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Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
NO es este el primer artículo que le dedico a la Escuela Oficial de Idiomas de Huelva. El motivo es doble. Por un lado, haber pasado allí mucha de mis mejores mañanas y tardes en territorio onubense es causa sobrada. La segunda razón es que siempre le hace falta un empujoncito, una ayudita para salir del marasmo en el que crónicamente se encuentra. Vaya por delante mi felicitación a cuantos consiguen una matrícula porque esta escuela tiene uno de los mejores profesorados de toda Andalucía. Comprobado y contrastado. Pero no hay manera de sacarla de su caquexia y de sus penas. Todos los cursos la misma historia. No hay plazas y la propia escuela que se ha quedado pequeña, viejecita, inhóspita y, a todas luces, inadecuada para la alta función que ejerce. El primer y crónico padecimiento de la escuela no tiene solución; al menos mientras sus destinos sean regidos por los demagogos con mando en plaza en el gobiernito de "la realidad nacional". Las escuelas de idiomas nacieron con un fin muy claro y muy loable: Enseñar idiomas a aquellos que, fuera ya del sistema académico, necesitaban imperiosamente esa herramienta para progresar en su trabajo o simplemente para encontrarlo. Y aún hoy esa demanda debería ser la más a tener en cuenta. Pero con la Junta nos hemos topado. Desde hace ya no sé cuantos años, la prioridad en las escuelas de idiomas andaluzas es para los jovencitos, adolescentes e infantes que ya están matriculados en un instituto y reciben clase de idiomas por las mañanas. De esta manera, esta muchedumbre pizpireta recibe clases de idiomas dos veces al día; ambas, como es natural, pagadas por el contribuyente. Todo sea por los votos. Ni que decir tiene que todo esto para casi nada. A los últimos cursos no llegan, calculo, ni la cuarta parte de esta alegre población inicial.
El segundo grano en las posaderas de la escuela onubense es el edificio, las instalaciones. Todo allí parece de prestado, provisional, transitorio. Cuántas horas perdidas buscando aparcamiento. Y es que la calle Oviedo debe estar en el ranking de las diez calles más imposibles de Huelva para aparcar.
La Escuela Oficial de Idiomas, su profesorado, su alumnado y Huelva en sí misma se merecen otra Escuela mejor, más grande, equipada con excelencia y con una localización manifiestamente mejorable. Para eso es indispensable creer en la enseñanza pública con obras que son amores y no con charlatanería insustancial que ni siquiera son buenas razones. Este es uno de esos temas que todas las administraciones deberían encarar con entusiasmo y yendo unísonas. ¿Será posible?
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