Pentecostés reúne a toda la familia rociera

El obispo José Vilaplana exhortar a trabajar "por la justicia" para conseguir "una sociedad que necesita ser regenerada"

Invita a los jóvenes a "traducir con fidelidad el Evangelio a vuestras formas de comunicación"

El obispo de Huelva, José Vilaplana, presidió la Misa de Pentecostés en El Real de El Rocío, pronunciado la homilía.
El obispo de Huelva, José Vilaplana, presidió la Misa de Pentecostés en El Real de El Rocío, pronunciado la homilía. / Reportaje Gráfico: Josué Correa

En un tiempo en el que las redes sociales nos sirven millones de imágenes de la Romería del Rocío con la que hacernos una composición de lugar de lo que entraña esta fiesta mariana, la Misa de Pentecostés bien podría viralizarse como estampa iconográfica con la que explicar la esencia de la fe que mueve a centenares de miles de romeros.

La eucaristía volvió a ser multitudinaria, trasladando al mundo un mensaje claro y cristalino: que el ágape, la música y el baile son los aderezos de una fiesta cuyo trasfondo y faro es la Virgen del Rocío. Una venerada y bendita pieza escultórica que cuando nuestros lectores lean estas líneas ya desfilará por su aldea a hombros de los almonteños.

La liturgia arrancó con los inconfundibles toques de la flauta y el tamboril, acompañados del tañido de las campanas de la ermita. Eran instantes en los que la aldea aún se desperezaba del cansancio acumulado durante las largas jornadas de peregrinación. Con su báculo pastoral el obispo de Huelva, José Vilaplana, procedía a despedir de manera momentánea a la Virgen que luce sobre sus andas para coronar el altar de la explanada de la Plaza de Donaña, escenario en el que en 1919 se produjo la coronación canónica de la Virgen del Rocío. Tras abandonar el santuario, la curia eclesiástica se trasladó al emblemático espacio en el que el humilde monolito del escultor hispalense José Ordóñez recuerda el inminente centenario en el que ya trabaja la Hermandad Matriz.

Magistral actuación de las corales Virgen del Valle de Hinojos y Santa María de la Rábida

En el altar se ubicaron los estandartes de las 119 hermandades, junto al de la Matriz que forman una coral de tapices en el que destacaron con luz propia los de Cartaya y La Carolina (Jaén), que este año se suman a la nómina de filiales rocieras tras completar su peregrinación de la mano de sus madrinas Ayamonte y Jaén. También está siendo un rocío especial para Lucena del Puerto, que cumple su septuagésimo quinto aniversario mostrando su fe sobre las arenas almonteñas.

Vilaplana, que ofició la misa junto al obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, y el párroco de Almonte, Francisco Martín Sirgo, quiso que sus primeras palabras fueran "en recuerdo a las víctimas del atentado de Londres y del hombre fallecido en la madrugada de ayer cuando participaba en Terrassa en la Romería del Rocío de Cataluña".

El prelado invitó a los hermanos rocieros a venir "a las plantas de la Blanca Paloma, no sólo como suplicantes, sino también como aprendices, con la humildad del que quiere conocer mejor a María y acoger de sus labios su invitación siempre actual: "Haced lo que mi hijo os diga". En este sentido destacó la necesidad de tomar conciencia de que "necesitamos urgentemente aprender de María a ser cristianos auténticos para ser buenos rocieros". En síntesis, conminó a vivir el Rocío como "una escuela de vida cristiana" en la que "aprender de María, maestra de vida espiritual". Una vida que debe ir encaminada a trabajar "por la justicia" para conseguir "una sociedad que necesita ser regenerada", dijo. Igual de contundente fue Vilaplana al criticar "la explotación del débil o del inmigrante; al odio o al maltrato, hiriendo la dignidad de la persona".

Un Pentecostés que es una fiesta de esperanza pues, "a pesar de nuestra fragilidad, Jesús cumple la promesa hecha a sus apóstoles: Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". Como es habitual en él, el obispo tuvo palabras para los más jóvenes y la misión evangelizadora que tiene la iglesia para con ellos. Por esto quiso hacer suya las palabras de Su Santidad, el papa Francisco y su voluntad de "encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa". Les invitó a ser "mensajeros, testigos y apóstoles entre vuestros compañeros jóvenes" y a "traducir con fidelidad el Evangelio a vuestras formas de comunicación, a los nuevos lenguajes".

Tras sus palabras, las hermandades renovaron su protestación de fe con el presidente de la Hermandad Matriz, Juan Ignacio Reales, a la cabeza, acompañado del hermano mayor, José María Acosta. Al igual que sus homólogos de las 119 hermandades. La presencia institucional estuvo representada por la alcaldesa de Almonte, Rocío Espinosa, su homólogo de Huelva, Gabriel Cruz, y la subdelegada del Gobierno en Huelva, Asunción Grávalos.

La fusión de sonidos vino protagonizada por las corales Santa María de la Rábida de Huelva y su homónima la Virgen del Valle de Hinojos, dirigida por José Ángel Ligero. Ambas prepararon diversas sinfonías que adaptaron al ritmo y letras rocieras. En este caso, mezclando guitarra española, pandereta, palillos, flauta y el tamboril con otros aderezos instrumentales como el órgano y el violonchelo que, sumadas a las voces corales, lograron sorprender al público con piezas de suma belleza artística. Su interpretación sobre el templete efímero de la Plaza de Doñana demostró que, aun cuando la música es un lenguaje universal, es posible que todo tipo de instrumentos, voces y estilos se plieguen al acento rociero. Las piezas musicales cautivaron a los romeros por su belleza y estilo de los cantes de siempre; destacaron los fandangos que cantó Eduardo Hernández Garrocho.

En las casi dos horas y media que duró la misa, el santuario no dejó de ser visitado por los romeros que se agolpaban frente a sus rejas para orar e implorar a la Pastora almonteña. Este continuo trasiego de peregrinos también fue constante en la capilla votiva, componiendo una imagen coral de lo que representa la universal devoción rociera.

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