La densidad de la vida

La libertad que nos ha sido concedida nos permite influir en la densidad de nuestras vidas

S style="text-transform:uppercase">I de pequeños nos preguntaban "¿Qué pesa más: un kilo de paja o un kilo de plomo?" invariablemente respondíamos: "Un kilo de plomo, claro", sorprendiéndonos cuando nos advertían de nuestro error. Tiempo después, en las clases de Física, entendimos los conceptos de densidad y peso específico y, con ellos, la relación del volumen con la masa o con el peso de un cuerpo. Viene a cuento este recuerdo de estudiante a propósito de una conversación mantenida con Francisco, Johanna y Álvaro, integrantes del grupo Música Prima, juglares del siglo XXI, después de una interpretación suya en la que la música, el relato trovadoresco y el sentido del humor formaban un combinado que hizo las delicias del público.

No sé cómo la grata charla derivó, desde la forma de vida de los juglares de la Edad Media hacia las diferentes formas de afrontar hoy nuestra existencia. Convinimos en que, a fin de cuentas, ya que el pasado es irremediable y el futuro impredecible, lo que realmente importa es el presente. No podemos influir demasiado en la determinación del tiempo de estancia en este planeta que se nos adjudica, ni podemos dilatar el número de horas y minutos de cada uno de sus días. Digamos que la dimensión, el volumen de tiempo a nuestra disposición es un dato externo que nos viene impuesto. Pero la libertad que nos ha sido concedida sí nos permite, en cambio, influir en su densidad. Si a igualdad de volumen se incrementa la densidad, aumentará proporcionalmente, como en la ley física, la masa vital.

Hay personas que limitan sus horizontes a sí mismos y, como mucho, a su entorno más próximo; al no interesarse por el resto de los seres humanos, restringen los límites de su existencia. Las vidas de otros se ven erosionadas por la rutina, con lo que termina apagándose en ellos cualquier tipo de estímulo. En situaciones como el enamoramiento, el interés se centra en una sola persona, lo que dificulta prestar atención a las demás; así un sentimiento, en principio positivo, puede recortar nuestra vida emocional. Pero es peor cuando el foco es una afición, verbigracia el fútbol, que convierte a los aficionados en fanáticos seguidores de ídolos mediáticos. Son algunas de las formas de llenar la vida de humo. La alternativa puede ser proporcionarle densidad manteniéndonos abiertos a las fuentes de conocimiento, empáticos con el resto de la humanidad y sensibles con la naturaleza.

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