Los árboles y el bosque

Se me queda clavada una cifra: más de 2.000 migrantes han muerto en lo que va de año en el Mediterráneo

Vuelvo a casa desconectada y abro con pereza los resúmenes de noticias acumulados en el correo. No pueden quejarse los redactores de Nacional de haber tenido que ir a buscar las noticias debajo de las piedras en este verano. La agenda se les ha llenado de tumultos y apremios, titulares esculpidos negro sobre blanco sin demasiado lugar para los grises.

Repaso, pues, el saco donde caen amontonadas las prioridades y las urgencias. Revivo cómo el país siguió de hito en hito la composición de la mesa del Congreso como si de una tanda de penaltis se tratara. Vuelvo a leer que se ha secado de nuevo la laguna grande de Doñana, algo que nunca había sucedido dos veranos seguidos. Veo escrito el nombre de Espinosa de los Monteros y parece que hace un siglo que se fue. Me entero de que el poder adquisitivo de los trabajadores ha caído en los últimos tres años casi 8 puntos. De qué el PP y Vox siguen sin ponerse de acuerdo para la formación de gobierno en Murcia. Leo que, en este curso escolar, el descenso de la natalidad abre un agujero de 300.000 alumnos en infantil y primaria. Que comienza la liga con el Madrid de líder, otro deja vù. Se me queda clavada una cifra: más de 2.000 migrantes han muerto en el Mediterráneo en lo que va de año, y ese “más” nunca se sabrá a ciencia cierta. Veo que la sequía sigue provocando cortes de agua en muchos lugares, pero que los agricultores onubenses plantarán 6000 hectáreas de regadío de fresas en un territorio de secano. Y por si no me había enterado, me pongo al día del culebrón Rubiales, que ha eclipsado el doloroso honor que les cabe a las jugadoras de la selección española: no el de ganar un mundial, sino el de sacar a la luz la podredumbre y el clientelismo del fútbol, ese que todos conocían, callaban y otorgaban.

Aparto la vista del ordenador, de los árboles que me impiden ver el bosque. Abruman los debates inflados, distrae la lupa de lo intrascendente, aturde el ruido de las trincheras informativas. Me doy cuenta de cómo el circo político y mediático nos distrae de temas acuciantes que necesitan con urgencia una respuesta. Y ante el flujo incesante de mensajes, lo que me brotan son preguntas: ¿Cómo construir futuro cribando la información relevante? ¿Cómo apoyarse en la educación para discernir lo accesorio de lo importante? Y sobre todo: ¿cómo enseñaremos a nuestros jóvenes estrategias para ser críticos, sin morir en el intento?

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