnobismo, hay quienes le dan otro sentido.

Colón a las puertas de las fiestas
Colón a las puertas de las fiestas
Eduardo J. Sugrañçes

03 de agosto 2016 - 01:00

LA vuelta de Cristóbal Colón a la portada de Las Colombinas nos parece, sencillamente, un acierto. En especial ahora en la antesala del 525 aniversario del Descubrimiento de América. Un buen anuncio. El coloso de la Punta del Sebo vuelve a convertirse en la proa de tantos acontecimientos colombinos con los que vibra esta provincia y, en especial, su rincón del entorno de La Rábida.

Lo nuestro es más que una seña de identidad, es una vocación americanista. Cuando algunos sólo celebran de centenario a centenario la Gesta Colombina, aquí nos acordamos cada año del 3 de agosto y del 12 de octubre. Una conmemoración ligada a nuestras fiestas que siempre tuvieron un matiz colombino, dedicadas a algún país iberoamericano. Recuperar esta idea es volver a la senda de la que no se debió salir nunca.

Sí, Cristóbal Colón, el de la Punta del Sebo, recibe a todos en la portada del recinto festivo. No es un marinero anónimo, ni un fraile ni una alegoría. Es el almirante de la mar océana. Poner en entredicho a la persona del monumento, no es más que estamos en una tierra muy pejiguera y siempre enredada en conflictos estériles.

Eso es lo mismo que ocurrió en 1929 cuando el bando de la alcaldía anunciaba la inauguración del Monumento a Colón. Lo que se escuchaba por la ciudad eran las críticas a lo que se había construido, un lugar donde nada se hacía y mucho menos de esa envergadura histórica y artística. El deporte nacional traído a esfera local. Lo cierto es que también hay que imaginarse lo que debió suponer para los onubenses de aquella época ver una escultura de tales dimensiones, un Monumento a Colón, que aparecía con la cabeza cubierta por un capote. Todo muy cubista.

A quién se le ocurriría semejante interpretación cuando los homenajes públicos al almirante desde los albores del IV Centenario del Descubrimiento de América eran esculturas con mejor o peor acierto, pero intentando retratar a Colón cuando de este no hay un rostro fidedigno, desde el más representativo de toda una pléyades que está apuntando con el dedo en Barcelona.

La escultora Gertrude Vanderbitl Wihtney se atreve a realizar algo diferente a lo que había hasta el momento. Sostengo que lo suyo es una interpretación de lo que Emilio Castelar recoge en su Historia del Descubrimiento de América (1880) del último momento de la travesía de las naves descubridora. Cuando al relatar los últimos días de desazón y angustia, habla de la fe de los marinos que le mantiene en la empresa. Es entonces cuando asegura que de no haber existido el Nuevo Mundo merecían que Dios les regalara esa orilla por los esfuerzos realizados.

Hay que hablar de las declaraciones de Miss Whitney a la prensa de Madrid. Se podría entender que cuando dice que no es un Monumento a Colón nos viene a indicar que no es un retrato de Cristóbal Colón y al señalar que es un Monumento a la Fe Descubridora habría que interpretar que estamos ante un homenaje al esfuerzo, al tesón y a los muchos padecimientos que sufrieron los marinos.

Esto es lo que podemos pensar sin poner en duda la traducción que realiza el periódico ni tampoco valorando que sea una respuesta a las críticas que se cernían sobre la escultura y el pretendido homenaje a Colón con un modelo al que hay que acercarse para entender lo que muestra: a Colón en plena travesía oceánica.

¿Qué entendemos de las palabras de Miss Whitney? Pues que estamos ante un monumento a Cristóbal Colón, que no es un retrato, pues no hay una imagen de referencia de él, que los elementos utilizados son una idealización de la escultora de lo que supuso el Descubrimiento de América y lo focaliza todo en la fe.

La verdad que no tendría mucho sentido hablar de que no es un Monumento a Colón, cuando lo que se quiere realizar desde el primer momento por parte de la Fundación Columbus Memorial es eso, un reconocimiento a Colón.

Es una buena idea que para el Ayuntamiento el Monumento a Colón de la Punta del Sebo vuelva a estar en primera línea como elemento seña de identidad de Huelva y de todos los Lugares Colombinos. No fue muy acertado poner en la Plaza de las Monjas un retrato de Cristóbal Colón, una iniciativa del anterior gobierno municipal, más movida por una cuestión política que histórica. Surge cuando todos arrimaban el hombro para restaurarlo y el gobierno municipal del PP nunca entendió su obligación para con este, trasladando la responsabilidad hacia el Puerto de Huelva por aquello de estar en sus terrenos. Quizás pudieron tener razón, lo cierto es que la ciudad en lo institucional se fue alejando de aquel Colón y el político se creó la necesidad de un nuevo monumento, en una particular profesión de fe colombina. En un principio iba a ir colocado a las puertas del Ayuntamiento, sencillamente una barbaridad por su tamaño, y quedó instalado en la Plaza de las Monjas, de espaldas a América y con el dedo apuntando a antiguos esteros hoy secos por Pescadería.

No nos quejaremos los onubenses de homenajes a quien puso a esta provincia en el mapa de la historia. Bienvenidos sean todos sus retratos, esculturas y libros que lo ensalcen, Huelva estará siempre unida a él.

De ahí a decir que el Monumento de la Punta del Sebo no es un Monumento a Colón es, simplemente, como aquí decimos, una trochería. Añadirle el apellido de a la Fe Descubridora puede sonar a cursilería.

Me gusta el Monumento a Colón por muchas cosas y porque la fe a la que se refiere Miss Whitney la representa en la cruz que a modo de timonel abraza el almirante. Cuando hoy hablar de fe para algunos está mal visto, que pongan al almirante abrazado a la cruz a las puertas de las Colombinas es un homenaje a tantos que siempre creyeron en esta ciudad como ahora hace falta apostar por ella para sacarla adelante.

Parado ante la portada hay que decir que el diseño es sencillo sin llegar a ser simple, aunque le colocan alrededor las olitas que en las pasadas navidades estaban en la Plaza de las Monjas. En ese alumbrado que no dejó a nadie indiferente, por lo cansado de la geometría en los diseños que ahora trasladan al Recinto Colombino. Como ocurriera el pasado año aquí no hay ni un escudo de Huelva y las hileras de farolillos dejaron de ser azules y blancas, como la bandera de Huelva. Esto es seña de identidad de todos y no hay que cambiarla; lo cateto sería querer innovar en esto.

¡Que se diviertan en las fiestas!

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