El Centro Específico de Educación Especial (CEEE) Sagrada Familia de Huelva es un centro alegre, pero uno que no admite medias tintas porque "te tiene que enganchar", explica su directora, Mª Carmen, que junto a Beatriz y Virginia conforman el equipo directivo del colegio desde 2016. Un colegio con alumnos para los que la atención educativa no es suficiente, ya que también precisan de muchos recursos de carácter asistencial.

Los profesionales que allí trabajan, tanto los docentes como los que no lo son, torean en otra plaza y lo hacen con una sonrisa, con dedicación, un equipo compenetrado para afrontar la atención a niños y adolescentes cuyas necesidades se enmarcan en la denominada modalidad D. Es el único de la provincia en exclusiva a ellos, de ahí su denominación de Específico, con una casuística infinita, complicada, la de estos niños que "son fuertes" y que "te sorprenden de la capacidad que tienen", dicen las dos fisioterapeutas, Silvia y Natalia, que no dan abasto, por lo que el centro pide desde hace años que este servicio se refuerce con un profesional más.

Virginia, Mª Carmen y Beatriz forman el equipo directivo del CEEE Sagrada Familia.

Cada mañana, antes de las 9:30 llegan 27 autobuses en una coreografía perfecta para traer a los 108 alumnos de entre 3 y 21 años procedentes de diferentes puntos de la provincia. Acceden por tres entradas diferentes como medida de prevención contra el Covid y les recibe una música movida y unas instalaciones llenas de color donde lo mismo hay un castillo de Frozen que un mapa de España.

"Tratamos con niños y nos basamos en sus necesidades y en sus capacidades", explica la directora. Y esas circunstancias determinan la formación de grupos, "una tarea compleja" porque además de su edad, deben tener en cuenta sus características. En cada una hay un máximo de seis alumnos, aunque hay algunas de dos. Clases con su propio patio, llenas de tonos vibrantes, de dibujos, de fotografías y recursos digitales para trabajar la autonomía y la independencia, los conceptos que más repiten las docentes. 

"Incidimos en la autonomía, pero las pautas que damos deben seguirlas en casa, se nota mucho", dice la jefa de estudios, Beatriz. Influyen en una evolución que "va lenta, no nos damos cuenta de los avances pero sí se producen, es muy gratificante porque te dan muchas sorpresas", cuenta la directora, por ejemplo en casos de "niños que llegan a andar y entonces el carácter les cambia", añade Beatriz.

Actividades en la sala de psicomotricidad con las docentes y el personal técnico de integración

Atrás han quedado los centros de paredes lavadas y aparatos de ortopedia añeja, en el Sagrada Familia los pasillos, hasta tienen uno multisensorial, son verdaderos aparcamientos de recursos a cada cual más específico y cuentan con dos salas de estimulación, una para grupos y otra individual, con iluminación especial, zonas acolchadas e incluso cama de agua entre otros recursos de lo más modernos.

Una de las actividades del día es la visita a la sala de psicomotricidad con circuitos que recorren los alumnos que pueden hacerlos bajo la mirada de otros que no, como Amine, que no pierde detalle de todo lo que pasa a su alrededor y que a pesar de sus dificultades para hablar "se comunica perfectamente", bien lo sabe Beatriz, que es su tutora y la favorita de este alumno tan especial.

Para los trabajadores de este centro, treinta docentes y otros treinta de plantilla como fisioterapeutas, médico, personal técnico de integración social (PTIS), orientadora, conserje y personal de cocina y limpieza, todos lo son. Con ellos, empiezan a retomar las salidas a la playa, al teatro, al cine o al mercado. Les sirve para, de nuevo, trabajar la autonomía "bajo un aprendizaje funcional, por ejemplo si les enseñamos lo que es un paso de peatones, qué mejor que llevarles a cruzar uno para que lo aprendan en un contexto real, y es que cuando los sacamos se comportan mejor", coinciden Mª Carmen y Beatriz.

Sara posa sonriente junto a su profesora.

La primera etapa educativa es el Periodo de Formación Básica Obligatoria, hasta los 16 años. El pequeño Rodrigo es uno de los 86 alumnos que la cursan. Tiene una capacidad prodigiosa para abrazar y sonreír mientras su profesora Elena, ayudada por la maestra en prácticas María, dirige la asamblea diaria de este aula. Esta docente admite que "al principio es un trabajo frustrante porque tendemos a marcarnos objetivos muy por arriba, hay que ser realistas porque se pueden hacer muchas cosas". Por ejemplo, señala, "que sepan responder y comportarse con su entorno".

Con más edad y en otra clase, Sara está encantada mientras le hacen fotos junto a su único compañero de aula y su maestra. Sonríe y dice "patata" porque sabe que así saldrá más guapa, está contenta y sus docentes se embelesan al verla así, colaborando. Porque además del color, otra cosa que no falta en el CEEE Sagrada Familia son las sonrisas, como las que prodigan a una niña que acaba de llegar junto a su familia para la preinscripción del próximo curso. Aún no es su alumna y ya todas las que se han enterado de que está ahí, ataviadas con sus alegres batas, se arremolinan  a su alrededor para conocerla.  

Iván lija una rama en el taller de carpintería de la etapa de Transición a la Vida Adulta.

La segunda etapa es Transición a la Vida Adulta, en la que los alumnos de 16 a 21 años que están capacitados desarrollan talleres de carpintería y agricultura, para lo que los van preparando a partir de los 14 o 15 años. Iván lija una rama como si no hubiera un mañana ante la mirada de su profesor, Manuel, que vive este curso su primera experiencia en la Educación Especial y está "encantado", orgulloso de los trabajos que hacen sus alumnos y que no tarda en mostrar porque "hacen maravillas".

El Sagrada Familia les forma y les asiste, pero cuando se acerca la edad tope, toca buscar una alternativa que no es fácil. "Son minoría las familias que tienen pensado el después", dice Beatriz, porque el colegio está en contacto con centros asociados pero la oferta existente es limitada y ya no es gratuita, como ocurre con los monitores, el transporte y todo lo que les ofrece este centro específico. 

Sala multisensorial individual.

En el invernadero, ataviados con el polar rojo que les distingue, los alumnos del taller de agricultura cuidan los brócolis y guisantes, entre otras frutas y hortalizas que han plantado mientras otros chicos pintan de rojo los tiestos de unas macetas. Como todas las mañanas, Miguel Ángel y Susana preparan la comida y cerca de su cocina, Socorro y sus compañeros se afanan en sus manualidades. 

A las 13:00 comienza la actividad en el comedor y se extiende hasta las 14:00, un periodo que para los alumnos del Sagrada Familia forma parte del horario lectivo. A las 14:30 emprenden el regreso a sus casas en sus autobuses con sus monitores. Al día siguiente les esperan de nuevo sus maestros, su médico, conserje, PTIS y fisioterapeutas, entregados a la evolución de todos ellos, que es su mejor recompensa.