El Rocío

La jornada se tiñe de emoción

  • La aldea se convierte en un bullicio de romeros, caballos y charrés tras la misa pontifical de la mañana

  • Pequeños y mayores viven la fe en un intenso día de convivencia y hermandad que quedará para el recuerdo

La jornada se tiñe de emoción

La jornada se tiñe de emoción

Saray, ¿tú sabes que estoy en El Rocío y que hay carrozas, arena, burros y caballos?". Así relataba, con voz emocionada, una pequeña sus vivencias particulares en la aldea. Delante de un porche en el que unos romeros bailaban sevillanas, la niña explicaba su visión del Rocío ataviada con su traje de flamenca. Porque en el Rocío de los más pequeños se cogen cangrejos en el paseo de las marismas. Lo mismo que se monta un carro con una puerta y unas cuerdas.

La aldea estaba en ebullición tras la misa pontifical de la mañana. El gentío era palpable en cualquiera de las calles y especialmente en los alrededores de la ermita. Las colas para entrar en la capilla votiva eran larguísimas. Familias enteras aguardaban para encender una vela y prender sus promesas. La mezcla de acentos constataba la presencia de personas procedentes de cualquier parte del país. "Hay más gente en las velas que en la calle", aseguraba un peregrino antes de entrar en la capilla, convertida en una humareda de devoción.

Los charrés y los caballos pisaban las arenas levantando un polvo que varios camiones mitigaban a golpe de agua. Y mientras tanto, la Hermandad de Jerez se presentaba ante la Blanca Paloma mientras sonaba un nítido y ensordecedor Dios te salve, reina y madre; Dios te salve, a ti Rocío.

Tras el chocolate con churros de primera hora de la mañana, en las casas particulares y en las casas de las hermandades se preparaba el almuerzo. Johana, que trabaja estos días en la Casa Hermandad de Bollullos, explicaba que desde los fogones se vive un Rocío bien distinto. Carrillada, solomillo, croquetas, flautitas, adobo, chocos, gambas, langostinos y chacina formaban parte del menú de ayer. Desde las siete de la mañana y hasta las tres de la madrugada, junto a sus compañeros, prepara la comida para quienes residen estos días en la casa, así como para los visitantes que vienen de fuera. Todo estaba preparado para un día de convivencia y de fe.

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