La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
EL verano gira alrededor de esos dos o tres días de agosto en los que el Nuevo Colombino se convierte en centro de las miradas y epicentro del fútbol. Antaño su relevancia trascendía las fronteras provinciales y nacionales. Hoy sobrevive con orgullo en un mundo absorbido por los mercados que se llevó por delante a la mayor parte de las citas de pretemporada. Pero la carabela de plata sigue firme y no hay quien la haga zozobrar tras superar momentos duros, que los tuvo y de todos ellos salió airosa. Ahora que están de moda las pretemporadas en China, Estados Unidos, y hasta Corea del Norte si hubiese dinero por medio, mantener vivo y sano un trofeo como el Colombino es una proeza que por la cercanía no valoramos en su justa medida. Es un triunfo de Huelva, del Decano y del recreativismo del que todos nos deberíamos sentir partícipes y orgullosos. El Colombino forma parte de nuestros veranos, de todos nosotros, del imaginario colectivo de la Huelva futbolera. ¿Quién no tiene algún recuerdo vinculado a esos partidos diferentes?
Habrá inconformistas que verán otros carteles y recordarán tiempos mejores en los que el viejo Colombino vio desfilar a primeras espadas del fútbol mundial. Era otra época. Hoy el Colombino no se mide ni compite en presupuesto ni trascendencia con nadie. La suya es una competición propia. Existir, caminar y seguir adelante cada temporada es su propia victoria sin apenas ayudas externas y con no pocos sacrificios. El Levante, el Olhaenense y el Pescara buscarán su primera carabela. Es de perogrullo que podría ser un cartel más atractivo, pero también lo que es que nuestro trofeo no necesita del Madrid o el Barcelona para ser grande. Su grandeza se la da el mérito que tiene ser capaz de mantener una estructura clásica, cumplir años y seguir fiel a ese sueño de una noche de verano en la que el Recre supo ser grande entre los grandes.
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