Coronada por doce estrellas y el amor de todos los devotos rocieros

El Rocío

La coronación de la Virgen del Rocío había suscitado un inusitado interés y fue presidida por el cardenal Almaraz

Tres personas fueron fundamentales en el proceso de coronación: Cristóbal Jurado, Muñoz y Pabón y Luis Cozar

El cardenal preside el acto de la coronación.
El cardenal preside el acto de la coronación.
Eduardo J. Sugrañes

08 de junio 2019 - 07:07

“No dejes de salir el viernes a las dos en punto, así se hace necesario para poder llegar con tiempo al Rocío”. Estas eran las indicaciones de María Magdalena Almaraz, hermana del cardenal de Sevilla al que le animaba se diera toda la prisa del mundo en llegar. Un reflejo del inusitado interés que había despertado la coronación canónica de la Virgen del Rocío en todos, sin exclusión.

Nos podemos imaginar esos deseos de ver culminadas tantas gestiones en Roma con la bula, y más cerca entre los devotos y fieles para hacerle la corona a la Virgen del Rocío.

En la aldea estaba todo preparado y se esperaba al cardenal para el recibimiento de las hermandades que se realizaba a las seis de la tarde. El cardenal se encontraba presidiendo el acto en el balcón de la ermita a pleno sol de justicia, debió pasar tanto calor como el papa san Juan Pablo II cuando también en un mes de junio del año 1993 se asomaba al balcón de la ermita, aunque esta ahora más grandiosa. Se protegía como podía el cardenal con paraguas.

Aquella ermita de 1919 también había mejorado mucho gracias a las obras que uno años antes había promovido el párroco de Almonte Luis Cozar, que promocionó a párroco del Salvador de Sevilla.

Una vez finalizada la entrada de las doce hermandades filiales tuvo lugar pasada la media noche, a las 00:30, el rosario procesional que recorrió los alrededores del santuario, recogiéndose a la una en punto. Muchos devotos le acompañaron y finalizó con la solemne Salve cantada.

A continuación se quemó una bonita colección de fuegos artificiales durante el baile y la animación llegó hasta muy entrada la madrugada.

No pasó mucho tiempo para cuando estaban en la calle “las bandas de música, tamboriles y pitos” que despertaban a los romeros “con alegre y porfiada diana”, según las crónicas de la época, que tomamos de los diarios La Provincia y Diario de Huelva.

A las cinco de la mañana fue trasladada la Virgen a El Real para el acto de las diez

Hasta que a las cinco de la mañana la Virgen del Rocío era trasladada desde su ermita a El Real donde iba a ser coronada canónicamente. A diferencia de ahora, no era una hora habitual de sacar a la Virgen, ya que esta salía tras las misas de la mañana con el día ya levantado. Así que la Virgen del Rocío amanecía con las primeras claras del día en el lugar de la coronación, en un altar levantado exprofeso, donde se colocó el paso de la Santísima Virgen, acompañado por todos los simpecados y aparece adornada con algunos candeleros y jarras de flores. En una tribuna se dispusieron sillas para las autoridades que acompañaban al cardenal Almaraz.

El cardenal celebró misa a las ocho de la mañana en la ermita, mientras la coronación canónica se celebró a las diez de la mañana y desde mucho antes “un inmenso gentío invadía los alrededores del santuario”,

El Diario de Huelva señala que el cardenal a cuyo lado tomaron asiento los señores Villa y Moreno, hermanos mayores de Almonte y La Palma, el señor Acebedo, alcalde de Almonte e Ignacio Cepeda.

En la tribuna acompañaba al cardenal Almaraz, que vestía de medio pontifical diversas personalidades, como recoge el diario La Provincia: “el señor secretario de la Cámara, el representante de las autoridades de la provincia, don Cristóbal Jurado, presbítero párroco de Niebla, iniciador de la idea de coronar a la Virgen del Rocío, que era delegado para dicho acto por los ilustrísimos señores gobernadores civil y militar, ilustrísimos señores presidentes de la Audiencia, comandante de Marina, Guardia Civil y Carabineros, ilustrísimo señor delegado de Hacienda, ingeniero director de las obras del Puerto, e ilustrísimo señor alcalde de Huelva.

El párroco de Niebla llevaba además la representación de la Academia Bibliográfica Mariana de Lérida.

