El Rocío

Aristocracia del pueblo con paraguas

  • Como el Martes Santo, el Cerro volvió a toparse con la lluvia el martes de Rocío Estreno entusiasta del nuevo hermano mayor, Jesús Canela

Cerro del Águila tiene nombre de novela de Carlos Fuentes, pero el barrio ayer parecía Macondo. La Avenida Héroes de Toledo es ahora Avenida de Hytasa. La heroicidad estaba en la calle: amazonas a caballo aguantaban estoicas, con una flor en el pelo mientras los jinetes se colocaban impermeables. Mujeres ataviadas con traje de flamenca buscaban la jardinera, "estará en la puerta del Matadero", para guardar los enseres, varas y estandartes. Los dejaron en una de las carriolas, llevadas por un hombre que se estrenaba en el Cerro. "He hecho el camino con Triana, Coria y Alcalá de los Panaderos".

La misa de romeros fue bien temprano. Otro martes lluvioso en el Cerro, como el Martes Santo que obligó a recogerse las imágenes en la Catedral. El mismo día de los atentados de Bruselas. Eso es mucho peor. "La lluvia es prosperidad, es una anécdota", le dice una señora, doña Categoría, al hermano mayor, Jesús Canela, que lo es desde octubre de 2015 y se estrena con su primer camino. Canela, 37 años, diez de ellos de costalero en la de su barrio, nació en septiembre de 1978, año de la Constitución y primero del pontificado de Juan Pablo II.

La primera parada es en el antiguo Matadero, edificio regionalista convertido en colegio Ortiz de Zúñiga. El centro está protegido por una doble reja, antesala del muro almonteño. Giran el simpecado que llevan dos bueyes de tronío, Discutido y Napolitano, obedientes, leales, mucho más incómodos sobre el asfalto mojado que en su hábitat natural de Marismillas. Recreo rociero. Lluvia sin monotonía tras los cristales. Cánticos infantiles.

La lluvia no da tregua. Tampoco el tamboril y la flauta de Miguel Casado. Sevillano de la Macarena, 23 años, trabaja en la hostelería y va con la hermandad del Cerro. El hermano mayor es del gremio de la construcción. "Es un barrio de gente trabajadora", dice Jesús Canela. Hasta la dramaturgia la concibe Salvador Távora como uno de los trabajos de Hércules. La hermandad del Rocío del Cerro organizó en el teatro de Távora un pase de modelos a beneficio de las colonias infantiles. En años anteriores, niños de las Tres Mil Viviendas, de los Pajaritos y las Candelarias disfrutaron de días de asueto en la aldea con escapadas a la playa de Matalascañas. Para este verano, la hermandad del Cerro ha pensado en niños de la propia barriada de extracción humilde.

"Este año no pasan cantando", comenta una chica en la parada del 32 de la calle Alcalde Juan Fernández, el que trasladó la Feria del Prado a Los Remedios. El simpecado, precedido por los caballistas, se perdía a lo lejos de esta calle que serpentea. Dos coches de policía abrían y cerraban el cortejo. Una peregrina pertrechada de gabardina y paraguas hacía su lectura del cambio climático. "Le han dado la vuelta al mapa. Galicia seca y aquí lloviendo a mares. No estamos preparados para eso, ni las casas, ni la ropa. Nos van a cambiar los toros por las vacas". Llovía en la ronda del Tamarguillo, palabra que remite a recuerdos atávicos de un Macondo de hemeroteca. No se oían los cantes, avanzaban los peregrinos. Hubo un tiempo en que esta parte de la ciudad fue campo, pero los bueyes y caballos no entienden de nostalgia.

La víspera, en Canal Sur, pusieron Rocío y José, película de Gonzalo García Pelayo en el camino con hilo musical de sevillanas de Los Romeros de la Puebla. A la Coria balompédica la conocen como la Baracaldo del Sur. La analogía sigue vigente con el cielo encapotado. El Cerro iniciaba su camino en la ciudad sin montañas, despedían a la hermandad en el que fue emporio de hilaturas y telares. Tela marinera, agua de la marisma y de los cielos en el segundo martes santo de la industriosa barriada, aristocracia del pueblo entre Marqués de Pickman y Conde de Bustillo.

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