Hace justo una semana se cumplían ochenta años de la aparición de "El principito". No me ocupé de tan grata efemérides por interesarme un tema de actualidad más cercano. Nunca es tarde para evocar la publicación de un libro, también llamado "El pequeño príncipe", de Antoine de Saint Exupéry, corresponsal de prensa y aventurado piloto de aviación. Su personalidad trascendió de lo puramente literario, convirtiéndose en una especie de héroe mítico de su tiempo que, además, cultivaba la literatura. Desde 1946, terminada la II Guerra Mundial, en que se publicó esta breve novela de 120 páginas, ha sido siempre una publicación mítica, de cuya lectura muchos presumen aunque jamás la hayan tenido ante sus ojos. Siempre fue el libro del que todos hablan, comentan y ensalzan. Sigue siendo así ocho décadas después cuando se recuerda este longevo aniversario y se confirma que sigue siendo uno de los más vendidos en todo el mundo. En Francia tiene hasta su propio día, denominado Día de "El Principito", el 29 de junio fecha en la que nació su autor en 1900 en la ciudad de Lyon.

Aunque reconozca los indudables valores de la obra que constituye una ingeniosa y valiosa reflexión sobre las relaciones humanas, la amistad, el amor, la fidelidad, la responsabilidad y el destino, que discurre en una amena y animada prosa entre la fábula mítica, la narración filosófica y el tratamiento sencillo y profundo a la vez de los valores universales, tan oportunamente expresados tras una conflagración mundial que había asolado a Europa, siento no ser el más ardiente entusiasta de tan icónico texto lo cual no impide que recomiende encarecidamente su imprescindible lectura. No obstante argumento tan emblemático y primordial no puede oscurecer la calidad de otros del aguerrido aviador como "Vuelo nocturno" (1931) o "Tierra de hombres" (1939) donde relata toda su larga memoria de avatares y aventuras.

El aniversario de novela tan singular y tan famosa me lleva a abundar en esa consideración habitual a la hora de mencionar publicaciones míticas. Los libros que más profunda huella dejaron en nuestro ánimo. Son muchos los que debo apuntar en mi haber de lector precoz, pero destaco una novela que dominó mi apasionante atención: "La montaña mágica" (1924), de Thomas Mann, un clásico de la novelística alemana del siglo pasado. Los numerosos valores literarios de este libro exceden este espacio. Sublimó la personalidad del autor la película "Muerte en Venecia" (1971), uno de los títulos más apreciados de Luchino Visconti, de belleza excepcional e inspiró la ópera de Benjamin Britten. En aquella precipitada, frenética y obsesiva lectura frecuentaba los clásicos, descubrí entusiasmado la "lost generation" estadounidense: John Steinbeck, Ernest Hemingway, William Faulkner, John Dos Passos… Me apasionaban Benito Pérez Galdós, Stefan Zweig, Vicente Blasco Ibáñez, William Somerset Maugham, Truman Capote… ¡Y tantos otros!.

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