En literatura, como en otros ámbitos de la vida, se está poniendo de moda la transparencia, la autoficción, hacer partícipe al lector, al observador, al ciudadano, de las actuaciones de los creadores o dirigentes. En definitiva, hacerlos también protagonistas del hecho creador. Autores como Cercas, sobre todo, Kirmen Uribe, Muñoz Molina o Binet, invitan a ello en sus obras. Sus libros incluyen un marco de reflexión, lo creado se adentra en el corazón del lector que hace suya la propia obra, sintiéndose, en parte, protagonista.

Pero para ello debemos ser sinceros, sinceros y cultos y educados. Ya hemos hablado del esfuerzo, de la cultura y de la educación como pilares de una sociedad sostenible y correcta. En el fondo todo se reduce también a la honestidad, que se pierde por momentos. Este fin de semana, al pasar con el coche por la parcela de un vecino, comprobé que había colocado en el jardín un mástil y una bandera republicana. Tiene apenas treinta años, un par de hijos pequeños y es un hombre simpático. Por más que haya estudiado la historia de nuestra república no soy quien para comentarle nada de su nueva hazaña.

Pero tuve ocasión el sábado de intercambiar unas palabras con él, de preguntarle por el hecho de qué hacía aquella bandera republicana en su jardín y, su respuesta, no tenía desperdicio. "Ah, ¿pero es republicana? Yo creía que se trataba de una bandera LGBT". Mi vecino rozó la transparencia, incluso podría decir que la propia dignidad. Y tan sólo fue la incultura lo que le llevó a colocar la insignia de colores.

Es la transparencia y la buena voluntad lo que nos lleva a colocar banderas republicanas, que no vienen al caso, en diferentes lugares. La mayoría de las veces, aquellos que lo hacen, ni siquiera conocen la historia de nuestra república. Los políticos por su falta de dignidad y de honestidad están creando una metapolítica irreal. Si los políticos de este país tuvieran un poco de dignidad nos gobernaría Cifuentes, al menos lucha contra la corrupción, algo que todos queremos. Las mociones de censura son sólo eso, mociones, y una moción es, también, una alteración del ánimo. Y no estamos para que nos alteren mucho, más bien para que nos den confianza y credibilidad en nuestra clase política. Algo que se pierde por momentos.

Mi vecino ha quitado la bandera que creía republicana de su jardín. Y en su lugar ha colocado un columpio para que jueguen sus hijos.

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