Huelva

Almonte ya está con su Patrona

Almonte tatuó ayer en las arenas la imagen de su Reina. Apuntando cual almirante Cristóbal Colón al nuevo mundo, mostró al resto de hermandades ese camino de tres leguas que marcan la distancia física entre dos puntos unidos por un cordón umbilical que sirve de enlace espiritual con la Señora, junto a la que ya duermen sus hijos. Los de una Hermandad Matriz que ya espera recibir a las 114 filiales que vivirán en esas marismas azules esas plegarias y piropos que, a golpe de sevillanas, ayer resonaron entre unos pinos que flanquean un camino que son la brújula por el que se orientan las carretas.

Al caer la noche y fiel a la tradición, el Simpecado coronó la aldea a lomos de un caballo, culminado una jornada pletórica. Aun así, la villa se despertó perezosa después de la intensa velada a Alfonso Martínez, que este año ostenta el honor de ser hermano mayor, y que desde bien temprano se preparaba para vivir el que dice sería su sueño más anhelado.

En un mundo donde la tecnología marca el destino de nuestras vidas, ayer volvieron a ser los cohetes el despertador de los romeros. A partir de aquí, el tiempo se detuvo y el tambor y la flauta fueron los encargados de emitir una banda sonora por sevillanas en un film donde el pueblo brindó y celebró; porque la alegría, el jolgorio y la algarabía no está reñida con una fe en la que Almonte ha sentado cátedra. Ayer no fue distinto. La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, que hace algo más de un año acogió en su seno a la Virgen del Rocío, fue punto de partida de una comitiva, encabezada por el presidente, Juan Ignacio Reales; y el rector del santuario del Rocío, Antonio Cepeda, quienes marcaron el paso hacia a El Chaparral acompañados de la Agrupación Musical de Huévar. El prelado, que a las diez de la mañana ofició su primera misa de romero como director espiritual de la Hermandad Matriz, habló en su homilía del paralelismo entre el camino existencial que emprende el hombre desde su mismo nacimiento y el peregrinaje hacia la ermita para ver a la Virgen del Rocío, una "rebosante madre de amor". En sus palabras, Cepeda también quiso tener un recuerdo expreso para todos aquellos rocieros que nos dejaron.

Tras abandonar el Alto del Molinillo, en el que hace poco menos de un año a la Pastora se le ponía el capote para su regresó a su ermita, los caballistas abrieron un paso que este año cambiaba su itinerario para pasar frente a la vivienda del hermano mayor. Los romeros más rezagados terminaban de acicalar a sus caballos y se prestaban para sumarse al paseíllo que recorría el municipio.

La comitiva y centenares de mujeres ataviadas con sus trajes de faralaes ponían la nota de color al desfile. Sobrepasado el medio día la Plaza Virgen del Rocío ya se encontraba atestada de personas para despedir a su hermandad en uno de los momentos más emotivos de la jornada. Con el monumento a la Pastora inundado de flores se despediría Almonte antes de virar el rumbo hacia el Camino de los Llanos, donde el tapiz de hormigón y asfalto se vuelve arena. El instante en que el peregrinaje cobra sentido.

Al ser un Rocío tardío había temor de que se registrasen temperaturas extremas. En la víspera de la partida existía cierta preocupación por sufrir un calor sofocante. Sin embargo, aunque el sol lució con fuerza, en ningún momento empañó un camino que volvió a estar preñado de belleza y regalarnos estampas únicas que son el mejor notario de lo que significa esta devoción.

Huelga decir que el mejor retrato de lo que significa una romería es vivirla con Almonte. Sólo así se puede llegar a entender las razones del porqué esta devoción con más de siete siglos de historia se fue cimentando hasta el punto de que 114 filiales se fueron adhiriendo para compartir las vivencias de la que es hoy día una de las más importantes devociones marianas del mundo.

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