La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
CADA año, cuando pasa la primera semana de junio, son muchos onubenses que un día lejano o cercano estudiaron y se educaron en el Colegio Colón de los Hermanos Maristas, los que tienen un grato recuerdo para aquella fecha que hoy, como ayer, se exaltaba la figura del fundador de la Congregación de Hermanos Maristas. La llegada del día del que entonces llamábamos Venerable Padre y hoy las nuevas generaciones ya lo titulan como Santo, era un momento especial en nuestras vidas de colegiales.
La figura de Marcelino Champagnat, se ha ido agigantando en el tiempo. Fue un hombre sencillo entregado a la educación y formación de los jóvenes. Un auténtico pedagogo con sentido religioso de la enseñanza. Le tocaron a Marcelino tiempos difíciles, que supo vencer con pasión y coraje. Y su obra se extendió por el mundo. Al principio de la década de los treinta, del pasado siglo, los Maristas llegaron a Huelva y comenzaron a dejar su semilla de trabajó, entrega y sacrificio. Su primer colegio en la calle Palos, para continuar en la calle de La Fuente, donde yo estuve, y seguir después por las calles Isaac Peral y San Andrés, formaron una red de lugares de los que hoy guardan bella memoria cientos de onubenses.
No hace mucho escribí un libro sobre la historia marista en Huelva que titulé La pasión de enseñar y donde pude mostrar una serie de recuerdos imperecederos, junto a las muchas vicisitudes pasadas por la congregación marista, hasta lograr el gran premio de un gran colegio como tienen hoy en nuestra ciudad.
Hace pocos días los Maristas de Huelva sacaban en procesión la imagen de la Buena Madre, acompañada de todos los alumnos y de muchos antiguos alumnos que se unieron a un momento inolvidable e histórico. Fue la primera procesión que los Hermanos Maristas hacían con la venerada imagen, por primera vez en el mundo. Ya, la fecha elegida, es un reto para que en todos los países del globo salga esta procesión como así lo ha ordenado la superioridad de la congregación.
Cada junio, la figura de Marcelino Champagnat, la procesión de la imagen de la Buena Madre y los recuerdos de antaño se unen entre sí para traernos a la memoria los días de nuestra juventud marista y sobre todo el agradecimiento a esta congregación religiosa que nos formó y nos abrió las puertas a la vida, al trabajo y a nuestra condición católica. San Marcelino Champagnat, siempre es una figura que nos evocará el amor a la enseñanza, la devoción a María Santísima y la entrega de unos hombres que supieron formarnos en un sentido de trabajo, honradez y espíritu religioso.
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