Brazadas a la eternidad

Pekín 2008 - Crónica de la jornada

Con récords mundiales en 200 mariposa y 4x200, Phelps ya suma 11 oros olímpicos, más que nadie en la historia · España roza el bronce con Alberto Contador y la judoka Leire Iglesias

Michael Phelps, en la salida de la final de los 200 mariposa.
Michael Phelps, en la salida de la final de los 200 mariposa.
Juan Antonio Solís

14 de agosto 2008 - 05:02

Sobraron las barras y las estrellas, las fronteras se difuminaron por un momento. Todos los amantes del deporte alentaban a Michael Phelps, ciudadano del mundo, en su pulso contra sí mismo, en esos 200 metros mariposa que consumaron la primera de sus tres grandes hazañas, la de convertirse en el atleta con más oros olímpicos de la historia. Con su triunfo en una de su pruebas favoritas, se colgó la décima medalla dorada de su carrera en los Juegos. Más que nadie. Y la cuarta en Pekín.

La segunda de sus gestas, ya circunscrita a la natación, la consiguió poco después en la final del relevo 4x200, donde Estados Unidos fijó una nueva plusmarca sideral, por debajo de los siete minutos: 6.58,56. Su victoria le deja como el nadador con más medallas olímpicas de la historia con 13 preseas, una más que su compatriota Jenny Thompson. Desde luego, un logro menor si se coteja con esos 11 oros que ya dejan dos escalones por debajo a Mark Spitz, a la gimnasta rusa Larissa Latynina, al atleta finlandés Paavo Nurmi y al atleta estadiounidense Carl Lewis.

Todo el mundo celebró la gesta de Phelps como algo propio porque todo el mundo era consciente de la excepcionalidad. Podrán contar que lo vivieron. Por delante, este voraz Tiburón de Baltimore tiene tres zambullidas más para batir esa plusmarca de siete oros en unos mismos Juegos que aún atesora Spitz. Phelps no puede fallar en los 200 metros estilos (mañana), en los 100 mariposa (sábado) y los 400 metros estilos (domingo).

De momento, en los 200 estilos se ha metido en las semifinales con el sexto mejor tiempo (1.58,65), crono que mejorará ya centrado en esta especialidad. Tendrá una dura oposición en su compatriota y amigo Ryan Lochte (1.58,15, el mejor tiempo ayer) y el húngaro Laszlo Cseh (1.58,29).

En ese Cubo de Agua que acumula plusmarcas mundiales sin cesar también despuntan nuevas sirenas como la italiana Federica Pellegrini, que se colgó su segundo oro en los 200 libre, y la australiana Stephanie Rice, reina de los estilos con su segunda presea dorada en el doble hectómetro tras un inolvidable pulso con la zimbabuense Kirsty Coventry, resuelto con sólo 14 centésimas de diferencia.

La natación va a dejar el listón imposible para el único deporte con más rango en unos Juegos, el atletismo. Era de prever que así sucedería, pero el rosario de récords y de carreras memorables ha zanjado el debate antes de lo previsto.

Los españoles, como el resto del mundo, reparten su mirada entre la actuación de sus compatriotas y esas brazadas hacia la eternidad de Phelps. Y ayer, como el lunes, no cayó medalla alguna para España. La pudo lograr Alberto Contador a la hora del desayuno, pero tras marcar el mejor tiempo en la primera referencia de la contrarreloj, sus fuerzas se fueron diluyendo como se diluían los azucarillos en el café de miles de telespectadores. El madrileño, según los expertos, pudo pagar en el trazado chino su ausencia del Tour, que le hubiera dado ese fondo necesario. El oro se esfumó bajo las potentes bielas del suizo Cancellara, y la plata se la llevó el desconocido sueco Gustav Larsson. Quedaba la esperanza del bronce, pero a Contador se le hizo muy largo el último tramo y lo cedió por ocho segundos al estadounidense Leipheimer. Samuel Sánchez, sexto, cumplió con creces.

Ese bronce pudo caer también en el judo, pero Leire Iglesias, una vasca afincada en Alicante que ayer fue capaz de apear a la campeona del mundo, sucumbió ante la fortaleza de la holandesa Edith Bosch, que fue plata en Atenas.

Los duelos a cara o cruz de otros españoles se resolvieron mucho antes de que asomara el podio: Javier Menéndez, último tirador español, cayó en la primera ronda de florete ante el austriaco Roland Schlosser; el boxeador José Kelvin de la Nieve, único púgil de nuestra delegación, también fue apeado en su primer combate con el estadounidense Luis Yáñez.

Lo de Nadal no fue un cara o cruz: muchas veces su moneda tiene dos caras. El ruso Andreev tampoco le exigió mucho (6-4 y 6-2) y el balear accedió a los cuartos, donde le espera el austriaco Melzer. Unas horas después, Nadal acabó su periplo en dobles con Robredo. Ganó la tradición australiana, encarnada por Hewitt y Guccione.

Nadal cada vez está más a gusto. Ha solucionado sus problemas de grip, agarra la raqueta sin problemas y se ha adaptado a la humedad. Tras ganar a Andreev,saludó a su amigo Pau Gasol, relajado en la grada. Ayer, mientras la ÑBA descansaba, otras selecciones españolas secundaban su éxito: la de hockey sobre hierba masculino (1-0 in extremis a Nueva Zelanda) y la de baloncesto femenino (paliza a Chequia). En los deportes colectivos despuntamos en los grupos. Ya llegarán los cruces.

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