Después de comprobar la ausencia de criterio en gran parte de la opinión mediática, tras el anuncio de retirada política de Espinosa de los Monteros, al pasar de endemoniado extremista de derechas a liberal conservador con ejemplar preparación y ser imposible su inclusión en Gobierno o coalición alguna, mientras “los hombres de paz” de Bildu se convierten y aceptan como soporte de una pretendida investidura de un perdedor electoral reiterado, entenderán que considere decisiva la fecha del próximo día 17, constitución del Congreso de los Diputados. Lo creo porque el bienestar de los españoles y su convivencia ciudadana depende en gran parte de la calidad democrática de sus Instituciones. Calidad, esa, que tiene dependencia orgánica y funcional de las actitudes tomadas no solo desde su condición de órgano legislativo sino de la gestión de la Presidencia de la misma y su capacidad para soportar los envites más o menos directos enviados desde el Ejecutivo, como se ha podido comprobar en la última Legislatura con declaraciones de inconstitucionalidad de determinadas decisiones de la Presidencia y avaladas por la Mesa, verdaderos órganos de gestión de la Cámara que en algunos momentos trascendentes se convirtieron en un auténtico salvavidas del Presiente del Gobierno. Y es que debemos ser conscientes que tras el diabólico resultado electoral del 23 J, el nuevo España se va a jugar en gran parte el próximo jueves 17. Ese día, sus Señorías, van a elegir a quien será la Tercera Autoridad del Estado y, es por ello, que haya que interpelar a los Diputados para que hagan un ejercicio de conciencia patriótica, aunque sea desde la ausencia de temor que da la condición secreta del voto en esta elección. No soy ningún ingenuo, ese secretismo no oculta la exigencia de disciplina, pero ésta tampoco debe ensombrecer la responsabilidad individual para comprender lo que España necesita que no es, precisamente, y más aún conscientes que esta votación será el anuncio de la Investidura, una Cámara consecuente a una combinación necesitada de la decisión del voto de un fugado de la Justicia - por mucho blanqueo amparo que la Fiscalía proponga contra el propio T. C. - añadido a un conglomerado de veinticuatro grupos - todos con aspiraciones de “pisar moqueta” – con mensajes solapados de pretensiones presidenciales incluidas, por los independentistas. Un auténtico dislate. En definitiva, un verano movido pero aun no cerrado. Están muy igualados cuantitativamente aunque las cifras no revelan el coste cualitativo, para España, de las las cesiones necesarias para alcanzar el poder, en un caso como en el otro, pérdida de credibilidad, ya intuida y en algunos casos demostrada, para satisfacer las ambiciones personales por encima del interés general. Los españoles, merecemos el respeto de los dirigentes aunque dudo se vaya a cumplir este plazo en esta ocasión. Apelo, pues, a ese respeto que merecemos a la conciencia y a la condición secreta de su voto para sea leales a la Constitución que van a prometer o jurar el día 17 de agosto.

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