Huelva

Armonía cofrade

LA música cofrade es uno de los grandes puntos de encuentro en la Cuaresma onubense. Cuando, además, se dan cita agrupaciones que presentan un concierto de marchas,  público de todas las edades se vuelca abarrotando teatros y auditorios entre nostalgias y anhelos que contribuyen a definir el encanto de una ciudad. Las bandas de cornetas y tambores de las hermandades del Nazareno y la Salud anticiparon muy dignamente la Semana Santa de 2013 al compás de prestigiosos autores, como Jesús Quintero y Sergio Ávila.

Testimonio de un quehacer veterano en la Banda del Nazareno, de sonido corpulento y que de inmediato pone en pie la majestuosidad del repertorio, principalmente al fundir la fuerza de la melodía con el ingenio del ritmo. Habría momentos inolvidables, como unos arabescos solistas que parecían mecer a una imagen o un pasaje suave hacia la mitad de su actuación. Plasmarían lo mejor de su trabajo en Ángel de Getsemaní, una música con drama interior cada vez más palpitante, y La esencia, composición donde el contraste entre la percusión y las cornetas cerraba clamorosamente el primer acto.

La Banda de la Salud obtiene una gran musicalidad gracias a un juego de planos de intensidad y color; su aparición en escena evidenciaba el talento que tiene para los timbres a media voz, que tanto se agradecen al acompañar las procesiones. Reseñemos de todas sus obras interpretadas  Purísima, cuya grácil melodía del comienzo desencadenó una música caudalosa, y El sentimiento, de bella estructura de familias instrumentales (preciosos los contrastes de la tuba). Por el contrario, se extendió demasiado en su tamborada de anuncio y arriesgó mucho en algunos ataques del sobreagudo.

 Que se juntaran ambas agrupaciones en el último acto fue la ocasión para corregir esas trabas de afinación en el sobreagudo, notas extremas de la partitura, que en las partes solistas sonaron limpias al final. Este bloque final fue una confluencia extraordinaria de personalidades que se engarzaron haciendo presente la pasión de Nuestro Redentor; las cornetas y los trombones acentuaron con solemnidad una armonía doliente que el público agradecería.

En conciertos de bandas con viento-metal y percusión conviene reducir y proporcionar el número de instrumentos, máxime cuando se trata de escenarios cerrados. Esto evitaría los persistentes desniveles y saturaciones dinámicos, que impiden escuchar las obras tal como realmente están compuestas. Una alternativa a bandas tan numerosas es turnar a sus miembros, según la sensibilidad del intérprete y el carácter de la pieza. Y en la intervención de varias bandas el director ya recomendará matices más moderados.

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