Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Tribuna de opinión
AL acceder al convento franciscano también conocido como Monasterio de Santa María de La Rábida, verdadero centro de gravedad de los denominados Lugares Colombinos, un visitante podría adivinar la silueta de un Colón paseante por su patio mudéjar o por los jardines que hoy alojan los bustos de algunos de sus frailes insignes. Paseos seguramente repetidos durante los pocos años anteriores a la partida de la expedición colombina, un 3 de agosto de 1492, conmemorada hoy hace dos semanas.
El avistamiento, el 12 de octubre, de la después bautizada América mutó la expedición, retornada al puerto de Palos el 15 de marzo del año siguiente, en gesta. Una que cambió el mundo entonces conocido, considerada umbral temporal del Renacimiento, y sobre la que se ha dicho y escrito mucho; también, y como todos los años, cada 3 de agosto en la reunión extraordinaria de la Real Sociedad Colombina Onubense en el Monasterio de La Rábida, a la que asistí como rector de la Universidad de Huelva.
De lo escuchado en la citada reunión, destaco un pequeño apunte de la breve intervención del Excmo. Sr. Almirante D. Eugenio Díaz del Río, quién presidió la sesión y recordó que Colón, imaginado tenaz y expectante en La Rábida, eligió Palos porque la costa onubense de finales del siglo XV contaba con los recursos materiales y humanos que su empresa demandaba: profesionales avezados, buenos y experimentados marinos conocedores de las tecnologías punteras de la navegación; y armadores emprendedores e innovadores que las explotaban para sus operaciones pesqueras e incursiones en Guinea. La costa onubense, además de geográfica, se erigía también en frontera tecnológica y de conocimiento.
No fue pues el azar sino el poder atractor de uno de los puertos más pujantes de Europa lo que condujo al futuro Almirante de la Mar Océana a aguardar en La Rábida a que los sabios asesores de las coronas de Aragón y Castilla, a la sazón una de las más potentes agencias financiadoras para la investigación e innovación de su época, acabaran de evaluar su proyecto de abrir una insospechada ruta occidental hacia las Indias.
Como académico y como rector de la Onubense, quiero llamar la atención sobre el mensaje que podemos extraer de la pasada conmemoración: debemos comprometernos, desde nuestras respectivas responsabilidades, con la promoción del conocimiento, la innovación y la transferencia, para volver a situarnos en esa frontera atractora de proyectos y prosperidad. Como hace poco más de 500 años. La historia puede repetirse.
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