Tierra Santa

Peregrinación de Huelva a Jerusalén

  • Se retoman las peregrinaciones que vuelven a hacer latir los lugares cristianos

  • Más allá de lo religioso, la realidad es un país con sus conflictos entre fronteras, Israel y Palestina

La ciudad de Jerusalén, la ciudad sagrada.

La ciudad de Jerusalén, la ciudad sagrada. / Eduardo Sugrañes

Lo que antaño podrían ser cuatro meses de incursión en sendas de conflictos para las grandes expediciones a Tierra Santa, hoy se resuelve en cuatro horas en un vuelo tranquilo. Tierra Santa continúa teniendo ese atractivo poderoso como un imán que atrae, que sigue latiendo en ese horizonte de una Jerusalén que recoge tantos mensajes de fe.

Un grupo muy amplio peregrina desde Huelva, unas ochenta personas. Desde Jacobo que va por primera vez a Tierra Santa y acaba de cumplir sus 14 años; o el más veterano, Roberto, que esta es su doce peregrinación, todo un devoto de la ciudad santa.

Peregrinos ante el Calvario de Jesucristo. Peregrinos ante el Calvario de Jesucristo.

Peregrinos ante el Calvario de Jesucristo. / Eduardo Sugrañes

Nada parece que haya cambiado en más de dos milenios, siguen los conflictos interraciales, los abusos de poder, los enfrentamientos bélicos, la carencia en el entendimiento de las religiones monoteístas; incluso entre las distintas confesiones cristianas.

Quizás es una razón más para ir a Tierra Santa, entender para buscar un camino. Permite conocer la realidad histórica que ayuda al entendimiento espiritual.

Un recorrido para entender más a quien hoy siguen 2.400 millones de personas

Saber dónde vivió y los motivos que le impulsaron a aquel que ha marcado nuestra vida, lo mismo que la de millones de personas. Aquí, en la tierra de Jesús, la realidad es la de una ínfima minoría. Ocho millones de judíos, dos millones de musulmanes y no más de 340.000 cristianos. Por ello, los padres franciscanos piden que se acuda a Tierra Santa, porque la presencia en ese ir y venir de tantísimos peregrinos la convierten en algo vivo. Más allá de las desalentadoras cifras.

En Belén y Nazaret siempre es Navidad, con calles que mantienen sus adornos. En Belén y Nazaret siempre es Navidad, con calles que mantienen sus adornos.

En Belén y Nazaret siempre es Navidad, con calles que mantienen sus adornos. / Eduardo Sugrañes

Lo cierto, que no es fácil entender al recorrer lugares históricos unos y descontextualizados otros, y templos levantados en aquellos puntos de ese camino difícil de predicaciones. Hoy no es más fácil pues está rodeado, apelmazados por calles, ciudades que viven otra religión, aunque muestran ese respeto, entre tirabuzones, levitas, pañuelos, burkas o mujeres de faldas y hombres de pantalón corto por las calles, lo europeo avanza. En los templos, sinagogas y mezquitas todo es distinto, se nota el respeto por la fe de uno y la de los otros.

Piedra a piedra se reconstruyen las pisadas de Jesús dos mil años después

Israel y Palestina están ahí, ante nuestros ojos, cercada también por Siria, Jordania, Egipto y Cisjordania. Una realidad tan diversa como paisajes se muestran ante la mirada que quiere captar todas las sensaciones, las espirituales junto a las de un país que sorprende, que gusta pero que, igualmente, nos aleja algunas cosas. Banderas de Israel y de Estados Unidos anuncian la presencia de Joe Biden. ¿Consiguieron algo? Lo dudamos.

Cerca está la muerte de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, considerada la última martir. Hoy se denuncia en grandes murales en la calle, vemos su rostro sobre una pared en Nazaret que recorre una larga fila de peregrinos.

Peregrinos pasan delante de un mural en recuerdo a la periodista muerta por disparo israelí. Peregrinos pasan delante de un mural en recuerdo a la periodista muerta por disparo israelí.

Peregrinos pasan delante de un mural en recuerdo a la periodista muerta por disparo israelí. / Eduardo Sugrañes

La pandemia nos dejó llegar hasta Tel Aviv, vemos a lo lejos esa ciudad de altos rascacielos, nada que ver con la otra Israel. Edificios del Movimiento Moderno, frente a construcciones monotemáticas, robustecidas en su interior por bloques de hormigón y emparrillado de hierros, fuerte ante cualquier agresión bélica, revestida de la piedra caliza de sus montañas, que dejan valles tan mediterráneos como los nuestros.

