Un mundo líquido

El mañana es cada vez más impredecible, menos consistente y con más interrogantes

Vivimos en un periodo en el que parece que nada está seguro. Por eso, le viene muy bien la metáfora de vida líquida que acuñó el pensador polaco Zygmunt Bauman, recientemente fallecido. A las ideas de rapidez con la que suceden acontecimientos y de los continuos cambios que se producen en las sociedades actuales -lo que también señaló Alvin Toffler- añadió la de que todo se mezcla, lo que conduce a realidades poco ciertas y deficitariamente consolidadas. Si se observa a nivel internacional, se comprueba que no es difícil identificar la materialización de esta perspectiva a través de personajes y de hechos que poseen la capacidad de alterar la situación y de llevarla a peor. Al respecto puede citarse a Donald Trump con sus impulsivos, continuos y peligrosos vaivenes y propuestas; Kim Jong-un, con sus bravuconadas militares y su insistencia en armas nucleares; Erdogan con su involución democrática e ideológica, que tiene repercusiones más allá de Turquía; la deriva del húngaro Viktor Orban con sus excesos desafiando libertades y derechos; Putin con sus sueños imperiales; el terrorismo yihadista; el ascenso de los destructivos populismos; los embates contra la UE… Pero tampoco se deben olvidar los más cercanos, con los que, asimismo, no nos quedaríamos cortos. Así, por ejemplo, se podría aludir a la delicada coyuntura por la que atraviesa el PP; la vulnerabilidad presente del PSOE, con unas primarias imprevisibles que contienen el riesgo de una vuelta a la cerrazón e iluminismo de Pedro Sánchez y sus adláteres; el juego irresponsable de un Podemos que no hace política sino mediocres performances para satisfacer las megalomanías de su líder, Pablo Iglesias; los descarnados y soeces ataques personales, vía redes sociales, ejecutados con frecuencia por seguidores de este último, contra quienes discrepan democráticamente y de lo que nadie está a salvo, pues es sólo cuestión de que se interfiera en algo con sus propósitos… Obviamente, se podría continuar mencionando mucho más, con otros nombres y fenómenos. El mañana inmediato, no necesariamente el futuro más o menos lejano, es cada vez más impredecible, menos consistente y con más interrogantes. Estamos instalados en un mundo líquido que se resiste a cambiar y que sin duda no es el mejor de los posibles. Probablemente algo se habrá hecho mal para producirse ese resultado y se tendrán que admitir errores. Lo difícil es acertar con a qué o a quiénes se echa la culpa.

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