Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
De un tiempo a esta parte estamos instalados en la mentira. El desarrollo de las redes sociales, la inmediatez de la información, están permitiendo que los bulos, las mentiras de toda la vida, se consideren verdades incuestionables. No se contrasta la información, no se verifica. Suponemos que si circula por una pantalla es que esa información es cierta. Con el confinamiento provocado por la pandemia del Covid-19, estas mentiras se están multiplicando casi a la misma velocidad que el virus.
Pero esto no es nuevo. En las pasadas elecciones vimos partidos políticos que mentían impunemente y, lo que es peor, que gracias a esas mentiras conseguían escaños en los distintos parlamentos del Estado. Siguen igual: si en el pasado hablaban de que los inmigrantes venían a quitar puestos de trabajo a los españoles ahora hablan de una supuesta persecución religiosa de este gobierno comunista y bolivariano. Si antes hablaban de una ideología de género y de chiringuitos feminazis, ahora nos dicen que un ministro infectado por el virus tiene una planta de un hospital público para él solo.
Y ahí no queda la cosa, también hablan de expropiaciones de segundas residencias para improvisados hospitales de campaña o utilizan falsos fotomontajes para decir que la Gran Vía madrileña está llena de féretros y nosotros a través de las redes sociales transmitimos a otras personas el virus de la falsedad para que estas, a su vez, lo transmitan a otras tantas y así la mentira se instala confortablemente, con el peligro que conlleva.
Una sociedad instalada en la mentira es una sociedad enfermiza, es una sociedad esclava, es una sociedad acrítica.
El mentiroso es un miserable porque para mentir se necesita la voluntad de mentir. Quien miente sabe que lo hace y pretende distorsionar la realidad, crear una realidad paralela que sirva a sus perversos planes. Como decía el cristo de los evangelios, sólo la verdad nos hará libres, sólo la verdad nos convertirá en ciudadanos con criterios, capaces de comprometernos y de cambiar las cosas. Denunciemos la falsedad porque si no lo hacemos terminaremos creyendo que la liebre corre por el mar y por el monte lo hace la sardina…
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