Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Verano en Huelva
Septiembre siempre trae consigo la vuelta a la rutina, pero, al mismo tiempo, sigue siendo ese pequeño regalo que prolonga el verano para quienes aún disfrutan de unos días libres o simplemente aprovechan los fines de semana.
Las temperaturas se mantienen agradables, los chiringuitos y bares siguen abiertos, y las playas recuperan esa calma que muchos buscan tras el bullicio de agosto.
Mazagón es sinónimo de vacaciones en familia, y una excelente opción para el último mes estival con playas que son pura naturaleza y más calma y tranquilidad.
Siempre ligado a la comarca del Condado, en los últimos años ha sabido ganar protagonismo como destino turístico gracias a su puerto deportivo, su ambiente marinero y su encanto natural. El faro de 1861 vigila la costa desde lo alto, mientras el parador, al final de la playa, se asoma como un mirador privilegiado a un arenal que combina tramos urbanizados con espacios vírgenes.
El nombre de esta playa evoca al Caribe, y no es casualidad: fueron marineros de Lepe quienes bautizaron en el siglo XV las islas de las Antillas.
Hoy, La Antilla es un extenso arenal de arena fina que, pese a su desarrollo turístico en los últimos años, conserva la esencia de un núcleo pesquero y un ambiente familiar. Un lugar donde tradición, modernidad y progreso conviven en perfecta armonía, y que en septiembre se disfruta más todavía.
A las puertas de Portugal, junto a la desembocadura del Guadiana, Isla Canela es uno de los grandes tesoros de Ayamonte.
Con más de cinco kilómetros de playa, sus cálidas arenas acogen tanto urbanizaciones y hoteles con marcado acento internacional como rincones más tranquilos y solitarios. Además, es un lugar perfecto para la práctica de deportes náuticos, lo que lo convierte en un destino tan atractivo como versátil.
Entre Punta Umbría y La Bota se esconde este rincón protegido que lleva el nombre de uno de los árboles más característicos de la zona.
Los Enebrales es un auténtico pulmón verde junto al mar, donde pinos, sabinas y dunas abrazan a los visitantes. Su playa salvaje, sin construcciones y a un paso de la capital, es un paraíso para quienes buscan naturaleza en estado puro y largos paseos frente al Atlántico.
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