La Diputación Provincial estaba representada por don Juan García Pichardo, don José María Jiménez Molina y don Francisco García Morales.

También figuraban en el palco las autoridades de Almonte con el alcalde, señor Acebedo, a la cabeza, don Manuel Siurot el poeta, don Pedro Morgado, el juez de instrucción de La Palma señor Monedero, don Manuel Márquez párroco de Almonte, don Luis Cozar párroco del Salvador de Sevilla, alma de la realización del proyecto, Dr Juan J. Muñoz Pavón, lectoral de la Catedral de Sevilla, doña María Magdalena Almaraz, hermana del señor cardenal, los párrocos de Bollullos, San Juan del Puerto y Trigueros y numerosos sacerdotes de los pueblos rocieros y la celebre camarera mayor de la Virgen, doña Ana Valladolid”.

La misa de coronación fue oficiada por el provisor del arzobispado, Miguel Castillo, ministrado por Rafael Carnevali y Juan Pablo Osorno, de diácono y subdiácono respectivamente.

Las palabras del cardenal Almaraz las recoge el Diario de Huelva y son bastante interesantes para reproducirlas:

“El señor cardenal pronunció una elocuente oración, ponderando el acto.

Felicita a los romeros que con su asistencia revelan un corazón todo lleno de bondad, amante de la tradición católica.

Vivimos una continua lucha pues aunque la guerra de las armas haya terminado la guerra de clases continúa.

-Necesitamos la paz, pero una paz que nos ennoblezca, que nos dignifique, que se funda en la Justicia.

Por eso el Romano Pontífice proclama a la Virgen del Rocío como Patrona de la Paz y la Justicia.

Continúa su elocuente oración haciendo un extenso y entusiasta panegírico de las glorias de María”.

Tras las palabras del cardenal se cantó el Reina del Cielo y Oh gloriosa Virgen.

“Acto seguido, el señor Cardenal tomando la valiosa corona la colocó en la cabeza de María Santísima del Rocío”.

El Diario de Huelva dijo que era “imposible describir el entusiasmo delirante del concurso”. La Provincia apunta por su parte que “se sucedieron momentos de indescriptible entusiasmo, entre vítores y aplausos”,

“Las bandas de música, tamboriles y dulzainas tocaron la Marcha Real”. “Verdaderamente electrizados –dice el Diario de Huelva- mientras unos enronquecen dando vivas a la Virgen del Rocío, otros lloraban de alegría y no faltan quienes de rodillas y en alta voz hacían a la Virgen promesas”.

“En dirección a la Virgen se agitaban los pañuelos de la muchedumbre, cuyos gritos se confundían con los estampidos de los fuegos de artificio, viéndose llorar de alegría y emoción profunda los hombres y las mujeres”, destaca La Provincia.

Nadie se pudo sustraer de aquel momento, ni el propio cardenal que “profundamente emocionado, tenía los ojos arrasados en lágrimas”.

Concluido el acto de coronación la Virgen del Rocío fue conducida nuevamente hacia su santuario. “Bajo un sol de fuego, la multitud se agrupaba alrededor de la Virgen repitiéndose los vivas sin cesar”. Una entrada en la que siguieron “las manifestaciones de entusiasmo”. En los alrededores de la ermita y ante las puertas de esta se organizaron alegres fiestas escuchándose las coplas de Muñoz y Pabón que escribió para la coronación.

Solo una anécdota después de la coronación, uno de los cohetes cayó sobre el toldo de la tribuna a la que prendió fuego produciéndose entre la gente un movimiento de confusión que se superó con los vivas a la Virgen del Rocío.

El lunes de Pentecostés se celebró la función principal en la que ensalzó las glorias de la Virgen el canónigo Muñoz y Pabón, “siendo frecuentemente interrumpido por los vivas y los aplausos”, relata La Provincia. Continúo luego la procesión que se realizó “con el mayor esplendor y entusiasmo, visitando la Virgen a todas las hermandades, y rodeándola numerosos jinetes a caballo”.

El periódico resumía en su crónica de la coronación el reconocimiento a las personas claves en este acontecimiento: “Merecen pláceme el sr. Cardenal, su señora hermana, don Luis Cozar, el señor Muñoz y Pabón, y el humilde párroco de aldea don Cristóbal Jurado, que inició la idea de coronar a la Virgen”.

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