Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Aracena huele distinto cuando llega el otoño. El aire fresco que desciende del Monte de la Cruz y del Monte San Ginés arrastra el aroma a tierra húmeda tras las lluvias y el rocío, a castañas recién asadas, a mosto joven en fermentación y a ese ciclo natural de vida que solo la temporada micológica sabe regalar. En este escenario, donde el paisaje se convierte en despensa, el restaurante Montecruz alcanza su momento más brillante.
No es casualidad. Situado en pleno corazón de la plaza de San Pedro, Montecruz no solo es un referente para locales y visitantes, sino también un estandarte culinario de prestigio: es el único restaurante del municipio presente en la Guía Michelin y, además, el decano de la provincia de Huelva en esta selecta guía francesa. Un mérito que se gana plato a plato, temporada tras temporada, desde hace ya casi tres décadas. Como anécdota, la benjamina de la familia García Prior, Eva (hoy pilar fundamental del negocio tras culminar sus estudios de Derecho) ni siquiera había nacido cuando a sus padres, Clara y Manolo, les llegó aquel primer reconocimiento.
El otoño trae consigo el repertorio más esperado: setas de la sierra en infinitas versiones, desde los clásicos guisos hasta preparaciones más contemporáneas; los últimos frutos de la huerta, trabajada por la familia desde generaciones, que se despiden con colores y matices únicos; la influencia de la vendimia, que aporta un mosto con sabor a tradición; y la siempre presente actividad cinegética, que abre paso a carnes de caza tratadas con respeto y paciencia.
Montecruz no solo alimenta: refleja el territorio. Sentarse a su mesa es recorrer la sierra de Aracena; es caminar entre encinas, majadas de pastores y cañadas que aún conservan la memoria de oficios antiguos como el de apañar castañas, todavía vivo en la zona. Todo ello se conjuga con una interpretación propia de la cocina, que ha sabido actualizarse sin perder sus raíces. Hoy, junto a Clara y Manolo, están también sus hijos: Eva y el mayor, Manuel, quien ya presenció la primera visita de Michelin a la casa familiar.
En un municipio cada vez más volcado al turismo como es Aracena, Montecruz se ha convertido en parada obligada para quienes buscan conocer la verdadera esencia cebollera: esa unión entre naturaleza, cultura y sabor. Porque si hay un lugar donde el otoño se sirve en platos, con el rigor de la tradición y el guiño de la innovación, ese lugar está aquí.
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