¡cómo pasa el tiempo, Paco…! Hace cien años que una luz de santidad brilló en la Sierra onubense, y después de una vida ejemplar en la que nos distes amistad, cariño, consuelo y bondad, te fuiste después de haber regado nuestros corazones con la alegría de habernos enseñado a vivir.

Te estoy escribiendo, y es como si estuviésemos hablando, conversando, en aquel pequeño coche tuyo que tantos kilómetros recorrió ofreciendo ayuda a quienes lo necesitaban.

Te miro en la distancia del afecto casi familiar, y observo tu cara sonriente, tus ojos brillantes, tus gestos decididos, valientes, que nos invitaban a comernos el mundo con Dios en nuestro espíritu.

Hace cien años que naciste, aquel octubre del año 23 de un siglo donde la guerra y la paz se combinaban en una alternancia loca de los humanos. Un siglo que marcó tu vida, glorificaría tu muerte, y nos dejó la semilla en un camino donde tus pisadas fueron huellas marcadas en nuestra formación.

Siendo de la capital, fue en la juventud cuando aprendí a conocer, querer y admirar nuestra serranía, y allí, en ella, estabas tú ofreciendo tu alegría juvenil desde Higuera de la Sierra a todos los pueblos de los alrededores. Y fue en Jabugo donde nos vimos por primera vez, para luego seguir en el Repilado, Aracena, Galaroza y todo ese rosario de bellos lugares que nos hicieron vivir sueños de juventud y fortalecer nuestra vida en esas aficiones donde la capa, la muleta y el valor eran para ti arte sencilla y espectacular.

Viviste una juventud entre amigos y con muchas ilusiones propias de la edad y de tu manera de sentir y de ser. Fui testigo de tantos momentos edificantes y de tantos consejos llenos de esa fe y vocación que te llevó al sacerdocio.

Después, la vida entregada a tu misión en un verdadero apostolado entregado a los demás, sin cansancio, sin horas vacías, sin pensar nunca en ti. Sólo en la ayuda al necesitado, en el consejo y la dirección espiritual a los jóvenes, en dar sonrisas y alegrías sin parar, en darte a los demás.

Siempre recordaremos nuestros trabajos cuando la diócesis comenzó a caminar. Las reuniones en tantos lugares de la provincia llevando la colaboración a tantas parroquias y la organización ante la nueva época que iba a vivir la provincia en la creación de la más joven diócesis de España.

Un sacerdote que supo dar lances con la capa y que supo brindar su vida a los demás en sus necesidades, en la pobreza, y en dar ánimo cuando todo parece que se apaga.

Mayores y pequeños disfrutaron de ti en tu afán de generosidad espiritual. ¡Cuántas ilusiones hicisteis crecer en aquellas Cabalgatas de Reyes de tu pueblo! y cuantas esperanzas de vida nueva en aquellos inolvidables Cursillos de Cristiandad…

Tu retrato de santidad ya es para nosotros un hecho. Sólo basta con rezar, pedir y esperar.

Paco Girón es una figura del siglo XX muy metida en el corazón de quienes ya, al final de nuestra vida, sólo queremos seguir su camino, porque él nos dio el santo y seña de la verdad, del sacrificio y de la confianza de volverlo a ver en la felicidad de la gloria eterna.

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