Puede que muchos que viven la realidad con cierta confianza, indiferencia o despreocupación, puedan pasar por alto esta desoladora situación por la que estamos pasando. El dicho popular asegura que las desgracias nunca vienen solas y aunque nos esforcemos en contemplar la actualidad con un talante optimista, la realidad nos muestra la evidencia de una tensión creciente, el agravamiento de una situación cada vez más preocupante y expectativas cada día más alarmantes. Por lo que respecta a España, la preocupación por la constitución de un nuevo gobierno, la amenaza de una amnistía, que al parecer se llamará “Ley Orgánica de Amnistía por la convivencia” – ¡será por nombres! -, impuesta con la connivencia de partidos nacionalistas, separatistas y proetarras – contrarios a la unidad de España – para mantener en el gobierno a quien actualmente lo ostenta en funciones, ha creado una evidente inquietud, malestar e incertidumbre en el país, agravados por la situación económica y social.

A la escandalosa elevación de los precios, el aumento de la inflación, la persistencia del desempleo – el doble que en Europa - la implacable y angustiosa sequía y los efectos en distintos aspectos políticos y económicos de la guerra de Ucrania, acaba de agregarse el sanguinario asalto del grupo terrorista Hamás, que ha suscitado una vez más el intermitente enfrentamiento entre Israel – la única democracia en un entorno dominado por dictadores, tiranos y sátrapas - y la Autoridad Palestina, con consecuencias imprevisibles. No lo ha sido tanto en algunos de esos aspectos que tiene raíces y precedentes ya conocidos: Como las opiniones y posicionamientos de la izquierda – generalmente instrumentalizados y deformados por la ideología y la propaganda - con respecto a las actuaciones de esas facciones terroristas que atacan al pueblo israelí con la crueldad sanguinaria que hemos podido comprobar en esta última escalada de violencia y atrocidad desatada por los terroristas de Hamás.

Pero también nos ha permitido comprobar y no por sorpresa, que entre nosotros una buena parte de la izquierda apoya y agita a esas facciones palestinas y a sus dirigentes corruptos y despiadados. Es esa postura ambigua y engañosa por parte de muchos cuando se actúa según cánones ideológicos por encima de las consecuencias trágicas de los hechos, pesando más las vidas humanas de una parte que de la otra, en muchas ocasiones por ignorancia histórica o por manidas y odiosas equidistancias perfectamente invalidadas por la razón y la justicia. Dadas las posturas de nuestros políticos, de quienes depende el poder y la gobernabilidad, vemos que quienes apoyan el terrorismo y la autodeterminación, son los mismos que jalean a Hamás. Y todo ello al servicio de la desestabilización, el debilitamiento de la democracia y el mantenimiento del poder a costa del bienestar de millones de personas, hostigando y demoliendo el noble debate y los principios básicos del Estado de Derecho.

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