Preparación moral

Parece mentira que con el drama existente se planteen cuestiones políticas que ahora no son prioritarias

Michael J. Sandel, un referente internacional en materia de filosofía política, en el prólogo de su último libro -La tiranía de la meritocracia- describe la situación de Estados Unidos respecto a la covid-19, pero con un núcleo central de pensamiento que sustenta toda la exposición y que podría aplicarse a España. En concreto afirma: "Más allá de la falta de preparación logística, el país tampoco estaba preparado moralmente para la pandemia". Es cierto que para más de una de las cosas ocurridas no había las infraestructuras ni los recursos necesarios. Era comprensible que no hubiera un número de camas de unidades de cuidados intensivos que pudiera acoger a todos los enfermos. Otra cosa es que, con lo que se sabía, no se adoptaran las medidas lo antes posible, al menos, para paliar un poco los efectos del virus. Lo peor, obviamente, era y es lo que apunta Sandel, la falta de preparación moral. Como en otros lugares del planeta, el populismo no sólo nos llegó sino que alcanzó el poder, en este caso de la mano de líderes y de partidos de izquierda. Daría igual que fuera de otro signo porque el mal se encuentra en esa visión simplista, hipermitinera, soez en ocasiones y culpabilizadora de los adversarios, elementos que con frecuencia ocultan un complejo de superioridad política y una inclinación al autoritarismo, lo que conduce a restricciones de libertad y a la acción inquisitorial, dividiéndose a la sociedad en dos, la de los buenos -nosotros- y la de los malos -los demás-. Pero como es obvio, los demás también reaccionan e invierten los roles para reconvertirse y declarar que son los buenos. La polarización vehemente que tanto daño nos está haciendo. Parece mentira que ante un problema de salud tan grave y con una economía tan herida, con tantas personas afectadas por una cosa, por la otra o por las dos, que no sólo no se perciba capacidad para alcanzar acuerdos fundamentales políticos sino que se desvía la atención hacia cuestiones que ahora mismo no son prioritarias. No es que no puedan abordarse, sino que con el drama existente no es el momento. De verdad, ante el aumento de contagios y fallecimientos, y ante la crisis económica que no cesa y la que nos espera cuando se acaben los ERTE, ¿es el momento de gastar el tiempo y las energías en monarquía sí o no? ¿O en la mesa de diálogo con los independentistas catalanes? ¿O en derribar a la presidenta de una autonomía? Sánchez e Iglesias creen que sí. Por lo que se ve, el poder los ha alejado del mundo real.

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