Tribuna

marco antonio molín ruiz

Filólogo

Los bostezos de una lira

En Huelva han desaparecido los conciertos serios de música clásica. Por eso, exigimos calidad de interpretación a cargo de profesionales con talento y experiencia

Los bostezos de una lira Los bostezos de una lira

Los bostezos de una lira

El conformismo lleva a los pueblos a la ruina. Está comprobado que cuando una ciudad se acostumbra a males consecuencia de la dejadez, inicia un deterioro irreversible. Lo vemos con la atmósfera, la naturaleza, el urbanismo y también la cultura. De hecho, cultura no es lo que decide una delegación que lleva tal nombre.

La música clásica en una ciudad, de la que son responsables en gran medida las delegaciones de Cultura de los ayuntamientos, las diputaciones y la Junta, puede caer, por simple rutina, en la más absoluta discriminación e indiferencia. A Huelva se le han arrebatado conciertos de orquestas sinfónicas, cuartetos de cuerda y participaciones de solistas y compañías. Ausencia que año tras año hace del panorama musical un desierto. Me duele recordar que los onubenses fuimos engañados en 2007 y 2015, cuando debutaban respectivamente una orquesta sinfónica y una orquesta de jóvenes. Ambos conjuntos eran un hecho efímero ya que se contrató a músicos de afuera para sorprender al público; toda una estratagema política en vísperas de campaña electoral. No se supo más de ambas formaciones a poco de sus respectivos años de presentación.

Con toda la razón del mundo los músicos profesionales de Huelva echan chispas ante la incompetencia y el descoco del Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía. Su relativización de la cultura se evidencia al volcarse con ofertas para espacios al aire libre y un público que no escucha en silencio. Como las delegaciones ignoran a los músicos de Huelva, se produce una emigración a Sevilla, Madrid y Barcelona. Estas ciudades han aceptado favorablemente a los talentos salidos de nuestros conservatorios. También sucede, y resulta inaceptable, que se prescinda sistemáticamente de artistas onubenses para elaborar una programación; incluso las notas al programa de conciertos a cargo de intérpretes onubenses internacionales las escriben en Sevilla.

Han desaparecido los carteles serios de música clásica que se ofrecen en cualquier ciudad del mundo: una obertura, un concierto y una sinfonía. Y cuando hay música clásica se cae en espectáculos al estilo de un concurso de televisión. Galas donde se amontonan obras de temática heterogénea entre profesionales y aficionados que mueven al aplauso fácil y atronador. Llevamos meses presenciando conciertos por los mismos artistas que ofrecen un repertorio estancado en media docena de obras populares.

Ante esta merma, los melómanos que económicamente se lo pueden permitir se desplazan a Sevilla, ciudad cuya cartelería de recitales, conciertos y representaciones son las que había en Huelva hace veinticinco años. Los programadores culturales onubenses de entonces ya se han establecido en provincias donde la música clásica se sigue cuidando como oro en paño. Gracias a estos gestores podíamos escuchar a grandes artistas pertenecientes a las escuelas de mayor relieve internacional. Se han descolgado de Huelva Juventudes musicales, que diera sus mejores frutos en los años ochenta con excelencias camerísticas, y la entonces Caja San Fernando, cuya serie Jóvenes intérpretes de Música antigua atrajo a cantantes e instrumentistas de altísimo prestigio.

Tampoco se puede caer en prejuicios que afecten al entorno de la interpretación. En vísperas de solemnidades religiosas, buenos conciertos sacros se malogran por un planteamiento equivocado. Huelva no puede escuchar un oratorio o una pasión dentro de una iglesia porque se tienen abiertas las puertas y encendidas las luces, además de no añadir asientos a los bancos, espacio insuficiente para el público, que se queda de pie. Precisamente, en los años ochenta y noventa el Gran Teatro acogía estas composiciones de Bach, Mozart y Fauré.

Huelva padece una desprofesionalización de la interpretación musical y un empobrecimiento de su oferta. Por consiguiente, es hora de que los profesores que desarrollan su labor en los conservatorios y las escuelas, esto es: quienes dominan el aprendizaje y el perfeccionamiento de la interpretación, trasciendan su tarea allende los estrictos marcos del academicismo y la burocracia. Por comparación, un médico no sólo trabaja o reacciona dentro de su consulta ni en el hospital. Exigimos calidad de programación a cargo de intérpretes de talento artístico, cualificación y larga experiencia. Que actualmente en Huelva haya mejor música clásica en bares y calles que en los teatros y auditorios debería movernos a una profunda reflexión.

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