Permítanme les haga partícipes de mi propia satisfacción al haber recibido, el pasado jueves, el primer regalo navideño en forma de privilegio afectivo y sentimental, tal cual es el haber sido designado pregonero de la Hermandad del Calvario. Digo es un privilegio por la categoría de ese pregón, no solo por ser el pionero en el ámbito de las hermandades y cofradías sino, sobre todo, por la categoría de quienes pasaron por esa tribuna, lo que configura junto al citado privilegio una altísima responsabilidad y un inmenso reto, máxime si como sucede en mi caso se han ostentado cargos de la máxima responsabilidad en tan ejemplar corporación.

E insisto en la catalogación de considerarme un privilegiado y lo hago porque he dado muchos pregones. En todos y cada uno de ellos traté de dar lo máximo de mis capacidades y conocimientos pero mentiría si no reconociera las huellas que te van dejando cada uno de ellos y las circunstancias en que se produjeron y he de decir que al margen de mis otras intervenciones públicas fueran profesionales, políticas… que en lo cofrade debo sentirme agradecido a quienes me dieron la oportunidad de pregonar o exaltar en momentos singulares y que me marcaron e imprimieron carácter como es el caso del de la Semana Santa, se van a cumplir veinte años del mismo y, sin duda alguna la Exaltación a mi Señor de Pasión en la inolvidable tarde de la Imposición de la Medalla de la Ciudad en el marco inigualable de San Pedro o el de la Patrona de Granada por los vínculos indelebles que me unen a aquella ciudad… Podría citar más pero ellos son elementos cumbres en mi trayectoria personal que ahora culmina con esta designación que, sinceramente, agradezco. Puedo asegurar que haré el máximo esfuerzo para estar a la altura que requiere pregonar, nada más y nada menos que al Calvario y con el regalo añadido de hacerlo por primera vez en la propia Capilla y en presencia de los Sagrados Titulares. ¿Se puede pedir algo más?, no, y solamente rogar comprensión y benevolencia a mi familia calvarista, asegurándoles que esfuerzo, vivencias, sentimientos y exaltación devocional no han de faltar. Es, por ello, mi sensación de agradecimiento, privilegio, responsabilidad y ¡cómo no!, también, miedo a mi propia emotividad y a saber transmitir todo aquello que se pueda esperar de mi palabra.

De cualquier manera, pues, gracias a la Junta de Gobierno por afrontar el reto de designarme y lo demás, que se haga según la voluntad de los Titulares del Calvario a quienes me encomiendo y pido la inspiración necesaria. Muchas gracias por el privilegio otorgado.

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