Los jóvenes de Ciudad de los Niños aprenden el procedimiento de rescate de personas con drones

La empresa Alaire Pilotos organiza un curso de pilotaje de drones para los estudiantes de la Formación Básica Profesional de Informática y Comunicaciones de Ciudad de los Niños

La piloto, Blanca Vera, enseña a los jóvenes el manejo de un dron.
La piloto, Blanca Vera, enseña a los jóvenes el manejo de un dron. / Alberto Domínguez

Huelva/Un equipo de drones surcaba ayer el cielo del Vivero de Empresas de la Diputación de Huelva para ejercer de protagonistas en una actividad de búsqueda de personas en zonas del difícil acceso dirigida por la empresa Alaire Pilotos.

Los destinatarios de la misma eran los jóvenes de la Formación Básica Profesional de Informática y Comunicaciones de Ciudad de los Niños, quienes eran obsequiados con un curso gratuito por la compañía onubense.

La actividad también presentaba una connotación reivindicadora, en tanto que la persona encargada de impartirla era la gerente de Alaire Pilotos, Blanca Vera, la primera mujer piloto de drones de la comunidad andaluza. De este modo, la jornada se enmarca en las actividades planificadas por el centro educativo con motivo del Día de la Mujer. En este sentido, la profesora del colegio, Lorena Pérez, explicaba a Huelva Información que, con este taller, “pretendemos ensalzar la figura femenina en un sector que a los alumnos de la FPB les encanta por entrar dentro de sus competencias académicas”.

La actividad constaba de dos fases. La primera de ellas, impartida en un aula, se presumía como una clase teórica en la que se exponían ciertas nociones básicas acerca de la normativa vigente, el funcionamiento de los drones, el procedimiento que sigue un rescate o la etapa de montaje de un dron.

En ella, además, Blanca Vera optó por empatizar con los estudiantes a través de sus experiencias vividas al embarcarse en la aventura del ejército. Tales vivencias “llamaron mucho la atención de los chicos y permitió crear un gran clima de trabajo”, resaltaba la piloto.

Tras la parte teórica, los alumnos pasarían a dividirse para formar grupos. Fue en estos momentos cuando las primeras discrepancias salieron a flote, pero, gracias a ello, “pusimos en valor el trabajo en equipo y en binomio”, tal y como apuntaba Vera.

De los jóvenes, un pequeño grupo se convirtió en las víctimas perdidas que debían ser rescatadas, mientras que el resto pasó a formar parte de los tres tipos de operarios que debían intervenir.

El primer grupo pasó a ser montadores y mecánicos de drones, por lo que sus tareas consistieron en la colocación de todas las partes de los vehículos aéreos no tripulados, como las hélices o el gimbal, también conocido como el estabilizador de la cámara. Asimismo, sus labores también se extendían al control y a la revisión de las baterías para que la operación de rescate no presentase problema alguno.

Por otro lado estaban los pilotos, quienes trataban de localizar a las víctimas perdidas por el exterior con sus monitores, al tiempo que daban las coordenadas de la posición de las mismas.

Por último, los observadores eran los encargados de acercarse a la víctima desaparecida para atenderlas. Para ello, era fundamental la comunicación con los chicos del puesto de mando, quienes, con un triage del dron, daban las indicaciones relativas a cuestiones sanitarias como el pulso, una posible fractura o la presencia de alguna herida.

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