Huelva de ayer a hoy

La Ascensión, uno de los jueves que reluce más que el sol

  • El adviento hacia Pentecostés. La festividad, trasladada al VII Domingo de Pascua, abre un tiempo nuevo a la venida del Espíritu Santo, al Pentecostés que celebraremos en El Rocío

La Edícula de la Ascensión en Tierra Santa.

La Edícula de la Ascensión en Tierra Santa. / Eduardo Sugrañes

"Tres Jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión”. Las nuevas generaciones quizás no conozcan este anuncio que a modo de coplilla relata momentos importantes para los cristianos.

Desde la firma del real decreto 1346/1989 se perdieron esos jueves festivos, aunque no la importancia de los mismos en el calendario litúrgico. En Andalucía se mantiene el Jueves Santo, pero los otros dos trasladan su festividad al domingo siguiente. Este de hoy es el VII Domingo de Pascua, el de la Ascensión del Señor. El domingo 11 de junio será el de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que conmemora conjuntamente toda la Iglesia en España, por eso hay que dejar claro que las celebraciones el jueves de antes son procesiones eucarísticas, que no Día del Corpus.

Desde 1989 solo queda festivo en Andalucía el Jueves Santo, la Ascensión y el Corpus pasaron al domingo

La Ascensión es, sin lugar a dudas, un domingo muy de nuestra provincia que celebra de una manera especial la festividad de Pentecostés. Es el adviento a la llegada del Espíritu Santo.

Tiempo aquí para preparar la gran romería de la Virgen del Rocío; sin querernos separar del Domingo de la Ascensión del Señor, vamos a evocar ese momento vivido en Tierra Santa por los peregrinos de la Diócesis de Huelva en la Edícula de la Ascensión.

Hay que trasladarse a la parte alta del Monte de los Olivos, la zona sur de Israel donde la situación es más conflictiva, aunque nuestra llegada se produce con toda tranquilidad, no en balde todo está muy controlado por cámaras de vigilancia y la protección del alto muro.

Los peregrinos onubenses en el espacio exterior, tras la visita de la edícula de la Ascensión, en un momento de meditación. Los peregrinos onubenses en el espacio exterior, tras la visita de la edícula de la Ascensión, en un momento de meditación.

Los peregrinos onubenses en el espacio exterior, tras la visita de la edícula de la Ascensión, en un momento de meditación. / Eduardo Sugrañes

La edícula nos recuerda la zona de tanto conflicto de guerra en la historia. Este espacio religioso sufrió grandes cambios, nada queda de aquel edificio sacro primitivo del siglo IV, destruido por los persas en el 614. Los cruzados levantaron un grandioso santuario, del que con el retorno musulmán, permanece solo la actual edícula octogonal en el entorno de una mezquita.

Aunque el control de edificio continúa en manos musulmanas se permite el acceso al mismo, en gesto de buena sintonía entre religiones pero igualmente como una fuente de ingresos por los peregrinos que lo visitan.

El edificio cilíndrico en su interior, con cúpula puesta por los musulmanes con lo que no se puede ver el cielo, y así tampoco lo que le dijo a los apóstoles: “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo”. Aparece en el centro de un espacio abierto, en cuyos alrededores hay sillares y ruedas de molinos que sitúan puntos para el descanso y la oración.

Se accede al interior por una pequeña puerta tras la larga fila que provocan los peregrinos que bajan de los autocares. Así que todos desean arrodillarse, tocar y/o besar la piedra donde la tradición cristiana habla de que es aquí donde está la última pisada del Señor antes de ascender a los cielos.

Un peregrino arrodillado besa la piedra de la última pisada de Jesús en la tierra. Un peregrino arrodillado besa la piedra de la última pisada de Jesús en la tierra.

Un peregrino arrodillado besa la piedra de la última pisada de Jesús en la tierra. / Eduardo Sugrañes

Está impregnada de aceite aromático con olor a rosas, junto a ella un recipiente rectangular con tierra sobre la que poner unas velas altas y finas, como las que vemos en los templos ortodoxos.

El tiempo es breve para facilitar el acceso de todos los peregrinos, que luego comparten ese momento especial vivido, reunidos en espacios de descanso. Tiempo de meditación, de un Jesús que permanece presente en el mundo, el Resucitado. Él que ascendió al cielo ofrece a los cristianos la fuerza, la perseverancia y la alegría, como dice el papa Francisco.

Una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico junto al Domingo de Resurrección y Pentecostés

Llegada la fiesta de la Ascensión, cuarenta días después del Domingo de Resurrección, en la edícula se permite a los cristianos la celebración y hay una vigilia con rezos hasta el amanecer, en la que se vive junto con los franciscanos de Tierra Santa un momento muy espiritual.

Tras su marcha dejará el Espíritu Santo, que aquí recibiremos como cada año en el Pentecostés que se vivirá en la aldea marismeña presididos por la Virgen del Rocío.

El altar de la Virgen del Rocío que se remata con el Espíritu Santo de Pentecostés. El altar de la Virgen del Rocío que se remata con el Espíritu Santo de Pentecostés.

El altar de la Virgen del Rocío que se remata con el Espíritu Santo de Pentecostés. / Clara Carrasco

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