Con el móvil

Estos sujetos pasan de tratar de enamorar a mujeres que, según ellos, les puedan arruinar la vida

Ala vista de algunos sucesos, que nos quieren vender por normales, no somos pocos los que nos preguntamos si estamos locos o nos queda poco. Por las cosas leídas en estos días la respuesta es contundente: ya hemos llegado, ya vivimos en la insania mental más delirante. Como siempre en estos casos, el frente se ha abierto en los Estados Unidos. Con el asunto de las agresiones sexuales ya nos hemos instalado en el no va más. Leo que sesudos institutos sociológicos han creado aplicaciones para el móvil orientadas a resolver este espinoso asunto. La primera ha sido una aplicación que se llama We consent. Es muy sencilla. Una pareja se conoce, a continuación se atraen y comienzan los escarceos amorosos. Estos, desde Adán y Eva, son una escalera cuyos peldaños se van subiendo de mutuo acuerdo. Según esta aplicación en no sé qué escalón se debe de parar. Es el primer interrogante: ¿cuándo parar? A continuación hay que sacar el móvil y grabar: soy fulanita de tal y consiento mantener relaciones con menganito de tal. Imagino que el parón para la grabación incluye peinarse un poco, ponerse bien la ropa y demás arreglos propios de cualquiera que va a quedar inmortalizado en un vídeo. Hecho todo esto y dada la respuesta afirmativa se pueden reanudar los devaneos amorosos. Amar con el móvil en la mano. Todo un logro. Imagino que mis lectores estarán como yo, boquiabiertos. ¿A qué grado de cosificación se ha llevado la relación humana entre sexos? ¿Cómo se frena el encuentro amoroso para grabar un vídeo? ¿Quién evita que después de ese consentimiento grabado diga la chica que cambió de parecer y no pudo grabarlo o se ha borrado? Pienso en los jóvenes que vienen detrás, y a los que llegará a parecerles normal esta locura y me estremezco. Millones de años de encuentros de amor reducidos a un "espera que voy a grabar".

No se ha hecho esperar la respuesta y ya ha surgido una asociación masculina denominada MGOW (Men going own way), hombres que van por su cuenta. Estos sujetos pasan de tratar de enamorar a mujeres que, según ellos, les puedan arruinar la vida. Para ello, sus contactos sexuales son esporádicos y se centran en prostitutas. Pagan y punto. Otra vez lloro por los que vienen detrás, por ellos y por ellas. Ya estamos pues instalados en la locura, la guerra de sexos es una realidad. La mitad de la población mundial mira de reojo a la otra mitad. Eso querían los promotores de este desvarío y lo van consiguiendo. Otro día habrá que hablar de los que financian y alientan este estado de cosas, porque haberlos, haylos.

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