Carta de Navidad a Susana

El impulso de la Navidad se va diluyendo y el sentimiento de generosidad va siendo vencido por las llamadas al consumo

Q style="text-transform:uppercase">uerida Susana: gracias por tu felicitación y por ese entrañable vídeo que nos has enviado. Realmente, los niños son la esperanza del futuro, quizá la única y última esperanza. Estos días de Navidad son propicios para que abramos los oídos a mensajes que hablan de amor, de un mundo mejor para todos. Los vemos y escuchamos con emoción, los multiplicamos gracias al enorme poder de las redes sociales; por un instante, pensamos que el mundo puede cambiar y que los que tienen poder y recursos van a mostrar compasión hacia aquellos a quienes falta casi todo. Desafortunadamente, luego observamos con decepción que el impulso que la Navidad genera se va diluyendo con el paso de los días y el sentimiento de generosidad va siendo vencido por las llamadas al consumo desaforado, diluyéndose las imágenes de los desfavorecidos de la sociedad en una niebla que las conduce hasta algún rincón de la mente raramente visitado.

Ante lo recurrente de la situación, la mayor parte de nosotros experimenta una sensación de desánimo y renuncia a creer que el mundo puede cambiar y, sobre todo, en que a nivel individual pueda influirse en ese cambio que se da por imposible. Sin embargo, es cierto que algunos personajes que marcaron la historia en sentido positivo no tiraron nunca la toalla. Se dirá que se trata de excepciones, precisamente porque ellos eran excepcionales, y nosotros no lo somos. Podemos aceptar eso. Aunque algunas personas piensan que existen vías alternativas.

Una de ellas puede ser la de unirse a otros para plantear de modo realista metas inalcanzables para el individuo aislado. Ciertamente, se trata en muchos casos de grupos minoritarios, aparentemente inermes ante los poderosos que manejan los hilos del mundo. Pero sabemos que una pequeña cantidad de levadura puede transformar la masa y aquel cuyo nacimiento acabamos de celebrar dijo de sus apóstoles que eran la "sal de la tierra". Otra posibilidad es centrar la mirada en un entorno más cercano: si la idea de cambiar el mundo nos abruma por su inmensidad, está al alcance de todos influir positivamente en nuestra familia, nuestros amigos, nuestra comunidad. En mi caso, intento explorar este camino con la Fundación Valdocco y puedo afirmar que, si mis preocupaciones han aumentado en progresión aritmética, la gratificación obtenida lo ha hecho en forma geométrica. Les invito a apostar por las alternativas: vale la pena.

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