Llegamos en la peregrinación del Obispado de Huelva, en su habitual programación con Presstour Viajes que retoman este itinerario después de tres años de ausencia. No hay que ser muy triunfalistas pues la Covid nos pilló en esas colas de más de tres horas en el aeropuerto y si fueron nueve días de viaje otros tantos nos tuvo la Covid en casa de regreso.

Peregrinos de la Diócesis de Huelva ante la basílica del Santo Sepulcro. Peregrinos de la Diócesis de Huelva ante la basílica del Santo Sepulcro.

Peregrinos de la Diócesis de Huelva ante la basílica del Santo Sepulcro. / Eduardo Sugrañes

La experiencia de Tierra Santa es inigualable a cualquier otra. Si bien es cierto que para ponerse en camino hay que tener unas dosis de fe, que es la que mueve montañas y te hace olvidar tantos días, tanto calor y tantísimas visitas a veces agotadoras. No hay mejor forma de sumergirse en la peregrinación que hacerlo en el Mar de Galilea. Solo este momento bien merece la peregrinación. El amanecer, a eso de las cinco y media de la mañana con luz hasta algo más de las 07:00 P.M. te hace poner las pilas en un recorrido para no perderse nada. Un jet lag que se supera rápido.

Rezos ante el muro de las lamentaciones. Rezos ante el muro de las lamentaciones.

Rezos ante el muro de las lamentaciones. / Eduardo Sugrañes

El Monte de las Bienaventuranzas, qué bonito y entrañable, lejos de ese aprendizaje de memoria de niños en la escuela de unas bienaventuranzas que quisimos retener en el corazón y no en el rezo reiterado de cual papagayos.

Los pies entraron en el mar, tan distinto al nuestro, pero más grande en la fe que el Atlántico que bordea nuestra costa. Una sensación de frescor, de brisa nueva, de adelanto de lo que habría de venir.Cafarnaúm es un conjunto de todo. La alegría del encuentro con don José Vilaplana, nuestro obispo emérito. Saludó uno a uno, se emocionó y regaló su abrazo.

Rezo de la vía dolorosa por las calles de Jerusalén. Rezo de la vía dolorosa por las calles de Jerusalén.

Rezo de la vía dolorosa por las calles de Jerusalén. / Eduardo Sugrañes

Piedra a piedra se reconstruye en este lugar las pisadas de Jesús. Hay muchos peregrinos, de distintas razas, pero de una misma fe; algunos rezan en nuestra misma lengua. La universalidad de la Palabra.Pescadores de hombres, en la barcaza que surca el Mar de Galilea.

En Magdala, María la mujer que no reusó Jesús. La que le acompañó hasta el final, la primera en verle al tercer día. Ese es ahora nuestro camino, sobre distintos lugares; unos más lejos que otros, lo que hace pero todos se enlazan entre sí.

La luz de la linterna marca el Santo Sepulcro. La luz de la linterna marca el Santo Sepulcro.

La luz de la linterna marca el Santo Sepulcro. / Eduardo Sugrañes

Buscamos la tumba vacía, en la basílica del Santo Sepulcro. Recorremos Nazaret, Belén, Tabgha, Magdala, Betania, el Monte Tabor... Jerusalén. Este es un recorrido bíblico por el Jesús histórico e, igualmente, el que habita en nosotros, el que recordamos cada domingo, en fiestas solemnes, en Semana Santa, en Pentecostés. El Dios de la Vida, el Dios Resucitado.

Un peregrinar que despedimos en la iglesia de San Pedro de Jaffa (Tel Aviv), mirando al Mediterráneo, desde donde la Palabra de Jesús se extendió por Grecia, Roma, toda Europa y desde España a América, a todos los continentes. La religión con mayor presencia en el mundo, con más de 2.400 millones de seguidores.

José Vilaplana bendice a los peregrinos con agua del río Jordán. José Vilaplana bendice a los peregrinos con agua del río Jordán.

José Vilaplana bendice a los peregrinos con agua del río Jordán. / Eduardo Sugrañes

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