Ayamonte, Gibraleón, El Cerro y Beas, chubascos en el cielo del PSOE

Los más de 5.000 militantes socialistas iniciarán en octubre la elección de secretarios locales · La portavoz Manuela Parralo tiene pendiente en Huelva el refrendo de su gestión ante un ambiente hostil

Javier Barrero y Mario Jiménez adoptan una postura mimética en el último congreso socialista.
Javier Barrero y Mario Jiménez adoptan una postura mimética en el último congreso socialista.
Rafael Moreno / Huelva

22 de septiembre 2008 - 01:00

El PSOE tiene desde hace lustros una inquebrantable costumbre que en la 'era Barrero' se convirtió en mandamiento: preparar las listas electorales y las candidaturas de los pueblos con al menos dos años de antelación. Y en esas anda. La 'era Jiménez' ha salido de momento a rebufo de unos magníficos resultados electorales heredados que dejaron en mayo de 2007 un paisaje 'socialista' que llega desde Las Cumbres hasta San Juan del Puerto y con las islas de Lepe, La Palma, Palos, Moguer y Huelva pendientes de conquista.

Una vez que el PSOE encajó los muebles del 'ikea' político en la región andaluza y amplió su salón en la ejecutiva provincial con la salida de Javier Barrero y el aterrizaje de Mario Jiménez, éste debe acomodar ahora su decoración en los pueblos y la capital para que en 2011 no salten los plomos de la instalación.

La ejecutiva provincial ha marcado ya un calendario aproximado para que las agrupaciones, incluida la famosa de El Pozuelo, socialistas celebren sus cónclaves locales. El proceso de elección del secretario local socialista marcará el pistoletazo de salida de las elecciones municipales de 2011 y por lo que se vio en el pasado congreso provincial Mario Jiménez no nada para nada en aguas turbulentas.

En su horizonte político solamente aparecen pinceladas y versos perdidos en pueblos como Ayamonte, donde el inefable Rafael González quiere levantar cabeza tras el fallido intento de revalidar su mayoría absoluta de Antonio Rodríguez Castillo; Beas, víctima de una guerra de guerrillas interna de la que salió herida de gravedad Rosa Beltrán; Gibraleón, donde siguen sonando las 'históricas' caceroladas de Antonio Romero; El Cerro de Andévalo, donde el organismo socialista rechazó el injerto del otrora andalucista Herófito Rodríguez; o Lepe, dividido desde que la cólera desatada por José Oria y José Antonio Muriel se llevara por delante a José Prieto y María Bella Martín. Ni siquiera en las agrupaciones locales de Jabugo y Aracena, donde las adopciones de Manuel Guerra (ex IU) y José Antonio Ramos (ex PA) provocaron más de un rifi-rafe prevén los socialistas un naufragio que se traduzca en una temida gestora.

Precisamente son los pueblos que el PSOE consiguió con ex militantes andalucistas donde más agujeros deben tapar los 'hombres de Mario' para que los congresos locales sean por lo menos tan apacibles y 'búlgaros' como lo fue el cónclave que lo aupó a él hasta los altares de un chalé al que aún faltan vistas al mar de los sargazos.

Sin embargo, donde se juega la nueva ejecutiva del PSOE buena parte de su credibilidad sigue siendo en Huelva. En esa espinita clavada en su corazón, el aún virgen secretario general, electoralmente hablando se entiende, tiene trabajo extra pues las relaciones entre el grupo de José Juan Díaz Trillo y Manuela Parralo, última cándidata y cabeza de cartel socialista, siguen siendo poco fluidas. De ahí que esté en marcha una tercera vía que evite dar a la militancia un susto y un espectáculo similar al que se produjo en el proceso que condujo a Parralo a la portavocía municipal de Huelva.

Parralo llega a la carrera no como Usain Bolt, que para eso está la bendecida Cinta Castillo, sino más bien como Oscar Pistorius. A Manuela le aplicaron lo más duro del decálogo de Chaves: plena dedicación a la portavocía municipal, sin elementos de distracción (despachos y VISA pública) que la despisten o entretengan. Y con esas armas la enviaron a remar contracorriente. Una marea que le conduce ahora a rendir cuentas ante el congreso local de Huelva. Allí la esperan muchos 'trilleros' con el sable entre los dientes y con el objetivo cada vez menos oculto de empujarla por el filo de la tabla del capitán Hook.

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