Adios a Dioni, último abrazo a un taurino

OBITUARIO

Dionisio Fernández, sobre la meseta de toriles de La Merced al poco tiempo de convertirse en trabajador de esta plaza.
Dionisio Fernández, sobre la meseta de toriles de La Merced al poco tiempo de convertirse en trabajador de esta plaza.
P. Guerrero

09 de agosto 2015 - 01:00

El penúltimo día de Colombinas volví a encontrarme a Dioni. El Patio de Arrastre de La Merced es un hervidero en las mañanas de corrida, y entre ese ir y venir de gente Dioni se aprestó en ese saludo generoso que siempre tuvo, yo diría que con casi todo el mundo, pero que acoto por prudencia sólo hacia mi persona en este caso.

Casi como solapillas de camisa, dos pequeños apósitos resaltaban sobre su cuello. "Me han operado del corazón", dijo. Ante la sorpresa reflejada en mi cara, el mismo aclaró "ya estoy mejor. Hace mucho calor pero me estoy viniendo a los toros que es donde mejor se cura uno", añadió.

Ayer se murió Dioni. No, no estaba mejor... ¿O quizás sí? ¡Qué se yo! Lo único cierto es que ahora estoy dejando testimonio de su muerte ante ustedes después de que hace una semana nos dejáramos sellado el último abrazo entre nosotros. Cincuenta y seis años. Tan solo media vida se antoja poco. A lo mejor tenía que ser así. Son ya demasiados obituarios con gente taurina. Quizás es que también va pasando demasiado tiempo de crónicas por encima de uno. Lo cierto es que duele tener que afrontar este tipo de escritos, porque también con ellos se marchan parte de aquellas primeras vivencias de la profesión. Dionisio Fernández Cabeza comenzó a trabajar en el equipo de José Luis Pereda al tiempo de que éste reinaugurara como propietario la Plaza de La Merced. Un personaje de carácter jovial y abierto al trato con el público fue el perfil que aquella empresa, a través de su gerente José María Rodríguez, encontró para abrir el camino de nuevos abonados en el tendido de la reciente plaza. La relación traspasó el tiempo cuando los nuevos empresarios llegaron al cargo hasta que, poco después, terminara su etapa en el ámbito taurino.

Alguien me decía ayer que lo que realmente perdura de Dioni, no es la persona sino el personaje. Ese que lo mismo era representante de papillas de una conocida marca, que gestionaba mejor que el presidente Revilla las conservas de anchoas de Santoña, o que se desenvolvía en la vida con su negocio de marisco.

Pero si alguna impresión queda de este Dioni que ayer se murió, es la de un tipo muy de esta tierra, muy enamorado de esta Huelva llena de tradiciones.

Quizás fue un soñador más allá de su virtual existencia. Posiblemente en esa razón encontrase como persona la sensatez de su vida. Uno no tuvo nunca la necesidad de conocerlo en toda la extensión de su modo de vivir, sin embargo, confieso que le tenía un especial aprecio a su trato, esporádico en el tiempo, sí, pero bastante singular por el personaje que lo protagonizaba.

Seis días después de aquel último abrazo, hoy se celebra su funeral en la capilla del Tanatorio Nuevo. Va a ser a las 10:30 horas, y a buen seguro que con muchos amigos y conocidos acompañándole. Descanse en paz.

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